Tú eres el hombre que amo

Capítulo 40

Owen 

Celeste ha estado tratando de evitarme y creo muy bien saber cuál es la razón de su actuar. Ella piensa que no me he dado cuenta de que se despierta mucho más temprano que yo para prepararse, arreglar las cosas de nuestra hija e irse apenas y me despierto dándome un beso, regresa temprano y siempre tiene más trabajo que hacer cuando intento sacar conversación. 

Una sonrisa se posa en mi boca, es algo irritante lo que hace, pero también me causa gracia. Ella está realmente avergonzada por sus declaraciones a la maestra de nuestra hija. Mientras que ella parece que se ruboriza cada vez que me ve por esas palabras, yo no me saco de la cabeza su manera posesiva de llamarme y que, de hecho, haya puesto Celosa a Celeste. 

Quiero más de esas reacciones que parecían inusuales en ella. Es por eso que esta vez me quedo sentado junto a Aida mientras esperamos a su madre. Escucho a mi hija contarme lo que ha hecho en la escuela, me habla de cómo su maestra siempre está pendiente de ella y que le preguntó sobre mí. 

Hago nota mental de ir a tener una seria conversación con esa mujer. Mi hija me cuenta sobre cómo le respondió que su mami me trata bien, sonrío porque creo que, si hay una persona que me puede celar más que la misma Celeste es Aida, he notado que mi hija no permite que otras mujeres aparte de su madre estén cerca de mí.  

El cabello lo lleva suelto y el lazo que le puso su nana hace juego con el vestido naranja que lleva. Su nana aparece con aperitivos que silencian a mi hija cuando comienza a comer. La mujer toma asiento mirándome con curiosidad, ahora nuestra relación por obvias razones ha mejorado, ya dejé de ser una persona no grata para ella y puedo asegurar que es algo que valoro muchísimo. 

—¿Hay problemas entre mi niña y tú?—cuestiona con curiosidad, sonríe viendo como Aida devora todo, tengo que admitir que la mujer cocina delicioso. Ni siquiera la comida de mamá que es mi favorita puede superar el razón de la nana de mi hija. 

—Realmente nada por lo que debas preocuparte Carolina, solo que tienes una niña muy terca que a veces le cuesta aceptar las cosas, pero me he dado cuenta de que por ella soy un hombre paciente—sonrío un poco a mi hija cuando me mira con curiosidad. Ella toma de los aperitivos y me los tiende, abro la boca y como de lo que mi hija me da. 

—Si tú lo dices, debe ser cierto—ella se ríe—parecía muy avergonzada esta mañana—la miro fijamente. 

—Usó un apelativo muy cariñoso y posesivo cuando vio que otra mujer me trataba con demasiado agrado, lo escuché y desde entonces actúa así—Carolina se ríe divertida de lo que escucha y justo en el momento que está por responder la puerta se abre dándole paso a Celeste. 

—¡Mami!—Aida deja lo que con tanto deseo comía y corre hacia su madre, Celeste deja su bolso sobre el sofá y se agacha tomando a nuestra hija y cargándola. Le llena el rostro de besos y hay tanto amor en la mirada de ella y la manera en que nuestra la hija la mira, como si fuese su mundo quien la carga en ese momento. 

—Mi tesoro, ¿cómo estás?—cuestiona ella caminando hacia nosotros con Aida en brazos. 

—Bien, estaba comiendo—Celeste sonríe y la baja para que vuelva a devorar lo que queda, ella corre a mi lado a seguir comiendo. 

La veo acercarse a su nana y besar su frente con cariño, camina hacia mí y se coloca de frente con la intención de besar mis mejillas, con ambas manos sujeto su cintura y ella lanza un grito cuando su agradable trasero cae sobre mis piernas. Sus ojos se encuentran bien abiertos mirándome con sorpresa y sonrío orgulloso de mi hazaña. 

—Hola nena—saludo antes de besarla en la boca, me controlo porque nuestra hija está cerca, así que el beso no es nada del otro mundo. Aun así, ella parece que suspira cuando me separo y sonrío—así es como debes saludarme siempre, no ese saludo soso que prendías darme—le saco una sonrisa divertida. 

—Ese era el saludo que iba a darte, solo que eres un poco salvaje y nunca esperas—rueda los ojos.  

—¿Como te fue en el trabajo?—ella suspira. 

—Haciéndolo bien, tienes a la mejor a tu lado—sonrío un poco y tomo el mechón de su pelo para ponerlo detrás de su oreja cuando este se escapa. 

—Eso siempre lo he sabido—la abrazo dejando mi cabeza en su pecho. 

Ella sonríe y acaricia mi cabello. Siento como Aida intenta subir a mis piernas sin éxito, hasta que se enfada y al mirarla está haciendo uno de esos pucheritos que la hacen ver muy tierna. 

—¿Mi princesa se siente desplazada?—cuestiono divertido, Aida sigue con ese puchero que nos hace reír a todos antes de que suelte a Celeste y suba a mi hija a mi otra pierna. Ella se ríe y se abraza a su madre y a mí como un pequeño monito. 

Sonrío como idiota y Celeste comienza a reír, escuchamos el sonido de una foto y al girar vemos a Carolina con el teléfono en manos apuntando hacia nosotros con una sonrisa en la boca. 

—¡Te amu!—grita Aida a nadie en particular, por lo que supongo que quiso decir que nos ama. 

—Nosotros te amamos mucho princesa—ella levanta la mirada y sonríe con travesura. 

—¿Puedo tener un novio, papi Owe?—la sonrisa se me borra inmediatamente causando que las carcajadas de Celeste me resuenen en el oído. 

—Ya hablamos de eso princesa, eres una niña de papi Owe, de nadie más—aseguro y frunce el ceño. 

—¡Pero, papi Owe!—se queja y suspiro cansado. 

—Celeste por favor, borrarle de la memoria a nuestra hija la palabra novio, por favor—Celeste y su nana están rojas de la risa, pero a mi de verdad no me causa gracia. 

Aida se baja de mi pierna, me mira, sonríe con malicia y se aleja antes de gritar: 

—¡Novio, novio, novio!—sigue corriendo cuando me levanto y deposito a su madre en el sofá y corro tras ella. Grita y comienza a reír, cuando la tomo en brazos se retuerce como un gusano, pero le hago cosquillas haciendo que chille tan fuerte que contagia a todos con su risa y al final termino riéndome tanto con ella que el piso es quien nos recibe para poder detenernos y respirar. 




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