Tú eres el hombre que amo

Capítulo 33

Celeste 

Controlo las ganas de jadear cuando Owen no es nada discreto en tomarme del trasero y restregarse contra mí, sonrío cuando él mordisquea mi cuello y luego separa el rostro de ese lugar para mirar por el pasillo, cuando sabe que nadie viene vuelve a buscar mi boca y besarme como un lunático, como si nunca tuviese suficiente de mí. 

—Owen, debo volver al trabajo—susurro, pero todo lo que él hace es tomarme del muslo y alzarme haciendo que mis piernas de enreden en sus caderas. 

—Déjame besuquearte un rato más—es todo lo que dice. 

—No viniste a besarme, sino por trabajo—le recuerdo, él rueda los ojos antes de volver al ataque. Mi boca está sensible por todos los besos robados por parte de él, porque cuando no me encontró en mi oficina me esperó fuera del salón de reuniones y en cuanto me atrapó sola, no me ha soltado. 

Se supone que vino hablar como mi jefe, no a besarme. Aunque el cosquilleo que me causa estar besándonos a escondidas es emocionante y es la única razón por la cual no lo he detenido, aunque decir eso es mentir, no lo he detenido porque me gusta sentir su boca junto a la mía. Me enloquece tanto el perder el control con él, que cuando me besa o me toca todo lo demás queda en segundo plano. 

Pero cuando escuchamos voces sé que es momento de detener esto. Es por eso que me separo respirando algo agitada y Owen deja su frente junto a la mía como si buscara un poco autocontrol. Yo acaricio su rostro mirándolo, él abre los ojos y el verde en ellos está totalmente oscurecido, sus labios están entreabiertos respirando de manera agitada. Deja un último beso y se separa dando pasos hacia atrás, yo me quedo con la fortaleza que me da la pared a mi espalda mirándolo de arriba abajo.  

Esta mañana tuve que salir más temprano porque hubo un pequeño problema, no pude despedirme de él o de mi pequeña porque estaban durmiendo y no quería arruinarles el sueño, así que este derroche de deseo por parte de Owen no debería sorprenderme. 

—Bien, señorita Beckett, usted y yo tenemos algunos asuntos a tratar—sonrío divertida de su formalidad, pero me arreglo lo mejor que puedo y cuando él camina lo sigo en silencio.  

Siento los ojos de las personas con las que trabajo, pero mantengo en mi rostro una expresión calmada, lo contrario a Owen quien parece fastidiado de que nos hayan interrumpido el besuqueo. Controlo la sonrisa que se quiere desplegar por mi rostro y mejor me concentro en lo que él vino a supuestamente averiguar, sé que no es algo muy importante y que solo lo utilizó de escusa para venir a verme. 

Owen puede parecer el típico hombre rompecorazones, pero cuando una mujer le gusta es una cosa muy entretenida y linda de mirar. Aunque para mi pobre corazón no, cuando este hombre muestra un poco de intensidad toda yo me alboroto como si fuese una adolescente en pleno apogeo de las hormonas, él es peligroso para mi salud mental y estabilidad. 

Linda me observa desde su lugar con una sonrisa divertida en el rostro, hace una seña a sus labios y frunzo el ceño, entro a mi oficina y busco un espejo. Hago una mueca cuando me encuentro con mi labial fuera de lugar y la sonrisa de Owen me deja saber que él ya lo había visto. 

—Eres un idiota—le gruño las palabras molestas, comienzo a limpiarme escuchando su carcajada, ruedo los ojos y él se desplaza en pasos silenciosos a mi lado. Toma mi rostro entre sus manos para que lo mire. 

—Me gusta más en esa forma, que los idiotas que te miraban sepan que eres mía—enarco una ceja y lo aparto. 

—No sabía que todavía estábamos en los tiempos de las cavernas—Owen deja caer parte de su peso en mi escritorio sin quietarme los ojos de encima, una sonrisa está posada en esa boca que hace un momento estuve besuqueando como loca. 

—Cuando se trata de ti y de Aida, créeme que si—saco mi labial para retocar un poco y cuando me siento bien arreglada, miro a Owen. 

—¿A qué viniste aparte de dañar mi labial?—él me toma de la cintura y me acerca a su cuerpo, sus dedos hacen círculos en mis caderas haciéndome consciente de cada parte de su cuerpo que está en contacto con la mía. Dudo que él sea tan inocente de no notar lo mismo que yo. Es por eso que levanto la mirada y la sonrisa divertida en su boca es mi respuesta. 

—No me dijiste si aceptaste o no la propuesta de mi padre—me tenso y él lo nota. Owen me dijo sobre como su padre quiere hablar conmigo para disculparse por todo lo que pasó, aunque yo no estoy muy segura. 

Como he dicho antes, suelo tomar muy poco en cuenta lo que dicen sobre mí, pero él se metió con lo más sangrado que tengo y de lo que realmente soy bastante rencorosa: mi hija. Todavía tengo en mi cabeza cada una de las palabras que él dijo ese día y lo mucho que me hirieron, la manera en que se refirió a Aida. 

Pero cuando miro los ojos de Owen y veo esa esperanza en ellos me hace flaquear un poco, supongo que puedo escuchar lo que él tenga por decir y luego tomar una decisión definitiva. Owen me aseguró que se hará lo que yo quiera, no es que tenga deseos de apartar a Aida de sus abuelos, pero dado el historial que tienen solo busco mantener a mi pequeña a salvo de todos los problemas en los que a Owen y a mi nos han involucrado. 

—Iré—respondo finalmente y la sonrisa en su boca es grande y real, y hace que mi corazón lata más rápido. 

Estos sentimientos por él siguen creciendo cada día y es difícil de controlar lo que me hace sentir. Todo lo que me recorre el cuerpo cuando él está cerca o me toca. 

Hay una verdad dentro de mí de la que aún no me siento valiente para admitir, pero sé que con cada mirada que le doy o beso, Owen la siente.  

Sabe lo que siento. 

 

**** 

 

La música jazz se escucha en el restaurante en el que me encuentro, sentada en una mesa con vista al mar. Mis ojos no se aparatan del cristal ni cuando siento la presencia de mi compañero. La silla frente a mí suena al arrastrarla hacia atrás y cuando mis ojos van al padre de Owen, él me observa con un rostro totalmente avergonzado. 




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