Tu amor en mi piel "En cuanto te vi"

Mil preguntas... un nombre

 

  Tatú pasó la noche en vela, miraba a sus amigos dormir y se llenaba de bronca. No entendía nada, sus vacaciones soñadas se habían transformado en una endiablada adivinanza, todo estaba descontrolado y no podía encajar ni una sola pieza del rompecabezas. Recién cuando el sol se colaba entre las cortinas logró conciliar el sueño, para despertarse unas pocas horas después con las risas de Violeta y Esteban que ya se habían bañado y cambiado para desayunar leche con tostadas que les había preparado Laura. 

  Tatú se metió al baño para evitar los cuestionamientos, seguro de que sus amigos se habían dado cuenta de su mal humor. Mientras se duchaba intentaba calmarse, pensó primeramente que, si no quería levantar sospechas, tenía que cambiar ese humor negro con el que andaba, debía serenarse y olvidar, se daba ánimos pensando que de todas formas no iba a volver a ver a los cordobeses. Aunque esa idea, que racionalmente lo ayudaba a encontrar paz, le ponía el estómago como una piedra y le provocaba un gran vacío en el alma, entonces todo volvía a empezar, las preguntas se agolpaban y exigían una respuesta clara: “¿Por qué me pongo mal al pensar en que no voy volver a verlo? ¿Por qué me quedé mudo toda la noche? ¿Habré quedado como un antipático o habrá pensado que soy un agrandado, de esos que no hablan con nadie porque se creen superiores?”. 

  —¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! —gritó bajo la ducha y se instó a recordar una melodía en la que había estado pensando durante el viaje. Quería tocarla para Violeta para ver si ella podía ponerle letra, hacía semanas que quería hablar con sus amigos sobre este tema. 

  Él podría crear música y su amiga ponerle letra; escribía tan bien, siempre sacaba diez en los trabajos de literatura y la profesora en varias oportunidades le pedía ayuda para escribir los libretos de los actos escolares. Tan sensible, observadora y romántica, era la persona ideal para ponerle letra a sus composiciones. Para cerrar un círculo creativo perfecto tenían a Esteban, que desde que entraron al secundario había cambiado su actitud un poco temerosa por una más decidida y fuerte; chamuyaba a todas las compañeras descaradamente, estas le creían y caían redonditas a sus pies sin dudarlo. Esa cualidad hacía de su amigo la persona perfecta para este trabajo. Sí, no tenía dudas, Esteban era la persona ideal para vender sus canciones. ¿Cómo lo harían? No tenía idea, pero les presentaría el proyecto a sus amigos y juntos tejerían un plan. 

  Se coló en sus pensamientos una pregunta que lo desequilibró: “¿Será que a Jonathan le gusta la música también?”. Y toda la armonía que había conseguido al enfocarse en sus planes, se esfumó en un segundo, cerró el agua y salió del baño furioso.

  En la habitación se topó con las caras sonrientes y expectantes de sus amigos, que percibieron la nube gris que lo seguía desde la noche anterior. Esteban, fiel a su personalidad, esperaba que Tatú hablara cuando estuviera listo, en cambio Violeta no dudó un segundo y lo enfrentó sin darle tiempo a pensar en una respuesta coherente. 

  —¿Por qué estás tan enojado? Anoche cuando estábamos en los videojuegos no dijiste una palabra y tenés una cara que asusta, Tatú. Si nos contás podemos ayudarte.

  —Es que… —dudó, no podía decir lo que le pasaba, porque no tenía idea de qué era lo que lo molestaba tanto. Nunca había sido fácil para él poner en palabras sus sentimientos, por eso caía en la música con facilidad. Allí exponía lo que sentía, sin reservas. De todas maneras, aunque hubiera querido, no entendía qué pasaba, así que terminó por dar una excusa para satisfacer las dudas de Violeta.

  —Nada, solo es que dormí re mal en esa cama. Es muy dura, ¿la de ustedes no? —preguntó para desviar el tema.

  Esteban, que lo había escuchado moverse varias veces en la noche, pensó que podía ser cierto pero le quedaban dudas sobre lo sucedido la noche anterior, cuando en los videojuegos había actuado tan extraño, de todas formas no iba a decir ni una palabra. A él no le gustaba cuando Violeta les sacaba toda la verdad en segundos, atosigándolos a preguntas, por eso, sin saber qué pasaba con Tatú, decidió apoyarlo y respetar su silencio. 

  —Sí, mi cama también estaba un poco dura —mintió. 

  El silencio se apoderó de la habitación, ellos expectantes por saber si habían saciado su curiosidad y ella, con solo una mirada, les demostró el descontento que sentía, esa respuesta no era suficiente. Los conocía demasiado y sabía cuándo se unían para evitar decir la verdad o para encubrirse, de todas maneras decidió fingir que les creía. Seguiría su juego sin perderles pisada, averiguaría lo que pasaba, así que por fin también afirmó: 

  —Sí, a mí también me resultó un poco dura pero eso no va a impedir que sean las mejores vacaciones de mi vida. ¡Vestite de una vez que nos están esperando! —Sin esperar respuesta abandonó la habitación, agarró su mochila y se unió a los adultos que esperaban sentados en la entrada de la casa. 

  Tatú miró a Esteban con ojos agradecidos y su amigo le apoyó la mano en el hombro al mismo tiempo en que le hacía una guiñada cómplice. 

  —Yo también te espero afuera, ya me conozco de memoria tu culo de cada vez que te cambias en casa, no hace falta seguir viéndolo. ¡Ponete lindo que el río debe de estar lleno de cordobesas para conocer! —gritó antes de desaparecer.

  Tatú respiró, sabía que había ganado tiempo y, gracias a Esteban, se había librado del interrogatorio de Violeta, pero tenía que relajarse, si no le iba a dar pie a su amiga para atacar nuevamente con sus preguntas y no iba a poder liberarse tan fácilmente. Se cambió rápido y pensó que lo mejor era charlar con todas las chicas que su amigo le presentara, ocupar la mente, para no pensar en… “¡NO!”, gritó para frenar su pensamiento, ni siquiera iba a pronunciar su nombre, asunto terminado.




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