Owen
Nunca imaginé que la iría a destruir de esta manera, y ella no sabe cuánto lo lamento, cuánto me lastima el dolor en sus ojos o la manera en la que el odio se refleja en ellos. Veo cómo sus ojos se ponen rojos a medida que las lágrimas siguen bajando por sus mejillas enrojecidas. Ella me odia, eso lo noto cuando su mirada me traspasa y no reconozco a la persona que porta ese odio. Su semblante se enfurece y tuerce los labios.
Ella es una chica preciosa, pero yo me he encargado de hacer su vida un infierno y ahora me lamento por eso. No quiero ver esa mirada nuevamente puesta en mí, pero ella no la aparta. Se mantiene tan tranquila que ahora tengo miedo de lo que pasa por su cabeza.
Nunca pensé que mis acciones llegarían al punto de romperla tanto y me odio por ello. Porque pensé que podría trazar una línea en la que no saldría lastimado; todo lo que hice fue aceptar ese maldito trato que me ofrecieron. Pensé que sería fácil, pensé que todo iba a estar bien, que solo jugaría mi papel y saldría ileso de todo esto, pero fui tan iluso.
Demasiado iluso.
No conté con que la mujer frente a mí superaría todas mis expectativas, que su sonrisa alegraría mis días y que sus lágrimas me estrujarían el alma. No consideré nunca que ella se convertiría en la primera mujer que volvería mi cabeza nada y lo jodí todo.
Lo jodí cuando ella se enteró de quién soy realmente.
—No sabes cuánto te odio—las palabras dejan sus labios con firmeza e ira. Ella me odia. Qué jodido es el mundo: cuando al fin me gano su odio, soy yo quien la ama.
Quiero llorarle perdón, quiero suplicar su piedad, pero la frialdad con la que maneja esto puede más que yo mismo. La manera en la que me estremezco cuando su mirada me taladra, la manera en que su rostro ha cambiado, no tiene comparación. Ella no es la misma chica que conocí, la misma que hablaba sin parar.
La jodí profundamente.
—Yo…
—¡Tú nada!—grita sin limpiar las lágrimas de sus mejillas.
—Nunca quise…
Trato de decir, pero ella me interrumpe una vez más.
—¿Nunca quisiste destrozarme?—pregunta herida—¿hacerme tu jodida apuesta y destrozarme la vida?—me quedo en silencio—¿ser la jodida venganza de tu maldita familia?—se acerca a mí—¿ser un maldito juego? Yo te di los sentimientos más bellos y puros que le he dado a alguien, ¿y qué haces tú? Joderme. ¿Te reías al terminar de hacerme el amor y verme como una idiota que se entregaba a ti?—la veo negar—. Tu padre, mi padre, mi hermano y tú están jodidos de la cabeza. Espero que cada uno se pudra en el jodido infierno. Son tan egoístas—nunca la había escuchado hablar así, pero ella tiene razón. Nosotros estamos jodidos y, por nuestra sed de venganza, la jodimos a ella, a ella, cuya única culpa fue amarme a ciegas, de manera pura.
—Te di mi amor, te di todo lo que soy y mira qué es lo que gané. Yo nunca te mentí, tú lo sabes, sabes que realmente me enamoré de ti como una imbécil y esto fue lo que gané. Te odio tanto, te detesto, maldigo el jodido día en que te cruzaste en mi vida—niego; sus palabras me están lastimando, siento mis propios ojos cristalizarse.
—Te amo—tan rápido como suelto esas dos palabras, ella me cruza la cara con una bofetada.
—¿Qué sabes tú de lo que es amor?—pregunta, aguantando las lágrimas acumuladas en sus ojos—. Solo sabes dañar. Nunca pensé que fueses este monstruo que me presentas. ¿Quedó perfecta tu actuación? Sí, me creí como una gran idiota la actuación mejor realizada del mundo. Te ganaste el premio al actor del año—ya no veo amor, ya no veo a la chica tímida que sonreía cuando yo la halagaba; no veo a la chica bondadosa que perdonaba, ya no veo a la chica pura que me amaba.
La harás sufrir mucho si continúas así, pero luego, cuando ella cambie y no la reconozcas, no digas que no te lo advertí. Ella te dejará de amar en cuanto descubra tus mentiras. Sé sincero con ella o todo será peor.
Las palabras de mi mejor amigo llegan a mí en este momento. Tal vez debí hacerle caso y de esta manera esto no estaría así. Ella no debió enterarse por terceros; debía ser por mí, por el hombre en quien confió todo este tiempo.
Ella fue contra todos por mi bien, me cuidó cuando los días iban mal y, simplemente, yo no cuidé de ella, de quien es. La amo tanto y ella me detesta con la misma intensidad.
Detesto lo que somos ahora y lo peor es que no puedo quejarme ni pelear, ya que fui yo mismo quien nos llevó a esta posición, una donde todo lo que puedo recibir de ella son todos los malos sentimientos que tenga.
Quisiera acercarme, besarla, abrazarla y asegurarle que superaremos esto, pero sé que en el momento en que me mueva de mi lugar ella volverá a abofetearme, y me lo merezco; merezco su odio.
—No sabes cuánto lo siento—caigo de rodillas—. Perdóname—ella niega, molesta.
—¿Perdón?—pregunta incrédula. He roto su corazón y puedo verlo con demasiada claridad—. Mi perdón es algo que jamás vas a tener—respira y niega lentamente.
Ahora me doy cuenta de lo mucho que la amo, de lo mucho que la lastimé y de lo mucho que me costará su perdón. Trago en seco cuando ella se da la vuelta y toma el abrigo con el cual llegó.
—¿Te vas?—ella me regala una sonrisa triste.
—Para siempre de tu vida—no la detengo cuando sale de la casa.
Tal vez debí detenerla; creo que ese fue uno de mis más grandes errores. Pero no lo hice, y eso me costó años sin saber de ella.
Editado: 01.07.2024