Owen
Todos en la empresa notan mi buen humor, es algo que no puedo ocultar. Tengo cosas por las cuales sentir alegría y una de ellas es que Celeste aceptó vivir en mi casa, no soy idiota, aprovecharé al máximo todo lo que ella me dé. Sin embargo, lo de vivir de manera temporal en mi casa es una trampa, porque no pienso dejarla irse luego. Haré que Celeste y mi hija vivan conmigo, las quiero a las dos todos los días al despertar y antes de dormir, quiero más de los tres.
Por otro lado, estoy relajado. Lo que pasó anoche se repite una y otra vez en mi cabeza encendiendo el deseo que nunca ha muerto por ella, antes pensé que estaba loco por esa mujer, pero ahora me doy cuenta de que estoy mal, muy mal por ella. Todo lo que pienso es a Celeste, no veo otra mujer con el más mínimo deseo, y es que tampoco me interesa porque tengo todo lo que necesito con ella.
Su cuerpo, sus gemidos, cómo me dejó probarla y lo sensible que es a mi tacto me enloquece.
—Alguien está feliz, pensé que luego de las peleas y puñetazos tú ibas a volver como un ogro toda la semana—levanto la vista viendo como Carter ingresa a mi oficina con una sonrisa divertida. Ruedo los ojos y enfoco los en la pantalla de mi computador—creo debo pedir un deseo el día de hoy y se hará realidad, tú nunca estás feliz, tengo años viéndote ser un ogro que me da escalofríos mirarte de buen humor—ruedo los ojos una vez más y él se ríe como si realmente su chiste fuese gracioso.
—Sigue trabajando que, como payaso no sirves para nada—Carter se ríe y me tiende unos documentos que fácilmente su secretaria puedo haberme traído, pero como a él le encanta venirme a contar chismes que me importan una mierda, siempre los trae.
—Me gusta la amiga de Celeste—paro lo que hago levantando la vista hacia él quien sonríe como un idiota y enarco una ceja.
—La pelirroja no parece ser tu tipo—él se encoje de hombros.
—La pelirroja es totalmente mi tipo, me gusta, pero yo no parezco gustarle—hace una mueca con los labios.
—Pensé que ninguna mujer se resistía a tus encantos—le recuerdo las palabras que siempre lo escucho decir.
—En este caso esa mujer se resiste mucho, así que ya entendí el mensaje—se encoge de hombros restándole importancia, pero si me está contando como una mujer lo rechazó es porque le interesa.
No he sociabilizado mucho con esa mujer porque siempre que me mira solo es para darme una mirada de muerte, supongo que Celeste no era la única que me odiaba, ella también lo hacía. No es como que me importe la opinión de la pelirroja, pero seguramente algo bueno debe tener para que Celeste y Carter estén encantados con ella.
Quizás más adelante lo haga, porque en mis planes está inmiscuirme totalmente en la vida de Celeste, porque quiero seguir formando parte de ella. Mis planes son a futuro, no me veo con ella solo unas pocas veces y luego de lo que sucedió anoche, ella debe tener claro lo que pasará.
Nunca fui un hombre posesivo o celoso, ella fue mi excepción desde que la conocí, pero quizás ni la misma Celeste comprenda el grado de posesividad que puedo almacenar ahora hacia ella y hacia mi hija. No quiero a Aida cerca de nadie más y mucho menos el imbécil que está detrás de Celeste, detesto a ese tipo, porque se ve como los príncipes azules que pueden robar corazones, yo nunca he sido de esos, me gusta ser el villano que se roba la cordura de la princesa.
—Siendo así nada puedo hacer por ti—me encojo de hombros y mi secretaria anuncia a mi abogada. Ella hace entrada con mucha calma, mis ojos van a Carter quien evita mirarla y niego, le presto atención a la manera en que ella aprieta los labios.
—Señor, aquí tiene los contratos, ya todo está en orden para ser firmado, ¿necesita algo más?—niego tomando el contrato en mis manos.
—No, gracias por tu trabajo, puedes retirarte—ella asiente con seriedad y sale de mi oficina. Carter suelta un suspiro como si estuviese reteniendo la respiración, enarco una ceja y él niega.
—No menciones nada—sonrío divertido, pero hago lo que dijo. Carter se queda conmigo trabajando mientras yo a cada nada reviso la hora desesperado que el día culmine para ir por Aida, Celeste ya me dio el permiso de buscar a mi hija.
Me siento malditamente orgulloso de eso, ella poco a poco va confiando más en mí y lo menos que quiero es defraudarla. Es por eso que cuando el día acaba yo prácticamente salgo huyendo de la empresa hacia la guardería de mi hija. Sonrío mientras conduzco y Carter tiene razón, mi humor está demasiado bien.
Me gusta sentirme así, hace tiempo que no experimentaba la emoción de ver a alguien, las ganas de besar a alguien y la falta que hace en el día, saber que cuando llegue a casa posiblemente Celeste ya habrá llegado. Hoy enviaré a que le traigan tus pertenencias, porque la quiero bajo mi techo antes de que pueda echarse para atrás en su decisión.
Cuando llego al lugar bajo del coche con el corazón acelerado. Sonrío al guardia que me observa con cuidado, cuando entro doy los datos que Celeste me dijo debo dar, coloco mi firma y me acompañan al salón de mi hija.
Todavía quedan algunos niños en el salón, ella está sentada mirando hacia la puerta, como si realmente esperara a su madre. Cuando sus ojos dan conmigo lanza un grito que sobresalta a la que supongo es la chica que la cuida y corre hacia mí. Me agacho tomándola en manos y pegándola a mi cuerpo. Aida besa mi mejilla innumerables veces haciéndome reír.
La chica se acerca con ojos grande y sorprendidos mirándome por lo que enarco una ceja hacia ella que se sonroja y voltea el rostro.
—¿La señora Beckett no vino por ella?—cuestiona confusa.
—No, cuando me vea por aquí no se sorprenda, estoy autorizado—le muestro el papel y ella asiente. Aida la mira y me abraza en un gesto posesivo cuando la chica coloca una mano en mi brazo.
Editado: 01.07.2024