Owen
La chica de vestido verde es preciosa, no puedo dejar de mirarla y cuando sus ojos azules se encuentran con los míos, ella parece avergonzada y sonríe divertida de algo que le dicen.
Le doy un trago a mi bebida, pensando cómo abordarla para conseguir su nombre y algo más de ella, quizás su teléfono o una salida. Sinceramente no puedo dejar de mirarla tanto que mamá se ubica a mi lado. Estamos en una fiesta de los Beckett, familia que detesto por todo lo que le hicieron a la mía, pero que me aguanto.
Sé que papá quiere que seduzca a la hija menor de los Beckett, según me han dicho es una mocosa consentida y si es igual al padre, será insoportable.
—¿Qué miras?—cuestiona y solo le doy la atención a ella, mamá cuando te habla es de la que requieren toda la atención del mundo y a mí me gusta dársela.
—Solo curioso de algo—le doy una sonrisa y ella sigue el curso que antes tenía.
—Curiosidad en la pequeña Beckett, Celeste se ha ido convirtiendo en una mujer muy hermosa—la sonrisa se me cae con la noticia de esto. Mamá me observa con curiosidad—no pensé que la hija de nuestro rival te iba a gustar, Owen—me trago el mal sabor de sus palabras mirando con nuevos ojos a la chica vestida de verde.
El cabello largo le llega más debajo de la espalda totalmente liso y suspiro con el desafortunado encuentro que tendremos. Esa es la mujer que debo seducir para convertir en mi marioneta, ella es la mujer que debo conquistar si quiero lograr lo que quiero y lo que papá necesita.
—Es bonita—es todo lo que le digo a mamá, porque papá no quiere hacerla participe de nuestro plan.
—Entonces háblale, no le hagas caso a tu padre que a veces es insoportable con el temita de ser rival de los Beckett—me sonríe—quizás y consigues su número telefónico—no menciono nada porque es obvio que yo conseguiré más que solo un mísero número de teléfono.
Dándole una sonrisa a mamá yo solo camino hacia la chica y cuando la tengo cerca quedo como idiota ante la magnitud de su belleza, de su sonrisa y mirada transparente. Y cuando ella abre la boca y el sonido de su voz llega a mí por primera vez, sé que jamás lo olvidaré.
Llevo el cigarro a mis labios mientras la rubia en mi cama se estira en una pose que supongo en su imaginación se ve sexy, pero que, desde donde estoy, parece que tuviese un problema lumbar más que cualquier otra cosa.
Escucho mi teléfono sonar en algún lugar de la habitación, supongo que debe ser Beatrice quien parece una loca psicópata siguiéndome a todas partes, a veces me pregunto si realmente me casaré con esa mujer. Supongo que me queda el dicho famoso que dice; siembro lo que cosecho.
Tania, Talia, o algo con T era su nombre se levanta desnuda de la cama para acercarse a mí. Ella puede quizás ser una pésima persona conversando, pero tiene unas curvas de infarto. Una sonrisa aparece en sus labios.
—¿Repetimos?—cuestiona terminando de acercarse a mi cuerpo, yo la observo con cuidado porque sus facciones son realmente bonitas. Creo que con esta mujer podría ser con la única que admitiera que quisiera otro polvo, pero al final declino eso. La última vez que hice eso la mujer resultó ser una loca maniaca que quería hacerlo sin condón para quedar embarazada de mí. Todo un drama.
—No, yo me voy—le digo—pero puedes quedarte, beber algo y luego irte—le guiño un ojo—yo tengo una prometida a la cual tranquilizar—la chica con nombre que inicia con la letra T se ríe mirándome.
—Soy Tania, sé que no lo recuerdas, pero soy parte de tus damas de honor—me detengo mirándola con curiosidad. Tomo mi pantalón colocándomelo mientras la rubia solo se ríe al ver cómo me dejó en silencio.
—¿No se supone que eres amiga de Beatrice?—cuestiono, porque ella me dijo que todas sus damas de honor serían sus amigas. Tania solo se encoge de hombros mordiendo sus labios.
—Te tenía ganas, veo que mi amiga estará bien servida toda su vida—yo no digo nada mientras termino de vestirme en silencio. Ella suspira y camina hacia la cama cayendo en ella, mira el lugar con curiosidad—¿aquí traes a todas las mujeres con la que engañas a Bea?—cuestiona y yo no puedo con esta mujer y su descaro, me parece hasta divertida.
—Eso es algo que no te incumbe saber, creo que esto es un hasta mi boda—ella sonríe coqueta.
—Sabes dónde encontrarme si decides que no quieres esperar a que sea la boda para eso—no menciono nada y solo tomo mis pertenencias y salgo del discreto apartamento donde mantengo mis encuentros casuales. Conduzco en dirección hacia Beatrice, la mujer con la que llevo dos años de relación y meses de compromiso.
Supongo que ella es la única a la que no le importa la vida de libertinaje que llevo, la boda es solo algo de beneficio mutuo para que nuestras empresas mantengan estabilidad. Tampoco es como si en realidad me amara, Beatrice se ama demasiado a sí misma para compartir dicho sentimiento, lo que sí sé, es que demasiado intensa algunas veces, dicha intensidad puede hacer confundir a las personas de sus sentimientos.
A veces me pregunto si realmente quiero casarme con ella, no es algo que me llene, pero es lo que se debe hacer si quiero seguir triunfando, y luego de tantos sacrificios y engaños, supongo que merece la pena ser el mejor, que mi nombre salga en todas las putas revistas.
Al menos luego de todo el daño que le dice a ella.
A Celeste Beckett.
Tres años han pasado desde la última vez que la vi en mi departamento, con sus ojos celestes llenos de odio y rencor, con el corazón roto por todas las mentiras que le dije, por todos los engaños de los que fue víctima.
Tres años desde que vi a la única mujer que he amado en la vida, por la que quise ser mejor persona, pero no se puede construir una relación sana cuando el comienzo de esta fue una treta para lograr mi plan. Todo por la riña que tenían mi familia con la de ella, todo por una venganza que no me correspondía, pero como un hombre inmaduro que era para ese entonces, quería cobrármela como sea.
Editado: 01.07.2024