Tú eres el hombre que amo

Capítulo 47

Owen 

Una sensación de plenitud me recorre todo el cuerpo viendo el cuerpo de Aida descansar en su cama. Tengo al menos media hora viendo a mi pequeña dormir, porque los sucesos aún siguen grabados en mi cabeza y más con todos los: Y si hubiese... 

Porque pensar en que la bala que recibió Caín pudo afectarla a ella de alguna manera me sigue revolviendo el pecho. Una semana ha pasado y todas las noches tengo que pasar un momento recordándome que ella está sana y salva. 

Oliver fue demandado por mí, por Celeste, por Caín. Además, la empresa de él no se estaba manejando legalmente, había lavado de dinero, eso fue lo que Caín descubrió y por lo cual estaba tan ensañado Oliver con él. La verdad es que no comprenderé jamás a ese hombre, pudo tener tantas cosas buenas, así como una familia estupenda y la arruinó con su ambición y la manera tan horrible de tratar a todos. Oliver fue quien arruinó el apellido Beckett con sus acciones. 

Es por eso que los cargos que tiene son suficientes para que pusieran más años de los que él vivirá. Yo moví todos mis contactos para que no fuese un juicio largo, sino que necesitaba su condena para la paz mental de mi prometida, la paz mental de mi familia. 

Así como también la guardería de Aida se somete a un proceso legal en donde todo terminará con el cierre de esta. Ellos no están capacitados para cuidar a niños cuando cualquiera puede llegar y llevárselos. Lo que le ocurrió a mi hija no dejaré que les ocurra a otros. 

Caín se sigue recuperando del disparo y Celeste comenzó los preparativos de la boda, puedo decir que las cosas están comenzando a encajar en su lugar.  

Me acerco cuando Aida se mueve y la sabana resbala. La arropo de la forma correcta, beso su frente y el aroma a bebé me envuelve, acaricio la mejilla de mi hija y me alejo. Me quedo unos minutos más viendo la tranquilidad en su expresión. 

Unos suaves y cálidos brazos me envuelven, siento el beso en el centro de mi espalda y suspiro cuando me doy la vuelta encontrándome con los ojos azules de Celeste observándome. Caigo preso de esa mirada y la sensación de que yo estaré toda la vida observando esa mirada que me enloquece tanto, me llena por completo.  

—Debes descansar, esta semana has hecho lo mismo—susurra y la pego a mi cuerpo. 

—No tengo sueño—confieso en voz baja para no despertar a nuestra hija. 

—Vamos a la cama, debes descansar—la dejo tomar mi mano, ella me hace caminar y me enfoco en la tela que lleva puesta de pijama. La seda siempre se verá increíble en esa piel tersa que tiene.  

No controlo mis manos cuando al entrar a la habitación yo cierro pasándole el seguro y luego las llevo a su culo, donde la alzo haciendo que un gritico de sorpresa se escape de sus labios, luego ella sonríe y envuelve sus manos en mi cuello y sus piernas en mi cintura. Me mira fijamente y sé que, en la vida, jamás encontraré un lugar donde me sienta tan bien como lo siento con ella. 

—Te confieso que cuento los días para llamarte esposa—susurro contra sus labios sin llegar a besarlos, ella comienza a peinar mis cejas, me siento en la cama con ella ahorcadas sobre mí. 

—Ya envié las invitaciones, definitivamente amo tus contactos, todo está avanzando rápido—beso su frente. 

—Quiero que me hables de algo que no hemos hablado aún. ¿Cómo te sientes respecto a todo lo que está pasando con Oliver?—ella muerde su labio inferior y por un momento parece perdida en sus pensamientos antes de soltar un suspiro. 

—Sinceramente no siento nada por ese hombre. Nunca se comportó como un padre para mí y cuando descubrí que me utilizaba para hacerle daño a tu familia, que sabía tus mentiras y aun así seguía utilizándome, yo simplemente me hice la idea de que no tenía padre—ella suspira y me mira fijamente—con lo que le hizo a nuestra hija quedó demostrado de que ese hombre nunca me consideró su hija. Es por eso que cuando me enteré que todo había acabo para él, no me importó, él dejó de importarme desde que me marché, no regresé buscando algo de él. Pero hay una parte de mí que le duele la idea de que él siga siendo tan maldito—se encoge de hombros y la abrazo. 

—Él nunca te ha merecido como hija, a ninguno de ustedes dos—ella se deja abrazar y me abraza devuelta. 

—Pero no le daremos más poder para que nos dañe, seguiremos siendo felices, porque eso debe estar jodiéndolo—ella acaricia mi cuello y luego se inclina y pasa la lengua por ese lugar, mis manos se aferran a su trasero y no lo pienso cuando busco su boca, probándola como tanto me gusta. 

Celeste suelta un suave gemido y no me mido en la forma en que la beso, buscando recordarle que ella siempre será la mujer de mi vida. No veo la hora de que sea mi esposa, no veo la hora en que pueda darle mi apellido a mi hija, es un tema que ya hemos hablado, estamos en el trámite porque pronto Aida será Aida Remington Beckett. Mi primera hija, porque no planeo que sea la única. 

No dudo en quitarle la ropa a mi prometida quien parece ansiosa por mi toque, siempre me gusta como ella reacciona a la manera en que la toco o beso, siempre ansiosa de más. Me enloquece esa entrega que ella me dedica. 

La desnudo por completo y es ella quien se encarga de sacar mi ropa. Apenas y puedo contenerme cuando sujetándola de la cintura ella misma me guía a su interior. Ambos jadeamos con la sensación de mí, hundiéndome en ese lugar cálido y húmedo. Echo la cabeza hacia atrás dejando que sea ella quien marque el ritmo, dejándola tener el control mientras sus gemidos me elevan. Aunque quiero llevar yo el control, se lo cedo, dejo que ella marque como será el placer de los dos. Me enfoco en esos pechos que tanto me enloquecen y les doy la debida atención con mi boca haciendo que los sonidos que se escapen de Celeste incrementen. 

Ella grita mi nombre terminando y yo la giro para quedar sobre ella, la embisto hasta conseguir mi propia liberación. 




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