Tú eres el hombre que amo

Capítulo 22

Owen 

Aunque quería ir en cuanto terminara del trabajo a la casa de Celeste, no pude hacerlo. Tuve que quedarme hasta muy tarde, no me marché de la empresa hasta que la imagen de mi hija no estuvo en las revistas y toda noticia sobre Celeste desapareciera. 

Para el final de la noche estaba cansado, quería ir a verlas, pero Aida ya está durmiendo a esta hora, por lo que le envío un mensaje a Celeste avisándole que no pasaré por allá. 

Emprendo el viaje a mi casa bostezando cansado y al llegar me encuentro a mi madre esperando, cuando sus ojos dan con los míos los veo rojos. Frunzo el ceño preocupado, pero mamá se lanza sobre mi cuerpo y me abraza comenzando a llorar, yo la sujeto sin saber qué hacer porque no tengo idea de qué le sucede. 

—Mamá, ¿qué ocurre?—cuestiono preocupado.  

Ella se sujeta con más fuerza a mi cuerpo y yo la abrazo esperando que se calme para que me cuente porque viene en ese estado a la puerta de mi casa. Duramos así unos minutos hasta que se calma, abro la puerta y la invito a entrar. Mamá parece agotada por todas las lágrimas que soltó y se sienta limpiándose las mejillas húmedas. 

—Tienes una hija—susurra con voz rota—y no me habías dicho que soy abuela, tengo una nieta y no sabía de su existencia. ¿Como pudiste ocultarme algo así, hijo?—parece realmente destrozada por lo que suspiro y me acerco a ella despacio. Tomo asiento a su lado y le tomo la mano llevándola a mi boca y besando sus nudillos. 

A pesar de la edad, mamá es una mujer que se mantiene muy bien. Su cabello va recogido en uno de sus moños elegantes y supongo que su maquillaje era bonito hasta que se volvió una catarata humana. 

—Yo tampoco sabía que tenía una hija—respondo con calma—ella no sabía sobre el embarazo cuando se machó, cuando se enteró prefirió mantenerlo oculto por todo el desastre que dejó atrás, y aunque me duela no la culpo ¿sabes?—miro hacia el frente—le hicimos mucho daño todos, no solo se llevó una decepción conmigo, sino que también su familia la utilizaba, nadie quiere un ambiente así para su hija—me encojo de hombros. 

—Quiero conocerla, ¿cómo es? ¿cómo se llama? ¿a quién de ustedes se parece?—la emoción en el tono de mamá es sincero al igual que la sonrisa en su boca y el brillo en sus ojos—quiero verla, tengo una nieta. ¡Pensé que tú no me iba a honrar con una nieta!—se ríe como loca y solo la miro sin querer matarle la ilusión que siente. 

—Es hermosa, pequeña y muy inteligente. Se llama Aida, se parece a mí, es como una versión femenina y pequeñita de mí. Celeste suele decir que la estafé porque Aida es igual a mí, aunque todas las expresiones que tiene si son de Celeste, ahí no puedo competir—me rio un poco y niego—es curiosa, siempre pregunta y la amo—susurro. 

—¿Me muestras una foto?—inquiere—no puedo creer que tenga una nieta. ¡Seré la envidia de todos!—exclama riendo—además, quiero comprarle muchas cosas, dame su talla, quiero consentirla—niego divertido. 

Saco mi teléfono y busco en la galería una foto de Aida sin el rostro pincelado. Ella jadea sorprendida cuando mira la fotografía. Los ojos de mamá se llenan de lágrimas que derrama ampliando la imagen como si viera cada detalle del rostro de Aida. 

—Hermosa, ¿cierto?—pregunto cuando mamá se queda en silencio. 

—Es la niña más hermosa que he visto, mira es idéntica a ti. ¿Cómo pueden decir que no es tuya cuando la niña es tu vivo retrato?—pregunta sonriendo—¿cuándo la conoceré?—me mira esperanzada. 

Suspiro no queriendo romperle la ilusión, pero Celeste fue muy clara sobre la situación de Aida por lo cual miro a mi madre quien espera una respuesta. 

—Lo siento, Celeste solo me dejó acercarme a la niña si prometía que ninguno de ustedes la iba a tener cerca—comento en voz baja, veo como la sonrisa de mamá cae mirándome confusa. 

—Pero es tu hija—dice confundida. 

—Si, pero ella es quien la ha estado criando estos dos años, Aida no sabe que soy su padre, apenas me está conociendo. Respetaré todo lo que Celeste quiera si eso me permite estar cerca de mi hija, así que te pido la misma paciencia. Hablaré con ella, pero dudo que en este momento su respuesta sea positiva. Papá se apareció a pelear conmigo sobre la noticia y dijo muchas cosas horribles que Celeste escuchó—suspiro—ella está muy a la defensiva y lo que pasó hoy no ayuda con la situación, así que deberemos ser pacientes hasta que ella esté lista para dejarte entrar en la vida de la niña—mamá suelta un suspiro cansado. 

—¿Cuándo tu padre dejará atrás toda esa estúpida pelea con los Beckett?—cuestiona negando—a veces siento que una parte de tu padre se fue con su hermana, lo amo, pero nunca compartí esa venganza que quiere tener, porque en el proceso lo ha ido consumiendo y llenando de sentimientos negativos. Él nunca fue así, pero la muerte de su hermana rompió algo en él que no creo que alguien, siquiera tú o yo seamos capaces de reparar—no menciono que eso mismo lo sé, porque el padre que tuve de pequeño nunca hubiese dicho las palabras que soltó en mi oficina hoy. 

—Quiero a papá, pero no permitiré que su maldita venganza pase sobre mi hija o mi mujer, Celeste ya sufrió bastante de esa tontería, esa mierda no volverá a tocarla, no a ellas—mamá sonríe acariciando mi rostro con calma, sus ojos brillan llenos de emoción. 

—Siempre se trató de ella, nunca tus bonitos ojos han brillado así para otra mujer, Celeste Beckett fue una única que pudo penetrar aquí—palmea mi pecho—ella es una buena chica, así que te digo que des lo mejor de ti por esa mujer, ella lo vale—asiento. 

—Lo sé, daré todo lo que esté en mis manos para ser un hombre que esté a su altura—mamá palmea mi hombro y se queda conmigo, escuchándome hablar por horas de mi hija, sobre Celeste y sobre como mi mundo parece que cambió y que el nuevo giro que tiene son ellas dos, solo ellas. 

*** 

Al día siguiente llego en cuanto salgo del trabajo hacia el departamento de Celeste y me encuentro con un escándalo. Miro a Oliver Beckett tocar la puerta soltando insultos que comienzan a calentar mi sangre.  




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