Celeste
Una sonrisa se forma en mis labios mirando el resultado obtenido de horas arreglándome en casa. Mi hija está murmurando palabras sobre cómo le gusta el vestido que llevo y es que es hermoso. El vestido tiene un escote de tiras finas, mis pechos parecen un poco más pequeños de lo que son porque el vestido parece una segunda piel sobre mí, deja todo perfectamente en su lugar. El vestido cae hasta perderse bajo mis tacones rojos. Es semitransparente, por lo que da la sensación de que muestra mucho cuando en realidad no muestra nada, es una locura. Precioso por donde lo mires. Es impactante la manera en que moldea mi cuerpo haciendo relucir cada curva.
Mi cabellera negra está suelta y totalmente lisa sobre mi espalda, no dejo ni un mechón fuera para que nada opaque la belleza del vestido, unos aretes caen suavemente siendo el único complemento que necesita el vestido. El maquillaje hace que mis ojos parezcan más eléctricos y mis labios en el rojo intenso ocasiona que las miradas caigan en ellos.
Me siento absolutamente hermosa.
Doy una vuelta encantada con mi reflejo y tanto Helena como mi hija gritan, ambas llevan el mismo pijama porque Helena a veces piensa que mi hija es como una muñeca en miniatura con la que ella puede jugar. A veces creo que considera a mi hija su mejor amiga.
—Vas a ocasionar más de una erección amiga—le doy una mala mirada ante la curiosidad de mi hija.
—Ere... erechion—un gemido de frustración se escapa de mis labios y Helena se ríe. Mi hija está en la edad de copiar toda palabra nueva que escuche.
—No hermosa, no menciones eso o tu mami querrá acabar conmigo—Aida se ríe sin comprender y yo tomo mi bolso y la invitación.
La abro sin prestar atención a nada más que al lugar, con la dirección en mente guardo la invitación y tomo mi bolso guardando dentro todo lo que necesito.
—Espero que se porten bien, quiero que todo esté igual cuando llegue y no duerman tarde—advierto. Beso a mi hija dejando una mancha de labial en su mejilla y abrazo a Helena—gracias por cuidar de ella—Helena sonríe.
—Al menos regresa luego de haberte besuqueado a alguien—me rio y niego saliendo de la habitación, luego de la casa y bajando. Entro al ascensor y marco el estacionamiento. Suspiro agradecida de que mi nuevo noche ya esté en el estacionamiento. Subo y me coloco el cinturón. Es un coche de segunda mano, pero que me servirá hasta que pueda comprar otro. El dinero no me llueve, así que debo ahorrar y con mi hija y mi nuevo trabajo, necesitaba algo en donde movilizarme.
Conduzco con música puesta y respiro hondo calmando cualquier ansiedad que pueda darme el compartir. Cada paso que doy en Londres está repleta de recuerdos del pasado que por el bien de mi cordura mantengo ocultos sin dejarlos salir.
Toda mi vida aquí. Lo que más coraje me da es que casi todos los recuerdos llevan sus ojos, sus manos, sus palabras, sus besos. La manera que él tenía para envolverme en sus mentiras, la manera en que jugó conmigo.
Lo amé, lo amé tanto que me destrozó todo lo que descubrí.
Cuando llego a la entrada de una mansión preciosa me detienen, saco la invitación y luego de que comprueben me dejan pasar. Mi pobre coche se siente como una pocilga frente a tantos vehículos de lujos. Estaciono y bajo tomando mi bolso.
Respiro hondo, me yergo y levanto mi cabeza. Implanto una careta de tranquilidad y camino a paso seguro hacia la entrada. Me encuentro con un montón de personas bien vestidas y le agradezco a Helena por el vestido o iba a desentonar totalmente con el atuendo que tenía en mente. Hace mucho tiempo que no participo en este tipo de eventos, así que no es de extrañar que ya haya olvidado lo que es este ambiente.
Tomo una copa cuando un chico pasa con bandejas, le doy un trago y me gano algunas miradas en mi dirección. Una pareja se acerca y comienzan a investigar quien soy, hablo con ellos tratando de ignorar la manera en que miran a los demás. Ya recuerdo porque odiaba tanto este círculo, porque tienen dinero creen que están por encima de cualquier persona. Con una disculpa me alejo de ellos.
Veo una pareja que, si reconozco, así que me acerco a ellos cuando están solos. Los ojos de ambos se posan sobre mí y la mujer me repasa de arriba hacia abajo. Con su cabello rubio y sonrisa condescendiente no me intimida. El hombre con algunas canas en su pelo negro y grandes ojos marrones me observa y parece que hay reconocimiento en ellos.
—Buenas noches, señor Morrison, señora Morrison—saludo con cortesía—soy Celeste, quien será la nueva gerente—les regalo una sonrisa educada y el hombre sonríe, aunque la mujer me observa justo como su hija, solo que en este caso parece que encuentra una competencia.
Quiero rodar los ojos, ni que fuera en busca del prometido de su hija.
—Espero que ya te hayas acostumbrado a Londres—menciona él con tranquilidad.
—Por supuesto, antes viví unos años aquí, así que estoy familiarizada—me encojo de hombros y él se ríe—su hija fue muy amable en invitarme a su compromiso—el hombre asiente.
—Mi Beatrice siempre ha sido una chica muy amable y dulce, espero que ella pueda ayudarte en cualquier duda que tengas. Sé que es todo muy rápido, pero Gabriel me aseguró que estás más que capacitada para el puesto, también me habló del tiempo que llevas empleando para ellos y lo duro que has trabajado. Será un placer tenerte con nosotros—sonrío con amabilidad y la señora aprieta los labios.
—Sigo pensando que pudimos contratar a otra persona, no es por ofender, pero pareces aun mujer joven y poco capacitada para el puesto—parpadeo hacia la sonrisa de la mujer.
—Entonces es una alegría aun mayor que si tenga el puesto y pueda demostrar que estoy perfectamente capacitada para dicho puesto—respondo con calma, aunque lanzándole el mismo veneno que ella a mí.
No vine a Londres a dejarme pisotear de nadie. Mi pasado ya me mostró como defenderme de todas las mujeres como ella. Demasiado viví con la arpía que tengo como madre y las mentiras de quien un día fue mi suegra.
Editado: 01.07.2024