Tú eres el hombre que amo

Capítulo 35

Celeste 

 

La vida me ha enseñado que debo valorar los momentos de felicidad y alegría. Estos son efímeros y la vida ya es muy corta para vivir con lamentaciones, estoy cansada de ocultar una verdad que me pide a gritos ser suelta, porque, aunque me mienta a mí misma, aunque trate de negar lo evidente, ya no puedo seguir haciéndolo.  

Me di cuenta de cuan enamorada estoy de Owen en el momento en que luego de una reunión me encontré con Gabriel quien me invitó a un par de copas que acepté con gusto. A pesar de no haber correspondiendo sus sentimientos, Gabriel forma parte de mi vida como ese amigo que necesité y del cual le estaré agradecida toda la vida. Él fue un apoyo incondicional, fue un hombre que pase lo que pase, siempre me sentiré en deuda con él. 

Fue el primero que luego de todo lo que sucedió creyó en mí. 

Además de que siempre trató con cariño a mi hija, nunca la miró como si fuese menos, de hecho, en los cumpleaños de Aida, el presente de Gabriel siempre ha estado, pero ahí viene el problema. Que a pesar de saber que Gabriel es un excelente partido, un hombre bueno que cree en mí, que me cuida y me quiere, que quiere a mi hija y que siempre me ayuda... no lo amo. 

Me doy cuenta de ese detalle cuando nos sentamos hablar de nosotros y de la vida, que aun estando a su lado mi mente va al hombre que me espera en casa y mi corazón parece enloquecer con solo pensar en su nombre o buscar en mi memoria sus ojos o sonrisa. 

Justo hablando con el prototipo ideal para mí me doy cuenta de lo que mi mente no quiere aceptar... amo a Owen. 

Pensé que ya no caería de nuevo en esta locura del amor, pero aquí estoy. Enamorada hasta la medula de ese hombre y eso que quise evitarlo, que no quise enamorarme así de fácil de él, pero Owen ha hecho todo para que amarlo sea tan fácil, al parecer solo debía superar las barreras que había implantado y en el momento en que él lloró abrazando a nuestra hija, en el momento en que prometió que sería el padre que ella merece yo caí. 

Y luego lo seguí haciendo una y otra vez cuando él buscaba las maneras de hacerme pensarlo, de hacerme desearlo... de hacerme amarlo. Él se ha encargado de joderme tanto que no puedo pensar en otro hombre, él es el único en mi corazón. 

Así que cuando Gabriel me lleva a casa y habla conmigo, lo tengo claro. Y cuando Owen me aborda, estoy tan consciente de que lo amo que es difícil esconderlo y por eso soy sincera con él. 

Lo amo. 

Él es el hombre a quien yo amo. 

Y fui una tonta al pensar que podría controlar mis sentimientos cuando sus ojos en este momento brillan, cuando su sonrisa parece encender la noche como la luz más brillante, cuando sus ojos se llenan de lágrimas como si él estuviese esperando por este momento mucho tiempo, el bastante como para parecer irreal ahora que ocurre. 

Owen da unos pasos y envuelve mi cuerpo contra el suyo, el aroma varonil que siempre pertenece a él flota a mi alrededor envolviéndome en la burbuja de la cual nunca quiero huir. Su calor se siente como mi hogar, estas paredes, estas risas que hemos soltado en este tiempo se siente como mi hogar. 

Este lugar es mi hogar. 

Nunca lo había sentido tan real, pero aquí tengo todo lo que necesito. Tengo a mi familia, tengo a mi nana, tengo a mi hermano, mis a mis amigos. Tengo todo lo que siempre quise y que sentí que nunca iba a recuperar, quizás hay heridas que quedan por sanar, pero siento que voy en buen camino, que podemos hacerlo. 

—Repite esas palabras de nuevo, por favor—la suplica en la voz de Owen me hace elevar la vista hacia sus ojos verdes. 

—Te amo Owen, te amo—susurro en voz baja, como si fuese un secreto y no la declaración que sé que él ha estado esperando.  

Owen me sujeta de las mejillas con una suavidad que me eriza el alma misma, y posa sus labios con la ternura que no sabía que había en él, y me besa. Me besa lento y pausado, como si tuviéramos toda la vida para que nuestro beso de fin, como si los problemas se desvanecieran y solo quedásemos nosotros dos en medio de todo. 

Y es su beso lo que me hace solar lagrimas porque pensé que jamás diría esas palabras a un hombre, porque pensé que luego de él no volvería amar, que la idea de confiar estaba cerrada para mí. Y aquí estoy, haciendo todo lo que prometí no hacer. 

Amándolo una vez más. 

Owen me sujeta y me alza por los muslos sin dejar ir mi boca de la suya, mis manos van a su cuello buscando una fortaleza cuando siento que no puedo más que devolverle los mismos sentimientos que él me transmite en su beso.  

Él nos lleva hasta la habitación en donde al cerrar la puerta me besa todo el cuerpo despacio, tomándose el tiempo para enloquecerme, con cada beso suelta una frase que me derrite por la ternura que no pensé que fuese a usar en mí.  

Cuando me tiene desnuda y a su merced él se detiene y toma una de mis manos, besa mis nudillos mirándome a los ojos y la vulnerabilidad que encuentro en ellos me hace sonreír con lágrimas deslizándose por mis ojos. 

—Así la vida nos ponga mil obstáculos, tú eres la única mujer que siempre gobernará en mi corazón. Eres mi primer amor y serás el único, porque no habrá otra persona que me haga querer vivir como lo haces tú, te amo con locura Celeste y quizás la vida es muy corta para demostrarte todo lo que siento por ti, pero cada día me encargaré de amarte y que nunca lo olvides. Que nunca olvides que tienes un hombre que por ti cambió, que por ti quiso volverse su mejor versión. Un hombre que es tuyo, tienes mi corazón en sus manos—y con esas palabras él me besa y se une a mí de esa manera en que solo él podría hacerlo. 

Cada estocada en mi interior se siente como un fuego que amenaza con quemarme el cuerpo y reducirlo a cenizas, pero sé que solo lo necesito a él. Hoy, mañana y durante lo que resta de la vida. 

Owen esa noche no me deja dormir, me demuestra con cada parte de su cuerpo, su amor por mí. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.