Tu amor en mi piel "Sobreviviendo"

Fiesta, dudas y pasión

 

  El dieciséis de agosto por la madrugada, Amador se despertó con el sonido del timbre; se preocupó. Lorena los había tenido alterados durante todo el mes, poco le había importado la restricción de acercamiento que el juez le había impuesto. Se presentaba en todos los lugares que frecuentaban y los maldecía a ellos o le gritaba frases espantosas a Violeta, a quien el ánimo se le notaba por el piso. Amador agradecía la puntualidad con que Marcelo la llamaba cada noche, porque ese era el único momento del día en que su niña sonreía. Se colocó la bata y se acercó a la ventana, el alivio lo atravesó cuando vio a los cordobeses parados en la puerta.

  —¿Por qué no me avisaron que venían? Los hubiera buscado en la terminal.

  —Lo decidimos al salir del colegio, no nos queríamos perder el cumpleaños de Esteban.

  —Han llegado justo, porque esta noche hay cena en casa de Laura. ¿Quieren tomar algo?

  —Un vaso de agua y a la cama porque estoy muy cansado.

  —Ahora te sirvo, Jona. ¿Vos, Marce?

  —Yo quiero ir a ver a Violeta. No la voy a despertar, solo quiero verla, y después me tiro en el sillón para no despertar a los demás.

  —Está bien, voy a buscar unas frazadas en mi habitación.

  Se recostaron cada uno en un sillón, las piernas de Jonathan colgaban, había crecido considerablemente. Marcelo, que siempre había sido un poco más alto que él, debía levantar la vista para mirarlo cada vez que le hablaba.

  —¿Te vas a dormir?

  —Imposible, necesito ir con ella.

  —No tenía dudas. Hasta mañana.

  Marcelo esperó escuchar los ronquidos de Amador y cruzó hasta la habitación de Violeta en puntas de pie. Levantó suavemente el cubrecama, las sábanas, y se metió en la cama. Le besó el cuello, se mantuvo allí unos minutos, luego se irguió y acomodó el codo sobre la almohada para sostener su cabeza con la mano. La observó descansar un buen rato antes de buscar su vientre bajo la remera, con caricias siguió subiendo hasta llegar a sus pechos; como Violeta dormía sin corpiño, alcanzó con facilidad los pezones.

  A ella le costó despertarse, los ojos le pesaban. Cuando finalmente pudo abrirlos, confundió la realidad con la fantasía. En un acto desesperado por retener el sueño que creía estar viviendo, volvió a cerrar sus ojos con violencia. Marcelo se acercó a su boca y sobre los labios le habló. 

  —Llegamos hace una hora, estoy acá con vos.

  Ella se tomó un tiempo para procesar las palabras que había escuchado, sentía la mano de su novio que la acariciaba y sus labios pegados. Aún con los ojos cerrados, levantó su mano y le acarició la mejilla. 

  —Todos duermen, además cerré la puerta con llave —le informó. 

  Violeta abrió los ojos y lo besó. Instantáneamente sintió su erección, entrelazando su pierna con las de él, lo invitó a subirse sobre ella, acción que Marcelo realizó sin demora. Se mecía sobre ella, ocultándose en su cuello, para acallar los gemidos que le brotaban sin contención. Como no quería privarla de placer, pasó sus manos bajo la cintura de Violeta, se giró rápidamente y le acomodó las piernas alrededor de su cuerpo. 

  —¡Quiero que acabes vos también!

  —¿Cuándo vas a hacerme el amor? —le preguntó excitada.

  —No, Viole… no hables de eso ahora —suplicó mientras le presionaba las nalgas contra su miembro.

  —Quiero verte desnudo.

  —Viole, basta… —Sabía que un pedido más y no se resistiría, él también la deseaba. Quería tocarla por debajo de la bombacha, quería probar el sabor que guardaba entre sus piernas, quería conocerla toda, pero le temía a la primera vez. No acostumbraba a sentir temor, pero cuando se trataba de Violeta, le temía a todo, principalmente a perderla; sufría pensando que podía perder su amor. Aunque amaba la idea de los dos perdiendo la virginidad juntos, no sabía cómo hacerlo y no quería pasar vergüenza frente a ella, por lo que a veces se lamentaba por no haberlo hecho antes. ¿Qué podía hacer si desde el día en que la conoció perdió la capacidad de mirar a otras chicas? Ninguna contaba para él, menos podía imaginarse tocándolas. Nunca podría dormir en otros brazos, ni besar otros labios, ya no había salida. Iban a aprender juntos incluso a amarse como lo hacen un hombre y una mujer.      

  El orgasmo lo encontró envuelto en sus pensamientos; incapaz de contenerse liberó la angustia y la tensión que le provocaban tantos días de separación. Violeta siguió meciéndose, él la observaba con adoración; cuando cayó rendida sobre él, las palabras se le escaparon. 

  —¡Sos tan linda! ¡No entiendo por qué me amás!

 —Marce. —Lo miró angustiada—. ¿Por qué pensás así? Te amo porque sos una hermosa persona, sos inteligente, amoroso, generoso, leal a las personas que querés.

  —Celoso, mal gestado, imprevisible, rencoroso, bastante hijo de puta cuando quiero.

  Violeta rio. 

  —Si fueras un novio previsible, no estarías esta noche metido en mi cama y yo no sería tan feliz.

  —Mmm para los otros adjetivos ¿no encontraste justificación? 




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