Tú eres el hombre que amo

Capítulo 1

Celeste

Le sonrío a los invitados de papá con cortesía, veo un señor entrar junto a su esposa quien parece sacada de la realeza ya que todo en ella grita elegancia. Papá me codea y solo sonrío un poco incomoda porque él parece querer algo más de mí. Frunzo ceño porque mínimo, quiere que le coquetee a ese señor, ignoro eso y solo saludo de manera cordial.

Otra pareja llega y papá se tensa, yo estoy un poco perdida con eso. Un hombre de increíbles ojos verdes me observa de arriba hacia abajo para pasar a papá y verlo como yo veo mi habitación cuando está desordenada; como un estorbo.

Ellos intercambian unas palabras muy tensas, mientras la mujer me evalúa con curiosidad haciéndome sonrojar, suelo ser un poco tímida ante la atención que puedan darme personas ajenas a mi familia y la señora parece que encuentra algo en mi cara que le gusta o le disgusta, no lo sé porque no puedo leer nada, absolutamente nada en ella. Así que solo finjo que no me estoy incomodando por eso.

Mi hijo llegará, oh, ahí viene—habla el hombre haciendo que regrese la atención a él, pero mi mirada sigue la trayectoria de la de papá, justo cuando se adentra un hombre que me hace jadear.

Alto, muy alto, porte elegante, en un traje negro. Cabello castaño hacia atrás, ojos verdes y una sonrisa sensual en sus labios. Todo mi cuerpo se paraliza cuando sus ojos caen en mí y todo mi cuerpo tiembla ante la potencia de esa mirada.

La primera vez que vi a ese hombre.

La primera vez que vi a Owen Remington Jones.

 

Escucho a Gabriel desde el otro lado de la puerta hablando con Susy, una de mis compañeras de trabajo, antes de que toque suavemente mi puerta y la abra despacio. Cuando entra me regala una sonrisa coqueta que es tan usual en él mientras se acerca con un capuchino en manos, sin decirle una sola palabra se lo arrebato de la mano y le doy un trago enorme sintiendo que era justamente eso lo que necesitaba. Suelto un sonidito que hace reír a mi compañero y supervisor.

—Esto era lo que necesitaba—confieso con una sonrisa en los labios mientras sus ojos marrones me observan con mucha curiosidad.

—Eres adicta a eso, no le hace bien a tu salud—me encojo de hombros cerrando los documentos que tengo en manos y levantándome. Tengo que acomodar mi falda de tubo cuando estoy de pie mientras que Gabriel me observa con atención.

Desde hace tres años que comencé a trabajar aquí en él, trabajo en recursos humanos para una importante empresa que se ha ido expandiendo en los últimos meses. Se puede decir que al principio no me iba muy bien, tengo que admitir que mi sueldo para ese entonces apenas y me alcazaba para vivir, pero no me rendí aun cuando tenía un corazón roto y una noticia con la cual no sabía cómo lidiar.

Gabriel fue quien vio potencial en mi cuando ni yo misma me tenía fe, le debo mucho a este hombre que ha sido no solo mi jefe, sino que también ha sido mi amigo, además de un repartidor de capuchino que aprecio.

Tengo una historia que siempre me hará sentir avergonzada, sin embargo, a pesar de que fue una que me destruyó por completo, que me dejó en la miseria, no puedo decir que es algo que quiera borrar, porque me regaló lo más especial que tengo en la vida.

—¿Qué me miras?—pregunto cuando Gabriel no deja de observarme.

Él es un lindo canadiense de ojos marrones, cabellos castaños y sonrisa coqueta que desarma a cualquier señorita. Es un hombre encantador que sabe cuándo utilizar sus estrategias, nunca he vito que sus tácticas fallen cuando quiere irse de fiesta a un lugar más privado con alguna mujer. El hombre es respetuoso, pero lo que más me gusta de él es la honestidad con la cual le habla a cada chica. Nunca les miente para llevárselas a la cama, cada chica que acepta sus propuestas sabe que eso es para saciar las ganas de ambos y luego adiós. No endulza esas cosas para siempre evitar confusión.

—¿Qué has pensado de lo que te he dicho?—cuestiona y muerdo mi labio inferior.

—No lo he pensado si te soy sincera, no estaba en mis planes volver a Londres—supongo que mi rostro decae un momento, ya que Gabriel se queda en completo silencio mirándome.

—¿Algún día me dirás que fue lo que te pasó Celeste?—solo le doy una sonrisa de boca cerrada caminando hasta acercarme al ventanal de mi oficina. Hago un momento silencio con todos los recuerdos del pasado que busco enterrar, también un nombre que nunca he olvidado porque me recuerda cuanto lo detesto.

Owen Remington Jones.

Ese maldito nombre que parece que nunca dejará de molestarme aun cuando han pasado tres años desde la última vez que vi su cara, desde ese día en donde descubrí que solo fui parte de un juego y yo ni siquiera estaba enterada.

—Londres no es mi lugar favorito si te soy sincera, sin embargo, lo pensaré—suspiro—las condiciones que me ofrecen son excelentes y sabes que siempre aceptaré un poco más de ingresos, lo necesito—él me sonríe antes de acerarse a mí.

—Bueno, lo consideras y me dices—me quita el vaso de las manos—no más, termina para que puedas irte a casa, sé que cuando llega esta hora te pones algo ansiosa—no contradigo sus palabras mientras lo veo salir a paso elegante y sonrío un poco para volver a mi lugar y trabajar.

No me detengo y Gabriel tiene razón, solo minutos después la ansiedad de que mi turno termine me recorre porque siempre estaré ansiosa de volver a mi departamento, donde me espera lo más dulce que me ha regalado la vida.

Owen podrá ser un hijo de puta, pero me dejó algo a lo que aferrarme luego de ese fatídico encuentro.

Cuando mi turno se completa yo sonrío y me levanto recogiendo mis cosas, organizando y apagando todo. Cuando todo está como me gusta salgo a paso lento encontrándome a Susy haciendo lo mismo, al verme ella sonríe con tranquilidad. Susy es una chica preciosa de algunos diecinueve años, pero con un talento increíble, aún está en prueba, pero creo que la fijaran pronto, es una chica realmente competente.




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