Owen
Hay dos emociones que están navegando en mi interior son control: la emoción y el miedo.
La emoción viene de la niña que sujeto contra mi cuerpo, me siento agradecido con Celeste por el voto de confianza que me ha dado al dejarme cuidar de Aida. La pequeña se aparta un poco para sonreírme con dulzura y yo no soy capaz de no devolverle la sonrisa. Es que esa niña irradia alegría a las personas que la rodean.
El miedo viene porque temo que pueda arruinar esta oportunidad, miedo a fallar y que Celeste pierda la confianza que me ha depositado. Realmente estoy buscando ser un buen padre para mi hija.
A pesar de que la relación con mi padre ahora no está en su mejor momento, en el pasado no fue mal padre, tuvo muchas fallas, pero siempre estuvo para mí a su manera y siempre me amó. Lo único malo fue lo que vino después que apagaron en él muchas cosas y aun así siempre estuvo para mamá y para mí, siempre nos dio apoyo en nuestro proyecto y celebró nuestras victorias. También estuvo ahí para secar nuestras lagrimas al fallar, tengo una buena guía, pero es que quizás papá tuvo 9 meses para preparase para mi llegada.
Yo no los tuve.
La pequeña princesa de ojos verdes que me sonríe llegó en mi vida de forma repentina, pero es de esas sorpresas de las que te alegras, porque siento orgullo de mi en este momento, de que yo haya participado en la creación de alguien tan perfecta como lo es Aida.
—Owe, agua—sonrío y toco su nariz haciendo que ella sonría.
—Está bien pequeña, agua te daré—la llevo a la cocina donde le sirvo un vaso de agua y ella lo toma bajo mi atenta mirada.
No quiero perderme ningún detalle de ella. Cuando Aida termina sinceramente no sé qué hacer, casi quiero escribirle a Celeste sobre una guía de qué hacer cuando se está a solas con una niña de dos años. Aida me observa con curiosidad y hago una pequeña mueca con los labios que la hace sonreír. Ella estira su mano y toca mi barba de apenas unos días. Aida se ríe cuando siente como pica en sus manos.
—Mis ojos, igual—señala mis ojos.
—Tienen el mismo color—le aclaro—es verde—ella se queda en silencio analizando mis palabras.
—Velde—responde y sonrío.
—¿Quieres saber los colores?—cuestiono, Aida se encoge de hombros y me rio caminando con ella en brazos. Abro la puerta de la habitación que mandé a prepararle y el grito que lanza me hace asustar, es una suerte que la tenga en manos o juro que era capaz de tomarla en manos y salir corriendo con ella.
La miro y sigue gritando al ver la amplia habitación que preparé con todo lo que supuse le gustaría a ella. Hay un montón de juguetes, mesa de estudio para ella. La cama en forma de castillo tiene dos muros altos, a los lados una escalera y del otro un pequeño tobogán. También hay una mesa para tomar el té. El baño de la habitación está continuo a la cama y hay un espacio enorme para el armario que le estoy preparando, apenas y hay algunas cosas que le he comprado.
También está su espacio para los zapatos y bolsos de niña pequeña. Hay un tocador con todo lo necesario para ella, un pequeño librero con todos los cuentos que conseguí, en las paredes cercanas a la cama hay dibujos de dragones y el rosa y morado son los colores que más hay en la habitación de mi hija.
Siento alivio de que a ella le guste, la bajo y ella corre hasta las escaleras del castillo. Yo me acerco y me quedo al final del pequeño tobogán. La espero con los brazos abiertos y Aida se lanza gritando con alegría. Me rio sin poder evitarlo y la veo correr de nuevo hacia las escaleras. Duramos al menos media hora haciendo lo mismo porque ahora mismo Aida tiene un montón de energía que yo disfruto. Me gusta escuchar su risa que no se apaga, sino que aumenta mientras más busca cosas en la habitación.
—¿Te gusta?—le pregunto y ella asiente.
—Shi, ¡OWE ES MUSHU!—grita cuando se da cuenta del dragón pintado al lado de la cama. La veo ir y venir de un lado a otro con emoción. Aida suda por todo lo que juega y cuando me pide los colores, saco un juego que compré.
Nos sentamos en la alfombra y comienzo a indiciarle los colores. Aida es curiosa y muy inteligente, aprende con rapidez lo que le digo y aunque todavía no pronuncia todas las palabras correctamente, ella es buena comunicándome lo que quiere o lo que no entiende.
También me doy cuenta de que cuando algo se le complica, arruga su nariz. Es divertido.
—¡Amarillo!—chilla emocionada—el sol—señala la imagen y sonrío.
—El sol—confirmo, me doy cuenta de que ella debe cenar y darse un baño para su hora de dormir que es pronto—¿qué tal cenar?—ella sonríe.
—¡Papas!—me pide y casi quiero comprársela.
—No, ya tu madree me indicó lo que cenaras—beso su frente y me levanto. Ella hace lo mismo luego de recoger las cartas, las coloca en la mesa de estudio y toma mi mano. La llevo a la cocina y busco la comida que le mandé a preparar antes de que Celeste llegara, lo caliento con Aida sentada en el mesón de mi cocina.
Le doy la comida y es divertido los sonidos que ella hace de gusto. Lleva el pelo alborotado y con nudos por todo lo que saltó.
Cuando termino le indico que debemos bañarla. El baño es la parte más difícil porque me moja toda la ropa con lo divertida que está en la bañera, así que al final termino colocándole unos los pijamas que le compré y aun con la ropa húmeda la siento en el tocador indicándole que se quede quieta. Peino los nudos que lleva en el pelo y cuando está lista la dejo sentada coloreando, voy rápido hasta mi habitación y me cambio la ropa húmeda. Al volver la encuentro en el mismo lugar.
—¿Quieres ver a Mushu?—le pregunto y ella sonríe.
—Si—la llevo hasta la sala. Enciendo la televisión y apago las luces. Aida se acurruca junto a mi cuerpo y busco la película de Mulán. Cuando la película inicia acaricio su cabello de manera distraída sintiendo la calidez de su pequeño cuerpo contra el mío.
Editado: 01.07.2024