Owen
La avaricia brilla en la mirada maliciosa de Oliver Beckett. Él está sonriendo como un maldito desquiciado manteniendo la tensión en todo mi cuerpo con el arma en la frente de mi pequeña y dormida hija. Necesito alejar todo peligro de Aida antes de intentar matar a este maldito demente.
Él acaricia el cabello de mi hija y tengo que esforzarme por no lanzarme a él y arrancarle la mano que toca a un ser tan inocente y bueno como lo es ella. Celeste posee muchos rasgos de su padre, pero, me alegro que nada de su personalidad jodida.
—Supongo que planeabas como sorprenderme, pero yo lo hice por ti—él sonríe—no pensaste realmente que estaba solo esperándote—miro de reojo y me tenso cuando veo a mis hombres con las manos arriba y a hombres detrás de ellos apuntándolos—sí, tenía gente fuera de tu edificio y gente aquí, no soy tan idiota como para no prevenirme—él suspira como si estuviera agotado.
—Deja ir a la niña, esta mierda es entre nosotros—él sonríe.
—¿¿Y perder una mina de oro? Imposible que eso ocurra. No pensé que la mocosa iba a ser necesaria o siquiera iba a ser de utilidad, pero, investigué en secreto hasta enterarme que Alex puso todo a su nombre y tú lo declaraste públicamente, que ella es tu heredera—se encoge de hombros—solo deben darme lo que quiero y nadie será lastimado—aprieto los labios mirándolo.
—Así es como eres, nunca quieres trabajar para conseguir las cosas, solo usas a las personas a tu alrededor, ¿por qué?—él hace una mueca—antes, papá fue el único que te dio la mano y le pagaste de la peor manera. Celeste siempre ha sido una buena hija y tú la sigues lastimando, ¿por qué lo haces?—cuestiono con molestia.
—Alex debía pagar lo que me hizo, siempre muy recto, pero él sabe que yo la vi primero y no le importó—gruñe molesto.
—¿De qué diablos hablas?—cuestiono y él sonríe.
—Mi padre siempre me miró como si fuese una vergüenza, mis amigos se median con la cantidad de dinero que tenían para hacerme feliz, complacerme porque siempre fui el que estaba por encima de todos. Cuando papá comenzó a ponerme la correa con el dinero Alex llegó, nos hicimos amigos, sin embargo, Alex comenzó a querer destacar por encima de mí. Quiso ser más que yo y eso a nadie se lo permitía. Es por eso que me hice el idiota y seguí fingiendo ser su amigo, porque sabía que él quería mi lugar, quería ser el primero en todo—comienza a reírse como si todo fuese un puto chiste.
» Entonces la vi, la conocí primero. Clara era la única mujer que me interesó en ese entonces, me hice su amigo como un idiota, un día por azares de la vida él la conoció y le gustó. Vi cómo me la quitó a pesar de que ella debía pertenecerme porque fui el primero en verla, en anhelarla para mí. Él debió saber que ella me gustaba y por eso la tomó, así que hice lo que tenía que hacer, el golpe fue en su debilidad, su melliza. La enamoré, la utilicé y la deseché como un maldito trapo, para que él sintiera lo que era que te quitaran algo que deseabas tener para siempre. Me divertí haciéndola llorar, circular el video y que luego ella misma se suicidara dándome el mejor momento de gloria, cuando vi la destrucción de Alex, mi felicidad comenzó—este hombre está realmente loco.
Pensé que todo era avaricia, pero también es la envidia lo que lo corrompe, él tiene envidia de todo aquel que sea feliz o más feliz que él, de todo aquel que no esté por debajo de él. Él no ama a nadie, solo ve a las personas como posesiones que él necesita tener en sus manos. Está realmente desquiciado. Este hombre quiere poseer todo, su sed de dinero no es solo por sus ganas de estar sobre los demás, es que él no es feliz viendo que los demás si logran serlo.
—Eres realmente patético—es todo lo que puedo decirle mirándolo fijamente—realmente das lastima—comento con toda la indiferencia que encuentro sonriéndole con calma.
Logro lo que quiero cuando el arma queda lejos de mi pequeña y me apunta directamente a mí. No tengo miedo, porque el miedo es el peligro en el que se encuentra Aida, ese del que debo salvarla a toda costa sin importar las consecuencias.
—¿Patético yo? Tú que te creías invencible estabas rogando por la dirección de Celeste cuando te dejó tirado, disfrute viendo tu agonía, porque la utilizaste para hacerme daño, pero ella nunca me interesó. Solo la iba a casar con el primer idiota que le diera dinero, pero como la usaste, nadie iba a querer un producto así—me hierve la sangre escuchando como se refiere a Celeste.
—Deja que mi hija se vaya—hablo una vez más y él niega—si lo haces podemos comenzar a hablar del dinero que quieres, no te interesa Aida, sino el dinero y joder, así que deje que se vaya—Oliver me observa fijamente.
—Pensar que pudiste ser mi hijo si ese bastardo no me hubiera quitado la mujer que quería me hace sentir ganas de matarte, de hacerla sufrir a ella también—su atención se mantiene en mi comienzo a caminar con cuidado, cada que él habla me acerco un paso para tratar de cubrir a Aida con mi cuerpo.
—Es una suerte, tenerte como padre hubiese sido un asco, por algo tu hijo te traicionó—susurro y sus ojos se encienden de ira—pero ya que estamos aquí—avanzo viendo como su mano tiembla como el cobarde que es—tienes la oportunidad de matarme, pero, si lo haces te quedas sin un solo centavo—susurro con calma. El cañón se me clava en el pecho cuando termino de llegar frente a él, a solo pequeños pasos está mi hija. Los ojos de Oliver brillan con la locura en ellos.
Espero con paciencia hasta que la sonrisa de él se borra cuando Caín sale de donde estaba, alguien le estaba apuntando, pero él asiente a nosotros y trago en seco sabiendo lo que tengo que hacer. En un rápido movimiento golpeo el arma de Oliver y saco la mía apuntándolo, cuando el chico que apuntaba a Caín pasa su arma para dispararme, Caín reacciona golpeándolo y haciendo que se doble, patea el arma lejos de él cuando cae al suelo y lo apunta con el arma.
Editado: 01.07.2024