Tú eres el hombre que amo

Capítulo 37

Celeste 

 

Su mirada no ha cambiado a pesar de los años, pero eso no debería sorprenderme, siempre he sabido la clase de persona que es mi madre y aun así siempre traté de buscar algo bueno en ella cuando sé que no hay nada allí.  

Candace Beckett. 

Mi madre es una mujer que a pesar de los años sabe conservarse mucho, tanto que a pesar de los años sigue pareciéndome hermosa, sensual y mucho más joven de lo que es. Su pelo negro está mucho más corto de lo que recordaba, le llega a los hombros totalmente liso, su rostro de muñeca perfectamente maquillado haciendo que sus labios, que al parecer agrandó, se vean mucho más regordetes y apetecibles con el labial rojo. Un vestido negro cubre su cuerpo lleno de curvas y los ojos azules brillan con malicia cuando pasa la mirada por todo mi cuerpo antes de apartarla y pasarla a mi hija. 

Me tenso totalmente, porque no esperé encontrármela aquí luego de años sin saber de ella y que nunca me haya buscado. Sinceramente no comprendo a Candace, porque ahora que soy madre no me imagino a otra persona criando a mi hija, o a mi ignorándola y no amándola como lo hago. Candace nunca se ha comportado como una madre conmigo, nunca fue a mis presentaciones en la escuela, nunca me felicitó cuando le llevaba la mejor calificación de mi salón, ni siquiera cuando ganaba medallas. Para ella su vida giraba en torno a papá, nunca fue una mujer amorosa, solo nos tuvo por tener hijos. Nunca me dio palabras amorosas o un consejo sabio, ni siquiera le importó que jugaran conmigo como una tonta, todos los sabían menos yo, ella lo sabía y mirándome a los ojos lo único que me dijo una vez fue: 

Es el chico que tu padre quiere. 

No me preguntó si lo amaba, si me hacía feliz, solo le importaba que a papá le gustara, porque su vida siempre ha sido Oliver.  

—Aleja los ojos de mi hija—comento con los labios apretados y seriedad en mi voz. Estoy tensa, pero más cuando caigo en cuenta de que la persona junto a mi madre es mi padre. 

Mi mejilla quema como el recuerdo de la bofetada que me dio, sus ojos están rabiosos, pero hay un interés mezquino en ellos al observar por primera vez a mi hija. Yo me coloco frente a Aida interrumpiendo que la mire, me siento enferma con estas dos personas frente a mi hija, frente a la pureza e inocencia de ella. 

—Que grosera te has convertido, al parecer juntarte con los Remington no deja otra cosa que convertirte en una vergüenza—habla mi madre con tranquilidad. 

—Owen, llévate la niña, necesito hablar con ellos—giro mis ojos hacia Owen quien está apretando los puños mirando a mi padre—creo que él capto el mensaje que le dejaste la última vez, así que por favor aleja a nuestra hija de ellos—veo el debate en sus ojos por lo que le sonrío por suavidad y él suspira pareciendo cansado, pero se levanta y carga a Aida quien sigue mirando a las dos personas frente a nosotros con curiosidad. 

—Mami—me llama y le sonrío. 

—Iré en un momento amor, ve con papá—ella asiente y con pasos lentos Owen se aleja, sé que la única razón por la cual aceptó dejarme sola con ellos es por Aida, porque no se fía de Oliver, yo menos luego de que se atrevió a ir hasta mi trabajo para pegarme como el abusivo que es. 

Cuando nos quedamos los tres solo Candace es quien se sienta primero en la mesa, luego papá lo hace, no tengo más remedio que hacer lo mismo y en silencio tomo asiento. Siento tanta rabia, casi puedo recordar los pocos momentos en donde compartimos mesa que solo eran una excusa para criticar todo lo que Caín y yo hacíamos mal, aun cuando demostrábamos de mil formas que hacíamos las cosas bien. Ellos no querían hijos, querían trofeos que exhibir, si no tenía nada que aportar entonces no les servía para nada. 

—Es bonita la niña, pensé que se parecería a ti, pero es como su padre—hace una mueca—aun no entiendo como pudiste tener un hijo de esa maldita familia que tanto daño le ha hecho a la nuestra. Tú eres una vergüenza para el apellido Beckett, siempre lo has sido, pero con esa cosa que tuviste, mucho más—respiro hondo para calmar el fuego que me quema en todo el cuerpo por el subidón de enojo que tengo. 

—Se llama Aida y es mi hija, exijo respeto para ella porque si hablamos de vergüenza y de personas detestables, te aseguro, madre, que te llevas toda la ventaja—ella sonríe como si lo que acabo de decir es un cumplido. 

—¿Qué pasaría si quiero acercarme a mi nieta?—cuestiona con interés. 

—Se quedará en un pensamiento o sueño porque tú a mi hija no te acercas, primero pasas mi cadáver antes que dejarla cerca de dos personas tan repugnantes como lo son ustedes—me tenso cuando papá coloca las manos sobre la mesa, entiendo la amenaza bajo sus ojos. 

—Sigues siendo una maldita malagradecida, después de todo lo que hicimos por ti y por tu hermano no haces más que romper nuestro orgullo con tus acciones, nunca tuve esperanzas en ti, y aun así me sigues decepcionando—lo miro fijamente. 

—Decepción tuve yo al descubrir que tú eres un hombre repugnante y asqueroso que engañó una mujer, que la filmó sin su consentimiento solo para quedarte con lo que a ella le pertenencia. Asco siento yo cada vez que recuerdo que tú—señalo a mi madre—sabias lo que él hacía y aun así no lo detuviste, pero como hacerlo, si son tal para cual—mamá suspira. 

—Ellos te cuentan esa mentira y tú inmediatamente les crees, a ellos que fueron lo que jugaron contigo como la tonta que eres y seguirás siendo—niego. 

—No, ellos al contrario han sido los únicos que han sido sinceros conmigo. Los quiero lejos de mi vida y mucho más lejos de la vida de mi hija. Ustedes no saben de lo que soy capaz con tal de proteger a mi hija. Ya no estoy sola, tengo el apoyo de los Remington, así que yo me lo pensaría dos veces antes de hacer una idiotez—me levanto con la misma calma que estoy fingiendo—y prepararé una orden de alejamiento contra ti, porque no soy tu hija, no soy tu maldito saco de boxeo para que vengas a pegarme cada vez que se te dé la gana. Espero que el maldito brazo que te rompieron sea un recordatorio de lo que te pasará si te atreves a tocarme—Oliver se ríe como si supiera algo que yo no. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.