Tú eres el hombre que amo

Capítulo 13

Owen 

Mi mirada está fija en la habitación vacía y es que hay miles de formas en que quiero darle vida a este espacio. No dejo de rememorar todo el día que pasé con mi hija, pensé que mi corazón no existía hasta que escuché a esa niña llamarme Owe, jugar conmigo y que en minutos se convirtiera en mi persona favorita. 

Hay un enorme sentimiento en mí, algo que jamás había sentido. Sin duda alguna Aida escaló un puesto del que nadie la quitará, lo único que me mantiene inquieto es saber que la maldita familia Beckett cuando descubra la existencia de mi hija podría no quedarse de manos cruzadas. 

El padre de Celeste odia toda mi familia, y nosotros a él. Yo mismo he crecido odiando a ese hombre y luego de todo el desastre que ocurrió cuando Celeste se marchó, todavía más. 

Aún recuerdo como él juzgó, humilló el hombre de Celeste cuando ella se marchó, eso fue lo que hizo que durante mucho tiempo ninguno pudiéramos mirarnos siquiera sin irnos a los golpes, ese hijo de puta no merece la hija que tiene y me niego a pensar que mi hija es su nieta. 

Primero muerto que a mi hija cerca de ese maldito maniático lunático. No lo quiero cerca de Aida y si puedo hacer lo posible, tampoco cerca de Celeste. Porque quiera o no, ya hay un lazo que nos unirá toda la vida y desde que descubrí la existencia de mi hija, cuidar de Celeste también se convirtió en prioridad, como lo es el cuidar de Aida. 

Hay un toque suave en mi hombro y giro el rostro encontrándome con ojos marrones que me observan a través de unos lentes. La mujer me da una sonrisa coqueta y yo simplemente me quedo observándola. 

—Señor Remington, aquí traje lo que necesitaba para comenzar. ¿Tiene una idea de lo que quiere?—hay un tono sugerente en ella que paso por alto. Puede que sea a veces intensa y coqueta, pero es buena en su trabajo y es lo que necesito en este momento. 

—Quiero que le des vida a este lugar, conviértelo en un puto cuento de hadas para una niña de dos años, quiero que parezca un castillo—comento—y que haya figuras del dragón de... 

Me quedo pensando en el jodido dragoncito que Aida me mostró y al cual parecía tenerle muchísimo aprecio. Busco en mi memoria el nombre. 

—¿Dragón?—suspiro y la miro. 

—De Mulán, quiero el dragoncito de esa película. Ya elegí todo lo que llevará la habitación, o al menos lo esencial, quiero que me ayudes a completarlo. Espero que todo esté listo para este fin de semana—ella toma nota de todo lo que le digo—yo no estaré disponible para estar siempre aquí, pero enviaré a alguien para que te ayude con eso. Eso es todo—ella termina de anotar y me observa curiosa. 

—No sabía que tenías una hija—ruedo los ojos. 

—Haz tu trabajo Keyla, y ten cuidado con abrir la boca y mencionar algo que no debes. Este trabajo es confidencial, firmaste hace una hora el contrato, abre la boca y la demanda que te llagará, te costará todos los ceros en tu cuenta bancaria y tu libertad de paso—camino hacia la sala y luego hacia la puerta—ha sido un placer hacer negocios contigo, pero tengo otros asuntos que atender—Keyla no se queja, simplemente camina con tranquilidad. 

—Y yo que pensé que podíamos echar un polvo para quitarme el estrés—ruedo los ojos cuando ella se inclina hacia mi—¿o ya eres exclusivo de tu prometida?—cuestiona con interés. Supongo que lo chismosa nunca se le quitará. 

Keyla se puede decir que la considero una amiga, una con la cual tuve roces más íntimos cuando ambos nos embragamos un día juntos, ella porque su prometido fue un hijo de puta que la abandonó en el altar. Yo, porque seguía sufriendo por una mujer que me dejó echo mierda cuando más la amaba. 

Ambos teníamos el corazón roto. Y como dos idiotas solteros, atormentados y que se sentían solos, agréguenle la embriaguez, follamos. Fue traumático para ambos esa primera vez cuando fui consciente de lo que hice, ya que sentía que traicionaba a Celeste, aunque había pasado un año desde su partida, así que con el tiempo logramos tener algunos encuentros.  

Nada serio y Keyla es buena amiga, sabe escuchar. Además de ser buena trabajadora, ambos sabíamos lo que queríamos, nos usábamos y luego hacíamos como que nada pasó. 

—No—ella sonrió. 

—Solo fuiste exclusivo de una mujer—recuerda encogiéndose de hombros—no seguiré molestando, siempre es un placer verte Owen. Ten lindo día—se acerca y besa mi mejilla. 

La veo alejarse y con algo de entusiasmo termino de arreglarme y hago algo que tenía muchísimos años sin hacer; voy de compras. 

Visito las tiendas de peluches infantiles y hasta que no doy con uno gigante que sé qué hará sonreír a mi hija no me detengo, compro tantas cosas para Aida que dudo que Celeste acepte, pero quiero que mi hija tenga todo, que el mundo completo le pertenezca y pensar que Celeste pueda privarse de darle algo por el dinero me enoja. 

Aida será mi heredera. Mi hija tendrá acceso a todo mi poder y mi dinero.  

Mi teléfono suena con los continuos mensajes de mi secretaria, es la primera vez en muchísimo tiempo en que me ausento en la empresa, pero quería hablar con Keyla para la decoración de la habitación que arreglaré para Aida, tengo la esperanza de que en algún momento Celeste acceda a dejarla pasar tiempo conmigo y quiero que mi hija tenga su espacio y que se sienta en casa también. 

Además de que estuve abriendo la cuenta bancaria de mi hija la cual ya tiene dentro un buen presupuesto. 

Duro tanto tiempo que el sol cae y pronto conduzco de camino a la casa de Celeste. Mi baúl y la parte trasera de mi coche está inundado de bolsas y no es como que me pesa.  

Cuando llego bajo del auto y tomo el peluche enorme que apenas y cabe en el auto. Sonrío ante la manera en que sé que alegraré el día de Aida con esto. Tomo el ascensor hasta el piso de Celeste y cuando llego a su puerta, toco el timbre. El peluche más grande que yo. Celeste abre la puerta y todo el aroma de su perfume me envuelve cuando ella me mira. 




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