Tú eres el hombre que amo

Pasado 10

Celeste 

Mi corazón está destrozado.  

Nunca me dijeron que el amor era un arma de doble filo, que un día podría brindarte la mayor felicidad que podrías tener en esta vida y que al siguiente te robaría todo, dejándote a secas, donde sientes que tu alma se está perdiendo poco a poco. 

Así me siento yo en este momento donde miro solamente a la nada, mirando como si el tiempo se hubiese detenido para mí. O tal fue así. Eso pasó desde que llegué a casa más temprano de lo usual y quise habar con mi padre, pero solo me encontré una conversación elevada de tono entre él y mi hermano. 

Donde básicamente gritaban acerca de cómo todos sabían que Owen me ha estado utilizando para su venganza. Todos los sabían y me dejaron a su lado, me dejaron amarlo, entregarle cada pequeña parte de mí que ahora me siento vacía, sin nada. 

Porque no solo me entregué una y otra vez a él físicamente, todos mis sentimientos, todo lo que soy lo dejé en sus manos y él solo me estaba utilizando para una maldita venganza de la que no entiendo anda. Una maldita apuesta, una venganza. 

Y todo lo que él pudo decir fue: perdón, te amo. 

Mintiéndome una vez más en la cara, mirando como yo me confié de cada palabra, cada beso para que él lo utilice. Ni siquiera estoy llorando, me siento seca, sin vida. Miro el puente que se alza ante mí y me quedo mirando fijamente. 

Todos me mintieron, todos me utilizaron. 

Me siento asqueada de mí misma, de lo que soy. 

¿No soy suficiente buena para que alguien me ame? ¿Hasta cuando debo recibir dolor cuando doy solo buenos sentimientos? 

Ni siquiera sé que hice, solo tomé mis maletas, saqué dinero necesario y me fui, hui de todos y principalmente hui de él, del tormento de sus ojos, de la manera en que me tocaba para mentirme con besos en mi piel. 

Las náuseas me recorren y no me da tiempo de correr, me doblo y vomito todo el contendido de mi comida. Estoy un poco lejos de la casa que hace unos días conseguí porque llevo un mes y medio desde que me marché. 

Un mes y medio desde que hui de ellos. Desde que estoy en un país desconocido, donde busco trabajo porque sé que pronto el dinero me hará falta. 

Decido regresar a casa cuando me mareo, el camino se me hace horrible porque las náuseas y el mareo no se terminan, llego a tropezones a la puerta donde introduzco la llave. Me encuentro a mi compañera de piso, una pelirroja que para de besarse con el desconocido y frunce el ceño mirándome. Me gustaría preguntarle por qué me mira de esa forma, pero no me siento bien y no tengo fuerzas para discutir con alguien. 

—¿Te sientes bien?—cuestiona. 

Desde que me mudé aquí solo hemos intercambiado saludos, no he querido hablar con nadie, no necesito a más personas utilizándome en la vida. Estoy tan cansada. 

—Yo... 

Las náuseas vuelven y corro hasta el baño arrodillándome y vomitando todo. Siento que vomito hasta mi alma quedando totalmente exhausta. En la puerta la pelirroja me mira fijamente. 

—¿Comiste algo que te cayó mal?—cuestiona. 

—No, no he comido nada, todo me da nauseas—susurro cerrando los ojos un momento. 

— ¿Y si estás embarazada?—me paralizo por completo y abro los ojos horrorizada—¿quieres una prueba? Ayudé a una prima y dejó algunas en casa—ella parece que no entiende mi horror porque sale del baño y vuelve con al menos tres pruebas—puedes tomar las que quieras—me la tiende con calma, yo estoy entrando en pánico. 

—Yo no puedo estar embarazada, yo... 

Me paralizo porque no he visto mi ciclo menstrual en los últimos dos meses, tiemblo ligeramente tomando la prueba. La pelirroja al fin parece comprender que estoy por morirme. 

—Vamos, te ayudaré, es mejor siempre salir de las dudas—me da una sonrisa tranquilizadora y de manera temblorosa me levanto. Ella me explica lo que debo hacer y aunque un poco torpe lo hago, luego me quedo esperando los resultados. Estoy destrozándome las uñas de los nervios. Cuando pasan los minutos correspondientes entonces es ella quien toma la prueba y luego me mira. 

—Positivo—no sé cómo reaccionar. 

Un bebé. 

Un bebé de Owen y mío. 

Me trago el grito que se quiere escapar de mis labios y lloro sin control porque esto no estaba planeado, sin embargo... 

—Oh, Dios—susurro con voz ahogada. 

—¿Qué quieres hacer?—cuestiona la chica. 

Y sé que apenas estoy recuperándome de un corazón roto, pero el alma vacía parece llenarse de esperanzas cuando toco mi vientre con la idea de que pronto estará grande y que un bebé se forma en ese lugar. Sonrío despacio con la idea de un bebé mío. 

—Quiero darle una vida feliz a este bebé—es lo que respondo y lo que me propongo hacer. 




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