Tú eres el hombre que amo

Capítulo 34

Owen 

La risa de Aida resuena en toda la sala cuando suelto un rugido mientras la persigo, su nana se ríe desde el lugar donde está sentada mientras mi hija se oculta detrás del mueble. Veo como saca la cabeza para buscarme mientras hago el que no la ve, la sonrisa que tiene en la boca es enorme, tanto que muestra todos sus pequeños dientes. 

La nana de mi hija sigue riéndose, pero saca su teléfono y apunta a la pequeña que lleva un dedo a sus labios y le hace un gesto para que guarde silencio. Estoy divertido del ingenio de mi pequeña y de que ella realmente crea que yo no puedo verla cuando está mostrándose. 

—Uhmm... ¿dónde estará mi pequeña princesa?—cuestiono en voz alta caminando por la sala. La risa de Aida es audible, pero ella sigue escondiéndose detrás del mueble—¿tienes idea de donde está?—le cuestiono a la nana de mi hija. La mujer se ríe totalmente divertida. 

—No, al parecer nuestra pequeña desapareció—hago sonidos como si estuviera pensando y me alejo del mueble para rodearlo en silencio. Aida saca la cabeza para buscarme, pero aparezco detrás de ella. 

—¡Aquí está!—grito alzándola. Ella chilla riéndose sin control mientras yo le hago cosquillas. 

—¡Papi Owe, no!—chilla removiéndose como un gusanito entre mis manos. Yo me rio y continúo haciéndola reír, hasta que paro para que no le dé un dolor de estómago por la manera en que se está riendo sin control. Yo me siento con mi hija aun en su estado de histeria riéndose. Sus mejillas han adquirido un fuerte rubor y tiene el pelo desordenado cayéndole sobre la cara, le quito el cabello y luego beso su frente con afecto.  

—¿Mejor princesa?—cuestiono cuando ella se calma. 

—Papi Owe, ¿cómo me viste?—cuestiona haciendo uno de sus pucheritos. 

—Porque papi siempre te verá, no importa donde te escondas, papi tiene un super poder de encontrar princesas—ella sonríe. 

—¿Siempre me encontrarás, papi Owe?—cuestiona con curiosidad. 

—Por supuesto, eres mi hija—ella se acomoda y besa mi mejilla. 

—Te amo mucho papi Owe—sonrío con esas palabras con el corazón lleno de amor por esta niña, lo mejor que la vida me ha dado. 

—Y yo a ti pequeña—un bostezo se le escapa—pero ya es hora de dormir—le digo y ella hace otro pucherito. 

—Mami no ha llegado—suspiro y le sonrío. 

—Tuvo un inconveniente en el trabajo por lo que llegará tarde, pero me dijo que te diera muchos besos antes de dormir de su parte. Así que portémonos bien que si tu mami se entera de que pasó tu hora de dormir y aun no estás en cama se enfadará y no queremos eso, ¿verdad?—ella niega y yo me levanto tomando su mano—despídete de tu nana por hoy—la veo acercarse a la mujer y sonriéndole la abraza con fuerza. 

—Te amo mucho—la mujer se derrite y la besa innumerables veces, luego Aida se acerca a mí y ambos nos encaminamos a su habitación, ella se acuesta y la arropo para luego besar su frente y tomar un cuento. 

Tomo mi lugar y cuento la historia con voz calmada y ella me escucha hasta que pasados los minutos sus ojos comienzan a cerrarse, la veo luchar contra el sueño, pero cuando se duerme lo hace con una sonrisa en la boca. Yo sonrío y acaricio su pequeño rostro, todavía me parece sorprende que un ser tan puro y lleno de vida fue creado por mí, que contribuí a que ella existiera. Aida es una bendición que nunca esperé, pero no miento cuando digo que amo esta etapa de mi vida, enfocarme en mi hija y en mi mujer, es lo único que quiero. 

Cuando salgo a la sala puedo escuchar desde la cocina a la nana de Celeste cantar alguna canción, me acerco hasta ese lugar y la veo terminar de limpiar la cocina y secar sus manos. Al verme me sonríe de manera sincera a lo cual yo también lo hago. 

—Esa niña te ve como su héroe—esas palabras me llegan al pecho por lo que le sonrío. 

—Eso es bonito—respondo con tranquilidad. 

—¿Dónde está mi niña?—hago una muesca. 

—Tuvo una reunión de último minuto, por lo que me avisó que saldría tarde de la empresa, no es algo que me guste, pero la conoces bien, Celeste no sabe cuándo parar, ama su trabajo—ella se ríe y asiente. 

—Siempre ha sido así desde pequeña—la miro curioso. 

—¿Usted siempre cuidó de ella?—Carolina suspira y asiente. 

—La madre de mis chicos nunca ha sido muy maternal, sus ojos siempre han estado en su esposo. Nunca ha sido una verdadera madre. Tenía años trabajando en la casa de ellos cuando nació Caín, fue un pequeño siempre muy enojón, pero cuando su hermana nació, siempre cuidó de ella. Esa mujer los ignoraba a los dos, así que me encargué de darle el amor que ella les negaba. Yo soy una mujer que no tuvo la oportunidad de tener hijos, pero la vida me los dio a ellos—asiento en comprensión y ella suspira—ya es hora de irme, descansa—ella coloca una mano en mi hombro como despedida y se aleja. 

A pesar de que trabajo desde casa las horas corren y Celeste no llega haciéndome sentir algo inquieto, justo ahora estoy trabajando en la cama cuando escucho la puerta principal abrirse. Dejo todo en la cama y camino a pasos silenciosos, escucho como Celeste se ríe y estoy por aparecer, pero la voz de un hombre me detiene. 

—Cuidado si te caes—enarco una ceja y en silencio me acerco de a poco para ver, Celeste se encuentra en la puerta mirando al mismo tipo que ya he visto anteriormente. 

Me tenso cuando veo la manera en que mira a Celeste, puedo ver en sus ojos el deseo y el anhelo tan claros porque toda la expresión en su rostro indica las ganas que tiene de ella. Aprieto los puños y Celeste solo le sonríe. 

—Gracias por traerme a casa Gabriel, siempre eres como un ángel—Gabriel sonríe y levanta una mano quitándole un mechón el rostro, quizás debería acercarme e intervenir, o quizás estoy siendo maleducado escuchando una conversación en secreto, pero necesito observar y escuchar lo que tiene por decir ese imbécil. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.