Jazmín
—Y… ¿Por qué no llamaron a una ambulancia? —pregunté en tanto me sostenía la cabeza con ambas manos.
—La señora Carter no quiso hacer un escándalo. —Ladeó una sonrisa y añadió—: Pero igual fue un inevitable alboroto cuando Mary salió sangrando y llorando del baño. Así que, llamó a sus hijos mientras se alejaba consolando a Mary.
—¿Sangrando? —pregunté sin poderlo creer y expliqué—: Yo… Yo no la ataqué. Ella me golpeó contra la pared.
—Tranquila —Noah tomó mi mano y me miró a los ojos—. Yo creo tu versión, Jazmín. Pero la señora Carol quedó aterrada con la sangre y los gritos. Esto arruinó su perfecto desayuno de élite y podría traerte problemas.
Intenté liberarme de su agarre, pero apretó aún más mi mano entre la suya y continuó:
—Si necesitas ayuda con lo que sea, no dudes en llamarme.
Miré extrañada a Noah al mostrar tanta amabilidad. Me miró con sus ojos fijamente. Quité la mirada, mas tomó mi mentón y me hizo mirarlo de nuevo.
—Lo digo en serio.
Se enfocó en la carretera al manejar. No podía explicar por qué, pero no parecía un tipo de fiar; me generaba desconfianza.
Cerré los ojos, inquieta, respiré un par de veces en un intento por calmarme. Sabía que esto me traería muchos problemas. Generalmente, me sentía dividida entre dos emociones y eso me había pasado toda la vida. Debatiéndome entre si debí quedarme tranquila, para dejar a Mary como la agresora; o haber reaccionado como lo hice. Comprendí que fui impulsiva, y en un afán por controlar todo, terminaba sin controlar nada.
—Yo soy muy observador —comentó Noah—. Me gusta ver a la gente, analizarla. Cuando Mary salió así, inmediatamente, pensé en ti. No te vi, y me imaginé todo. Entré al baño y estabas desmayada en el suelo con la cabeza sangrando. Te cargué y… Aquí estamos, camino al hospital.
No sabía qué pensar. Conrad era un caballero, yo conocía su forma de ser, era un hombre dispuesto a ayudar. Intentaba justificarlo, pensando que tal vez, en medio del alboroto, no tuvo ni tiempo de acordarse de mí.
Me hicieron una resonancia magnética y demás exámenes. No fue más que una fuerte contusión y debía guardar reposo. Noah me esperó horas y corrió con los gastos. Le dije que yo lo pagaría, tenía mis ahorros, pero insistió en hacerlo. Todo ese tiempo después de despertar del desmayo fue muy raro, como si estuviera en otra vida, en una realidad alterna donde las cosas pasaban sin que las pudiera evitar.
Noah fue amable, se mostraba preocupado y atento. Me aferré A su abrazo cuando me levanté de la silla de ruedas y salimos al estacionamiento.
—¿Cómo te sientes? —preguntó posando su mano sobre la mía.
—Mareada —contesté secamente, sostenida de él.
Anduvimos en silencio. Miré su perfil, era un hombre atractivo, transmitía seguridad y tenía una mirada ávida e inquisitiva.
—Lamento que todo esto haya pasado. La estábamos pasando bien, ¿verdad?
Asentí con pesar. No quería ni imaginar los problemas que esto me generaría.
—Gracias, Noah —dije y mostré media sonrisa con expresión lastimera.
Y solo sonrió.
Llegamos al rancho Carter, Noah me acompañó hasta mi casa y se marchó. Había silencio, todos estarían ocupados, trabajando. Me dejé caer en la cama y sentí dolor. El apoyarme en la almohada me generó dolor, por lo que cambié de lado al acostarme. Me miré en el espejo de la esquina, donde en la mañana había dado vueltas como una niña al probarme el vestido. Arqueé mi boca controlando lo que sentía, tenía los ojos caídos y apagados. Cerré mis ojos. Solo me quedaba esperar que las consecuencias me cayeran una tras otra.
Desperté y noté que era de tarde. Alguien tocó la puerta de mi habitación, intenté incorporarme, pero me sentí mareada. Me apoyé en los codos e intenté controlar las náuseas que sentí.
Mamá se asomó.
—Baja. Vamos a cenar. ¿Necesitas que te ayude?
Negué con la cabeza. Bajé y nos sentamos a la mesa junto con los otros trabajadores. Nadie me miraba y eso era extraño. Todos se esforzaban por no hacer contacto visual conmigo. El silencio era desesperante.
—Pueden hablar —dije, molesta—. No se preocupen por mí. Sé que se deben estar diciendo un montón de cosas por allí.
—Sí —respondió mamá—, pero eso lo conversaremos luego.
Alguien tocó el timbre de la casa y nos extrañamos. Nadie molestaba a la hora de la cena. Hugo se levantó y abrió.
—Patrón… ¿Qué se le ofrece?
—Eh… Lamento molestar a esta hora —reconocí la voz de Conrad en la puerta. Intenté levantarme, mas me sentí mareada. Quería hablar con él, explicarle, pero mamá me contuvo—. Necesito hablar con Jazmín.
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Editado: 13.09.2023