Tu abandono…, mi venganza

Capítulo 8

 

NUEVO PERSONAJE:

 

Conrad

 

Al final, Caleb siempre tuvo la razón, a Jazmín no le gustaría que decidiera por ella. Comenzaba a conocerla, a descubrir qué hacer, qué no, y definitivamente, detestaba que tomaran decisiones por ella.

La miré alejarse, estaba desconcertado, había imaginado que todo se desarrollaría de otro modo la noche anterior, pero con ella no se podían anticipar las cosas.

Intenté calmarme, porque me sentía agitado, molesto, pero ladeé una sonrisa cuando me enfoqué en su figura con ese andar sensual, porque le habría soportado cachetadas y demás, nada más por sentirla cerca. Ese beso que ofrecí y que no di, demandó todo mi dominio propio. Sabía que con las mujeres había que ser firme y constante, insinuante, mas no obvio, y todas las demás estrategias que había aprendido en mi vida de conquistas. Jazmín era la chica más joven que pretendía, pero la más difícil también.

 

 

Llegué a casa para la cena. Jacqueline y Julieth servían la mesa, y me pregunté qué estaría haciendo Jazmín. Estaba loco por verla, sus explosiones de rabia solo me encendían más; aun así, no trabajaba en casa, y luego medité en que era mejor así. Decidí que la evitaría, simularía estar molesto y ofendido, hasta obligarla a volver a mí, sin que ella se diera cuenta siquiera.

Caleb tocó la puerta de mi habitación, anunciándose; entró y cerró tras sí. Le conté todo lo acontecido con su compañera de baile.

—No me sorprende —aseveró, riendo—. No puedes decir que no te lo advertí. Conozco a Jazmín y tiene su carácter.

—Sí, ya lo estoy descubriendo.

—Y… Déjame adivinar… Te fascina. ¿Cierto?

Asentí con media sonrisa en la boca.

—Sí, y no consigo sacármela de la cabeza. Me vuelve loco esa mujer. Es impetuosa, decidida, inteligente, hermosa, bien plantada, con la vida clara, …

—Sí, sí, eso y mucho más. Cálmate, viejo. No puedo darte cuerda cuando hablas de ella, porque no paras. ¿Sabes lo que más me llama la atención de tu lista de cualidades?

Negué con la cabeza.

—Que dijiste hermosa cómo cuarta característica. Su belleza no es lo que más te impresiona.

—Así es. Su belleza es la guinda sobre el postre, es lo que la hace perfecta e increíble.

Me perdí recordándola. Sus ojos cuando estaba enojada. La cercanía de su rostro. Cuando cubrió su boca con la mano cuando creyó que la besaría, como si fuera una niña.

—Vuelve a la tierra, hermano —dijo Caleb, haciéndome volver al planeta—. ¿Te vas a enamorar de ella o ya lo estás?

—No sé… —contesté con sinceridad—. Lo único que sé es que me gusta demasiado.

—Pues a mí me parece que mamá quiere meterte a Mary por los ojos como sea. ¿Será para eso la cena del viernes?

—No tengo idea, mas si planea insistir con el asunto, se llevará una sorpresa —dije con propiedad—. Si mamá piensa que va a estar controlando mi vida, está muy equivocada.

—A veces pareciera que mamá se quedó en el pasado, doce o más años atrás. Nos fuimos de casa como unos adolescentes, el internado, la universidad en tu caso, la escuela de cocina en el mío; y regresamos siendo hombres. Ella no nos vio crecer ni madurar, cree que todavía somos unos muchachos.

—Pues no lo somos, y se lo vamos a hacer entender por las buenas o por las malas.

—¿Con mamá?… —Sonrió—. Me parece que todo será por las malas.

 

 

Tenía que aprovechar mis últimas vacaciones de verano, porque al terminar la estación, me enfocaría de lleno en todo lo que le había propuesto a papá, con o sin su apoyo. Entraría en las empresas de telefonía celular con la ayuda de Noah y no me rendiría. Tenía el presentimiento de que mi padre no conseguiría levantar el rancho, por lo que decidí anticiparme.

Los días después de mi pelea con Jazmín, estuve ocupado. Me reuní con Noah, discutimos cómo entraríamos en el rubro y decidimos hacerlo a lo grande. El heredero de los Saylor había hecho contacto con la empresa surcoreana SaeHan Information Systems, la cual tenía como proyecto crear el primer reproductor MP3 del mundo.

—Entonces… ¿Ya no necesitaremos CD ni discmans? —pregunté incrédulo.

—No, mi amigo. De eso se trata esta revolución. Ya no cargaremos grandes aparatos en las manos, y te aseguro que seguirán haciéndolos más pequeños, más eficientes y con más funciones.

—Quizá hasta terminemos llevándolos dentro del cerebro.

—Eso mismo imaginé yo —aclaró con una expresión de rechazo—. Aunque yo jamás permitiré que me hagan algo así.

Noah era un tipo con la capacidad de ver más allá, sin duda, como si pudiera imaginar un futuro que nosotros no, pero no podría alcanzarlo solo; necesitaba capital de inversión, y allí entraba yo.

 

 

El viernes llegó al fin con desgano, o solo era mi poca disposición para asistir a la cena con los Bicandi lo que me desanimaba. Fue un día oscuro, como si fuera a llover en pleno verano, lo cual era raro. Parecía que el cielo vaticinaba algo desafortunado, sin que nadie más pudiera anticiparlo.




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