Tú eres el hombre que amo

Capítulo 5

Celeste

No puedo evitar reír al ver a la pequeña que tiene el rostro lleno de labial rosa. Mi hija sonríe divertida con el labial en mano y yo niego quitándoselo, ella hace un puchero, pero luego grita cuando la levanto. Su chillido inunda la habitación y yo comienzo a besarle todo el rostro haciéndola reír a carcajadas, luego beso su estómago y le hago cosquillas cuando la dejo sobre la cama.

—¡Ma... no!—chilla riéndose, sus mejillas adquieren un tono rosa y yo también me rio.

—No puedes tocar mi maquillaje Aida, ya te lo he dicho—la regaño con dulzura. Ella hace una mueca en ese rostro de muñeca que tiene.

Peldon—susurra y me rio.

—Perdón—le indico como es y ella niega.

—Te amo mami—como siempre ocurre, me derrito ante sus palabras.

—Yo también te amo, pero hay que limpiar ese hermoso rostro—ella vuelve a gritar riendo cuando la llevo al baño, abro la llave del lavamos y comienzo a quitar todo el labial que dejo en su rostro. Al finalizar mi hija bosteza.

Llegó la hora de su siesta. Primero le doy su almuerzo y casi de inmediato se duerme. La acomodo en mi cama y ubico estratégicamente las almohadas para que no se vaya a caer, beso su rostro y salgo de la habitación.

Limpio todo el lugar y suspiro mirando mi nuevo departamento. Aun no me acostumbro.

Es espacioso, tres habitaciones, dos baños, cocina y sala de estar. Puedo decir que todo el departamento es muy bonito y amplio, lo que me gusta porque mi hija es como un pequeño tornado. Estos días me sirvieron para arreglar las pocas pertenencias que traje y comprar nuevos muebles, juego de habitación y más ropa para mi hija. Fueron días agitados que por fin terminaron. Aunque a la habitación de mi hija le falta todavía decoración, lo dejaré para más adelante. Gasté un buen presupuesto abasteciendo mi nuevo hogar, por lo que debo esperar a que me paguen y luego completar lo que falta.

Escucho el timbre de mi apartamento y frunzo el ceño antes de caminar hacia la puerta y abrirla. Una mujer alta, de ojos marrones, labios curvados en una sonrisa y cabello rubio platino cayéndole sobre su espalda me observa, supongo que observa el desastre que soy en este momento. Con unos pantalones de yoga y una camiseta enorme y algo sucia y mojada no estoy en mi mejor presentación.

—Celeste, ¿cierto?—cuestiona la mujer mirándome, no, analizándome por completo. Como si buscara más aparte del desastre que muestro. Supongo que cuando me dedica una sonrisa decide que no soy competencia para ella.

Me tenso de inmediato.

—¿Con quién tengo el placer?—ella da un paso en sus zapatillas altas, me supera en algunos centímetros de altura, aunque eso también es por los tacones de sus zapatillas.

—Beatrice, mucho gusto, soy la hija de tu jefe—me hace saber. Ahora sí que finjo una sonrisa porque recuerdo claramente la advertencia que me dio Gabriel sobre esta mujer.

Aunque me pregunto qué fue lo que estaba mal, esta mujer frente a mi es bellísima, además de parecer una super modelo del momento. Que Gabriel la haya dejado parece una tontería, aunque yo soy la menos indicada como para meterme en esos problemas.

Pero sé que probablemente será un dolor de trasero la mujer frente a mí, porque sus ojos, aunque traten de lucir amables, bajo de su falsa amabilidad se enconde sus verdaderas intenciones: sacarme.

He conocido antes muchas mujeres como ella. Creen que porque sus padres son los jefes pueden jugar con la vida de los demás como si nada, y odio a esa clase de personas. No volví aquí para dejarme pisotear de nadie, y mucho menos de una mujer mimada.

—Estoy sorprendida de por qué la hija de mi jefe está en mi puerta, mis días libres antes de iniciar aun no acaban—le hago saber y ella ríe.

—Toma—me tiende una invitación—quiero invitarte a mi compromiso. Es mañana, creo que te vendrá bien para conocer mejor a quienes serán tus compañeros de trabajo. Creo que de esa manera te puedes sentir más cómoda, además, me gustaría verte allí—tomo la invitación como si estuviera aceptando un trato con el mismísimo diablo—eres bonita—dice de la nada, levanto la mirada hacia ella.

—Gracias, usted igual—ella se ríe.

—Llámame Beatrice, te espero en el compromiso. No acepto un no por respuesta—yo no menciono nada, solo la evalúo como ella lo hizo conmigo hace unos pocos minutos.

Realmente es una mujer preciosa. Quien sea su prometido debe estar encantado con ella, cualquiera enloquecería por una belleza así. Entiendo a Gabriel por caer por ella en el pasado, la duda es como siquiera puede no caer por ella ahora.

—Veremos—es todo lo que menciono, sin dar un si como ella quiere.

—Nos vemos—y con eso se aleja a pasos suaves por el pasillo hasta el ascensor.

Me quedo con la invitación en la mano y suspiro. No tengo planes de ir a su compromiso, aunque lo cierto es que estaría bien que vaya, así puedo ver quiénes serán mis compañeros.

Niego y entro a mi nueva casa, luego pensaré en eso.

****

—Debes ir—la voz de Helena me hace parar de cocinar para mirarla.

Mi amiga llegó luego de mí, a pesar de mi insistencia en que se mude con mi hija y conmigo, ella se negó. Dijo que necesitaba su espacio para conocer algunas cosas de su nuevo lugar. Eso se traduce a que follará y lo último que quiere es traumarme a mi o a mi hija.

—No lo sé, esa mujer no se ve como alguien que quiera ser mi amiga—le hago saber y ella se ríe.

—Según escuché, al parecer despidió a la antigua abogada de la empresa de su prometido por celos—enarco una ceja.

—Eso fue rápido, apenas pusiste un pie en esa empresa y ya te sabes los chismes—Helena tiene el descaro de mirarse las uñas.

—Digamos que me gusta estar enterada de todo, pero lo que me sorprendió no fue eso. Mi jefe está buenísimo—ahora si me rio con fuerzas—en serio, ya entiendo los celos de su novia, cualquier persona lo raptaría, aunque lo sentí algo frio para mis gustos. Como si tuviese un palo metido por el culo—exploto en una carcajada a la cual ella se une.




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