Tú eres el hombre que amo

Capítulo 48

Celeste  

 

Cuando por fin me doy un vistazo a cuerpo completo no puedo evitar quedarme momentáneamente quieta mientras me miro fijamente. Mis ojos se llenan de lágrimas que debo retener mientras muerdo mi labio inferior. Escucho como Helena se ríe junto a Aida y luego la veo acercarse a mí con mi bebé en manos. 

—Hey, hey, nada de llorar—me advierte y sonrío. Miro hacia el techo evitando derramar lágrimas, el nudo en mi garganta se intensifica y luego de unos minutos en los que siento que me calmo, es que bajo la mirada.  

—Mami, eres una reina—mi hija abre sus ojos de una forma en la que el verde en ellos se ve mucho más nítido. No puedo evitar sonreír mientras me giro hacia ellas. Linda se acerca y sonríe abiertamente mirándome. 

—Por Dios, serás la novia más hermosa del mundo—comenta mirándome con mucha felicidad y cariño. Yo solo trato una vez más de no volverme una catarata humana. Respiro hondo y les sonrío. 

Hay algo crucial en todo lo que estoy sintiendo: felicidad. Estoy sintiendo tanta felicidad que temo que todo lo que siento en este momento haga explotar mi pecho por no poder contenerlo. 

Hoy finalmente me caso con el hombre con el cual soñé toda mi vida. 

Han sido semanas intensas, tanto que muchas veces Owen me sostuvo cuando lloraba de la frustración, pero hoy siento que todo valió la pena. Giro para ver una vez más el vestido que llevo puesto. Es un vestido precioso de tirantes finos, apretado en la parte superior hasta que cae suelto en la inferior. La tela de encaje se adhiere a las partes adecuadas y sonrío con el elegante moño en mi cabeza y el velo colgando.  

Antes, en el pasado, solía hablar mucho con Owen sobre una boda a futuro, siempre le decía lo feliz que me haría el estar junto a él de esa manera, no pensé que esa fantasía se cumpliría, pero aquí estoy. Estoy en el vestido de novia que pensé que nunca llevaría puesto, porque luego de la traición pensé que no le habría mi corazón a nadie más, pero volví y él una vez me hizo recordar por qué me enamoré la primera vez. 

Porque Owen ha reparado cada uno de sus errores el pasado. Comenzó amando a su hija, aprendiendo a ser un buen padre para ella, dedicanonos tiempo a ambas, él está haciendo todo lo que creí que no sería posible. Como lo fue la propuesta de matrimonio, porque él había escuchado cada uno de mis sueños, la joven soñadora dentro de mí no murió, solo se ocultó y él la sacó a flote cumpliendo cada uno de sus deseos. 

—¿Creen que estoy lista?—cuestiono en voz baja, mi mejor amiga se acerca al espejo y coloca sus manos en mis hombros desnudos. Veo lo hermoso que le queda el vestido de dama de honor, el color azul le sienta precioso, aunque estoy segura de que todo en Helena siempre se verá estupendo.  

Ella me sonríe y mis labios una vez más tiemblan con sentimentalismo. Aunque no soy la única porque Helena tiene los ojos cristalinos y aprieta los labios para no llorar.  

—Cuando te sientas lista podemos bajar—responde finalmente la pregunta que formulé con anterioridad. 

—Gracias, por todo lo que has hecho por mí, por siempre estar para mi—ella no responde, solo asiente y respira hondo. 

—No me hagas llorar a mí—se queja sacándome una pequeña sonrisa. Giro hacia mi princesa quien tiene el pelo suelto en rizos con una pequeña diadema de flores, el vestido blanco la cubre y tengo ganas de comerla a besos por lo bonita y tierna que se ve. Sin duda alguna, creo que la mayor fan de mi hija soy yo. 

—Estoy lista—respondo, la puerta se abre y por ella entra mi nana, quien solo de verme comienza a llorar con fuerza y sonrío un poco divertida con la manera en que me está mirando. 

Hace unos días que la mujer que se hace llamar mi madre frente al mundo me contactó, tuvimos una corta conversación donde me disculpé por la manera en que la traté, ya que Owen me contó como ella estuvo rechazando el estar involucrada en el secuestro de mi hija. Sin embargo, eso no borra que ella sea una mujer que no necesito ni quiero tener en mi vida, Candace es una mujer que merece pagar el ser cómplice de ese bastardo, todo el daño que él nos ha hecho. 

Todo el daño que le hizo a mi hermano. 

Aun Caín no me cuenta todas las cosas que quedaron entre él y Oliver, pero, yo me he hecho una idea de las cosas que pasaban a puerta cerrada y Candace me confirmó algunas, es por eso que luego de una tensa conversación simplemente le dije que nunca la veré como algo más que el intento de una madre. 

Yo solo tenía una madre, y era mi nana, quien siempre estuvo ahí para mí, quien siempre limpió mis heridas y secó mis lágrimas. Es por eso que luego de una fría despedida por mi parte, colgué esa llamada cerrando el ciclo más de mi pasado. Ya no quiero absolutamente nada que tenga que ver o con Candace, o con Oliver.  

Yo solo quiero ser feliz en la vida que estoy construyendo. 

Es por eso que le sonrío a la mujer que, si merece el título de mi madre, porque aun cuando no somos de la misma sangre, hay un lazo mucho más fuerte que nos une. Es una mujer a la que le debo todo. 

—Mi niña... estás preciosa—susurra con la voz ronca por el llanto contenido—te ves tan bonita y tan feliz—asiento y me acerco a pasos lentos hasta que tomo su mano. 

—Me siento feliz nana—ella me abraza y yo correspondo con el corazón apretado por todas las emociones que me están recorriendo en este momento. 

—Mi niño te espera abajo, es hora de comenzar—asiento y suspiro mirando a las chicas en mi habitación. 

—Vamos—susurro. 

Despacio camino por el pasillo hasta ver a mi hermano en la planta inferior. Sonrío con felicidad, él eleva la vista cuando escucha mis pasos y cuando Caín me ve, me sorprende la manera en que sus ojos se abren, antes de que comience a derramar lágrimas. Las gruesas lagrimas ruedan por sus mejillas y creo que es la primera vez que veo a mi hermano llorar. Me apresuro a bajar quedando un escalón por encima de él y no lo pienso, envuelvo mis manos alrededor de Caín quien me aprieta a su cuerpo despacio. Disfruto la cercanía de mi hermano y luego lo miro. 




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