Tú eres el hombre que amo

Capítulo 9

Owen 

 

—A este paso todos van a renunciar, tener que aguantar a un jefe con tu carácter es un fastidio—le doy una mala mirada a Carter, lo único que quiero es que deje de joder y se largue—y aunque me mires así no me iré, sé que en el momento en que lo haga irás de nuevo a buscarla y lo último que queremos es que te metan a prisión por acoso—paso una mano por mi cabello alborotándolo. 

Sentía que tenía algo de control en mi vida, y eso se fue a la mierda desde que volví a ver a Celeste. La necesidad de hablar con ella, de verla me está afectando más de lo que quiero.  

Joder, desde que me aparecí en su despacho estoy mal. Necesito tenerla más cerca, está preciosa, estos años han realzado su belleza de una manera que genuinamente no esperé. Ahora si es verdad que verla hace que me den cinco paros y levantamientos de pollas horribles. 

Quiero hablar con ella del pasado, aclarar lo que no se pudo y es que, aunque me enamoré de ella, no puedo negar que fui una porquería de persona al inicio. Todo se trataba de ese estúpido plan, y quedé engatusado con esa preciosa mujer. 

—¿Ya me tienen el informe?—cuestiono a Carter quien suspira agotado. 

—Ya te lo dije, todavía el detective no lo envía. Si Celeste se entera de que la estás investigando créeme que la conversación que tendrán jamás ocurrirá. Tú de verdad que no aprendes Owen, hablar contigo es lo mismo que hablarle a la pared—ruedo los ojos mientras reviso los documentos que tengo en mano. 

Mi teléfono suena y lo ignoro al ver que es el intento de prometida que tengo. Quien luego de que abandoné la fiesta a estado como una fiera queriendo arañarme en cuanto me ve. Por gritona la ignoré cuando fue a derrumbar la puerta de mi casa, la dejé afuera hasta que se cansó y se fue. No estoy para lidiar con ella ni con nadie. 

La puerta de mi oficina se abre y me tenso al ver a mi padre entrar. 

Mi relación con mi familia no es buena, antes lo era, pero dejó de serlo cuando Oliver Remington comenzó a querer utilizarme para hacerle daño a Celeste, fue una mierda de suegro y después de que ella huyó, digamos que me puse un poco loco. 

—Carter, necesito hablar con mi hijo—Carter se levanta y dándome una última mirada sale de mi despacho cerrando la puerta. Miro a mi padre fijamente y aprieto los labios. 

—¿Qué quieres?—pregunto yendo al punto que nos interesa. 

—¿Qué harás con esa mujer?—me tenso enseguida. 

—¿A qué te refieres?—cuestiono fingiendo tranquilidad, algo que no siento en absoluto. 

—¿Me refiero a qué coño harás con Celeste Beckett?—respiro hondo para buscar tranquilidad—te fuiste de tu fiesta de compromiso por ir detrás de ella, pensé que su culo ya lo habías superado—mi padre no se espera cuando lo tomo de las solapas de su traje y lo pego a la pared con fuerza. Algo se quiebra, pero no aparto los ojos de él. 

—No vuelvas mencionar o referirte a ella de esa manera, o me olvidaré lo poco que recuerdo que eres mi maldito padre—mi voz denota pura violencia. 

—¿Perderás una relación hermosa con una buena mujer por ella?—si no estuviera tan molesto podría reírme en su cara, pero solo lo miro. 

—Lo que haga con mi puta vida no es tu jodido problema, grábatelo de una vez por todas y ahórranos la maldita molestia—le gruño con enojo—no te metas en mi vida que grandecito ya estoy. Si quiero ir por ella, voy—le advierto. 

—¿Un Remington arrastrándose por una maldita Beckett?—pregunta—¿qué sigue? ¿qué te cases con ella y tengan hijos?—cuestiona de mala manera. 

—Si me quiero arrastrar por Celeste no es tu puto problema. Y desde ahora te digo, no te le acerques porque me vas a conocer de verdad, no me quieras ver enojado o como tu enemigo. Porque sabes que ya no tienes ningún poder sobre mí. El imperio Remington recae en mis hombros, yo soy quien lleva las riendas del negocio mientras tú disfrutas del dinero que hago. Así que si no quieres que te saque de la maldita empresa no me hagas enojar—la cara de mi padre se pone roja del enojo. Me empuja haciendo que lo suelte y me lanza una mirada de decepción que me paso por el culo. 

Poco me importa que no sea el hijo soñado que era en el pasado para él. Por querer complacerlo lastimé a la única persona por la cual pondría el pecho, por querer realzar el apellido de los Remington he vivido años de pura ansiedad y tormento sin los malditos ojos azules que desde el primer vistazo me volvieron un esclavo. 

No estoy aquí para hacer sentir a nadie orgulloso, mientras yo me sienta orgulloso de mi, todos pueden irse a la mierda. 

—Quizás yo no haga nada, pero tu prometida está loca y ella no dejará pasar la humillación del sábado Owen, así que no busques enemigos donde no los hay—suspiro y me alejo de él. 

—Yo manejaré a Beatrice, por el momento el compromiso no peligra—es lo que digo, los ojos de mi padre brillan. 

—Espero que nunca peligre, porque no estoy dispuesto a ser la burla de nuestro circulo. Ten buen día, hijo. Tu madre quiere que pases por ella a cenar—lo ignoro y cuando no obtiene ninguna respuesta de mi parte, él mismo se aleja. 

Reviso el teléfono, pero el investigador que contraté aun no me responde nada sobre la vida de Celeste en estos últimos años separada de mí. Me siento enfermo, las ganas que tengo de ir a verla son cuestionables, pero no puedo evitarlo. 

Carter tiene razón, debo tranquilizarme porque sé que si me aparezco sin anunciar una vez más Celeste no será tan calmada como antes, algo me dice que si la pincho mucho sacará las garras y no le la manera en que me gustaría. 

Me levanto yendo por una botella de agua y simplemente siento que mi cabeza no es mía en este momento y que enloqueceré. Ella es como una droga y yo me siento como un adicto en abstinencia.  

Un toque en mi puerta me hace gruñir por lo bajo, trato de serenarme antes de anunciar que pueden entrar. Mi abogada pasa viéndose formal y con un aire más frio que la primera vez que la vi. Ya no es sonrisas, sino seriedad absoluta. 




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