Tú eres el hombre que amo

Capítulo 27

Celeste 

Me estoy riendo tanto que me duele la barriga, Owen parece a gusto con eso y Aida se ríe de mi risa, pero es algo que no puedo controlar. Estamos los tres jugando en el suelo de la habitación de Aida, hoy es sábado, desperté temprano y estaba limpiando algunas cosas antes de que Owen y Aida despertaran, Owen en cuanto me encontró limpiando hizo un escándalo asegurando que alguien se encargaría de eso.  

Al final lo dejé todo a manos de una chica muy simpática que él me dijo que viene tres veces por semana para la limpieza, ya de lo otro él se encarga. Hablé con Owen ayer y le hice saber de mi visita a mi nana, él pareció al principio preocupado cuando llegué con los ojos rojos e hinchados, luego me abrazó y esperó paciente a que le cuente lo que ocurría. 

Se vio sorprendido al contarle que papá había hecho que durante 3 años mi nana no haya encontrado trabajo. Sé que aparte de castigarla a ella, era su forma de castigarme a mí. Sé cuan frustrante es la situación y le agradezco a mi hermano quien le estuvo tendiendo la mano todo este tiempo. De solo pensar en que ella no haya tenido a nadie... no me imagino es las condiciones que pudo haber vivido por culpa de ese monstruo que se hacer llamar mi padre. 

La lista de decepciones por parte de Oliver Beckett sigue en aumento. Es despreciable y cada cosa nueva que descubro de él solo me hace tenerle más rencor y odio. También es un recordatorio de que él no puede ponerle las manos a mi hija nunca. No pienso permitirlo. 

—¡Papi Owe!—Aida llama a su padre quien parece bendecido cada vez que ella menciona esas palabras. Ella me abandona y corre hasta él abrazándolo del cuello ya que estamos sentados en la alfombra de su habitación. Él se ríe cuando Aida mira sus cartas y luego me mira—¡dos, mami, dos!—me grita y hago mi jugada. Owen bufa y la aleja para mirarla con suma traición. Yo exploto en risa una vez más y Aida viene hasta mi riéndose también para abrazarme. 

—¡Eso es trampa!—se queja totalmente ofendido—princesa, no esperaba esta traición—vuelve a quejarse y Aida me abraza. 

—Mami es bonita—responde como si eso fuese un argumento lo suficientemente valido como para hacer trampa y que se justifique. 

—Sé que tu madre es preciosa, pero me traicionaste princesa—vuelve el tono ofendido y Aida se ríe.  

La partida sigue hasta que ganamos nosotras luego de muchísima trampa por parte de Aida, pero ella se ríe y parece feliz de eso. Me levanto y dejo a Owen recogiendo las cartas que él le compró para enseñarle a Aida los números.  

A Owen le encanta enseñarle a Aida, tiene mucha paciencia y mi hija es muy curiosa y de rápido aprendizaje, a veces Owen suele bromear diciendo que ella es un genio. Llevo unos simples leggins, una camiseta corta y estoy en calcetines. Estoy bastante cómoda la verdad. 

Este ha sido un sábado diferente y no niego que me está gustando mucho, adaptarme a vivir en la casa de Owen es fácil, él me lo hace bastante fácil y la ayuda que tengo con Aida es una bendición. Tengo más tiempo hasta para arreglarme a la hora de ir al trabajo, nos turnamos estos días. Si yo llevo a Aida a la guardería, él es quien la busca. Si Owen la lleva, yo la busco. 

Me estiró y las manos de Owen me rodean, los besos en mi cuello llegan y con eso ese deseo que tengo dentro y trato de controlar. Aunque él ha sugerido que podemos volver hacerlo, aun no doy ese paso de nuevo. Owen es una adición y sé que mientras más lo pruebo, más ganas tengo de más. 

Siempre más. 

—Aida puede vernos—susurro cuando besa mi hombro y luego me gira para mirarme a los ojos. 

—¿Y?—inquiere en voz baja—es algo común que los padres hacen, besan a su mujer—voy a replicar, pero Owen aplasta su boca contra la mía y pierdo todo sentido de lo que iba a decir. 

Lo que él me hace sentir es completamente peligroso porque siempre estoy queriendo más y más. Lo deseo más que antes, los sueños constantes de nosotros y esta sensación de sentirme más completa cuando él está cerca son aterradora.  

Owen es encantador, sabe cómo sacarle provecho a eso y soy débil ante él, soy débil porque Owen fue el único hombre que he amado en mi vida, me entregué en el pasado a él con los ojos cerrados, sin nada que protegiera mi corazón y salí lastimada. Las personas suele pensar que un corazón roto es una exageración cuando la persona siente que está vacía, pero todos nos burlamos hasta que somos a quienes se lo rompen y aprendemos que no se exagera. 

A pesar de que en cuanto a nuestra hija le tengo mucha confianza, aun mi corazón no se decide a lanzarse al vacío, todavía me retengo.  

Me separo de él quien respira agitado con los ojos cargados de un deseo que me pone la piel de gallina, no parpadea, solo el timbre nos interrumpe por lo que me separo. Aida aparece con los ojos curiosos y yo le sonrío aun cuando mis labios se sienten inflamados por los besos que hemos compartido.  

Salgo del ensueño y me encamino hacia la puerta. Veo a Owen cargar a Aida e irse a la habitación. Niego y abro la puerta la casa encontrándome con el rostro perfectamente arreglado de Beatrice quien tiene un vestido que nada hace por ocultar sus generosos senos. La sonrisa coqueta en su boca me hace tensar porque sé que ella no venía en busca de una conversación, ella por cómo se ve, venía dispuesta a conquistar a Owen. 

La oleada de celos me retuerce el vientre porque no quiero a Owen con otra mujer y mucho menos con ella. Si, puede que esté renuente a entregarme por completo a él, pero eso no quiere decir que yo le dejaré en bandeja de plata para cualquier otra. 

Y menos para una como Beatrice.

—¿Qué haces tú aquí?—su voz es como un chillido molesto en mi oído. Enarco una ceja y la miro buscando toda la calma que poseo. 

—Vivo aquí, ¿qué necesitas?—no debería sentir satisfacción de la manera en que su rostro se contrae en incredulidad, pero disfruto muchísimo y justo ahora que estoy tan cómoda con todo lo que llevo que ella se da cuenta. Sus labios se aprietan mientras me mira como si fuese una molestia que se quiere quitar de encima. 




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