Tú eres el hombre que amo

Capítulo 43

Celeste 

 

Mi día había sido bueno, bastante bueno. Despertar con la sonrisa que nadie me puede borrar desde que me comprometí con Owen, nuestra pequeña familia, mi trabajo, mi hermano, mis amigas. Todo estaba tan perfecto en la burbuja en la que estaba viviendo estos días que pensé que nadie podría sacarme, pero entonces ocurrió. 

Ocurrió lo que no quería que pasará; la burbuja explotó. 

Explotó de la manera en que no pensé que lo haría, de una forma abrupta en la que ahora todo lo que escucho es el eco de la voz de mi prometido gritando, pero yo solo puedo pensar que mi hija, mi pequeña está en manos del bastardo de Oliver Beckett y eso no puede estar bien. 

Miro a la maldita infeliz que le dio mi hija a ese monstruo, ni siquiera registro como me muevo tan rápido o como tomo todo su cabello y estampo su rostro contra la pared más cercana. Ahora los gritos se vuelven más nítidos mientras mi propio grito escapa de mis labios. Alguien intenta alejarme de ella, pero grito y tiro de su pelo quebrando hebras entre mis dedos.  

Duele, el dolor que siento en mi pecho, el terror que recorre mi cuerpo no es nada comparado con lo que le estoy haciendo. Es como si una parte esencial de mí no estuviera formando parte de mi cuerpo. 

—¡Maldita hija de perra, si a mi hija le sucede algo te amataré!—ni siquiera reconozco mi voz, es un grito de horror, es una cosa que no me deja respirar bien. 

—Celeste, calma, nena, nena calma—la voz de Owen se oye distante, solo siento el dolor de no detener a mi bebé en mis manos. 

—Mi bebé Owen, en manos de ese monstruo—jadeo y cuando miro lo que estaba haciendo tengo hebras del cabello de esa mujer entre mis dedos, los de seguridad la protegen, otras maestras están mirando la escena, pero me acerco a la directora del lugar quien nos mira sorprendida—Ustedes, los demandaré a todos malditos incompetentes, ¿dónde está mi hija?—cuestiono con voz rota, siendo sujetada por Owen. 

—¿De qué habla?—cuestiona la mujer mirándome como si fui yo la que se volvió loca y no la mujer al lado de ella que le dio mi hija a ese bastardo. 

—Esa mujer le entregó mi hija a alguien que no está autorizado, se llevaron a mi bebé—jadeo sintiendo la impotencia de que mi bebé no esté conmigo. 

—Señorita, explíquese—la mujer está mirándome con miedo. 

—Él dijo que era su abuelo—me rio de forma histérica. 

—Todos ustedes se van a joder, yo los joderé—no juego. No cuando mi hija está en peligro por ellos. Me suelto de Owen y camino a pasos rápidos sacando mi teléfono, marcando ese jodido número que no había tocado, pero que me sé de memoria desde que llegué. 

El teléfono suena, pero él no contesta. Llamo a la mujer que dice ser mi madre y tampoco lo coge. Siento que me están matando sin necesidad de que lo hagan físicamente, mi cabeza es un tormento donde veo a mi hija lastimada, herida por ese maldito infeliz. 

Ahogo las ganas de gritar y al girar me envuelvo entre los brazos de Owen quien susurra palabras tranquilizadoras, antes de llevar su teléfono a su oreja. Lo escucho maldecir y mencionar un sin número de órdenes, pero mi cabeza no funciona correctamente, el terror me ha invadido por completo. 

—Quiero a mi bebé, quiero a mi bebé, quiero a mi bebé—estas son las únicas palabras que puedo pronunciar, siento que el suelo se abre bajo mis pies, que mis pulmones no están dándome el oxígeno suficiente, que el día brilloso se ha vuelto opaco. 

Aida, mi pequeña. 

—¡Quiero que mi hija aparezca inmediatamente!—el grito de Owen me hace apartarme de él, él besa mi frente y se gira para seguir hablando, pero mi cabeza maquina más rápido que yo misma. 

Camino hasta mi coche, me subo y salgo como una demente del lugar, piso el acelerador y conduzco hacia la casa que abandoné hace tres años atrás. 

Nunca esperé mucho de mis padres, siempre han sido una mierda. Siempre, aunque quise hacerlos sentir orgullosa, no era cómo que le importaban mucho los hijos que tenían. Así que yo perdí hace tiempo la esperanza de que se comporten como padres de verdad, sin embargo, no pensé que él haría esto. Causarme este miedo de, este terror. 

Piso el acelerador mucho más, manejando como nunca lo he hecho, pero en mi cabeza solo está la necesidad de encontrar a mi hija. No pienso en nada más, es más, si él me devolviera a mi bebé ahora, sana y salva, yo estaría feliz y no haría absolutamente nada. Solo necesito a mi hija.  

El corazón me va a estallar, pero cuando al llegar el guardia me deja entrar, yo prácticamente bajo a toda velocidad del auto, sé que mis mejillas siguen húmedas por las lágrimas, pero no me importa. Corro hasta la entrada. 

—¡Oliver, Oliver!—grito por toda la casa, los empleados aparecen y se ven asombrados—¡sal de una puta vez!—grito subiendo las escaleras hacia su despacho. 

Veo como mi madre aparece de una de las habitaciones pareciendo confundida de verme aquí, ni siquiera yo misma registro como levanto la mano y le doblo el rostro de una bofetada. Ella jadea y hay gritos sorprendidos por mi acción. 

—¿Dónde ese hijo de perra tiene a mi hija?—gruño con molestia. 

—¿De qué demonios hablas?—cuestiona con molestia sujetando la mano en su mejilla. 

—Oliver se llevó a mi hija, dime donde está—ella sonríe con arrogancia. 

—No lo sé, y un sabiéndolo, por lo que acabas de hacer no te lo diría—habla como si estuviéramos hablando del puto clima y no de mi bebé. 

—Por favor, dime donde él está y haré lo que quieras, solo quiero a mi bebé de vuelta—ella hace una mueca. 

—Una bastarda—niego mirándola con decepción—quieres a esa bastarda devuelta, sí que no dejas de dar lastima Celeste—habla con molestia. 

—¿Sabes algo? Por mucho te justifiqué, justifiqué que seas una mierda de madre porque me dije que quizás era mucho para ti, que aún no estabas preparada, que con el tiempo podías cambiar y cuando me tratabas como una hija decía que eras la mejor madre del mundo, pero no te entiendo—niego con las lágrimas deslizándose por mis ojos—ahora que tengo una hija no comprendo cómo nos dejaste a merced de ese monstruo, como lo dejaste hacerle esas cosas a Caín. Como tú dejabas que él me utilizara de esa manera. Yo tengo una hija y sé que estoy haciendo un excelente trabajo como madre, ¿sabes por qué? Porque estoy haciendo todo lo contrario a lo que tú hiciste conmigo. Espero que tú y tu esposo se pudran en el maldito infierno—giro viendo a Owen en el piso inferior—encontraré a mi hija y cuando lo haga, él pagará todo el daño que nos ha hecho, todo el daño que le ha hecho a todos—camino hacia mi prometido, aun con el alma hecha pedazos. 




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