Tú eres el hombre que amo

Capítulo 49

Owen 

 

Me rio abiertamente y a carcajadas al ver como mi pequeña princesa se aferra a mí como una sanguijuela mientras mira con temor y curiosidad al mismo tiempo, el agua de la playa. Es la primera vez que Aida está viendo el mar, así que le doy tiempo para que se adapte a verlo. 

Desde hace unos días nos encontramos en las Bahamas, este fue el país que decidió mi esposa visitar, estuvimos los primeros días adaptándonos al cambio y disfrutando del hotel, hoy al fin nos decidimos venir a visitar la playa. Celeste aún no ha salido porque se quedó pidiendo algunos bocadillos. Es por eso que mientras Aida y yo esperábamos, mi hija me dijo que quería ver más de cerca el agua. 

Comienzo a entrar al agua y ella chilla aferrándose a mí. Beso su frente y luego, cuando el agua me llega al vientre me detengo y hago que Aida saqué la cabeza de mi cuello. 

—Mira al agua princesa, que bonito—Aida hace un pucherito, pero despacio mira. Abre los ojos de una forma tan grande que me hace sonreír. Acaricio con mi nariz la suya y finalmente consigo que me regale una pequeña sonrisa—eso es, ¿no es bonito?—cuestiono y ella mira el lugar. 

—Es bonito papi Owe—responde finalmente y asiento. 

—Lo es, ¿qué quieres hacer?—inquiero y me agacho un poco para mojarla y ella grita volviendo a aferrarse a mi cuerpo como si la fuese a dejar caer en cualquier momento. 

—Un castillo—beso su frente y miro hacia la orilla soltando un suspiro de deleite. 

Sin duda la mujer con la que me casé es la mujer más hermosa que he podido ver en esta vida. El cabello de Celeste va envuelto en un moño en lo alto de su cabeza, lleva lentes de sol, pero lo que cautiva mi atención es el pequeño bikini que lleva puesto color azul, un color que ya he dejado claro que me encanta en su piel porque la hace ver más preciosa.  

Ella se adentra con suavidad en el agua y da paso hacia nosotros. Los lentes de sol los coloca en su cabeza y cuando nos alcanza Aida le abre los brazos. Ella la carga y besa a nuestra pequeña. Sin que Aida me vea me hundo el agua para cuando ella me busca salir gritando: buuu. 

Mi hija grita encantada con el juego, es por eso que hago lo mismo una y otra vez hasta que el miedo por el agua lo deja a segundo plano y comienza a disfrutar del agua. Celeste le ordena que cierre los ojos y ambas se hunden para luego subir, mi esposa limpia los ojos de nuestra hija para que no se le irriten y luego Aida grita que quiere hacerlo otra vez. 

Disfrutamos mucho tiempo en el agua, para luego salir y construir un castillo de arena. Aida es intrépida y juega tanto que a la puesta del sol cae rendida. Nosotros contratamos una niñera que viajó con nosotros para que la cuide en los momentos que tomamos solo para nosotros dos. 

Es por eso que luego de un baño acostamos a Aida y me adentro a bañarme escuchando las indicaciones que Celeste le da como cada noche. Sonrío un poco, porque ella siempre será mamá oso. Además, hablé con el dueño del hotel para tener cámaras puestas en el lugar, siempre necesito que mi hija esté supervisada.  

Al finalizar Celeste se adentra al baño y toma una ducha, salgo a tomar unos bocadillos en lo que la espero. La escucho cantar y sonrío porque ya se me está haciendo costumbre el escuchar su mala entonación en la ducha. La escucho movilizarse y luego sale y creo que nunca me acostumbraré al impacto que tiene esta mujer en mí. 

Su cabello cae suelto en ondas suaves sobre su espalda, un delicado maquillaje y un vestido playero que se ajusta a sus curvas, mi mirada se queda un momento en su vientre plano porque ya quiero verlo creer. Me perdí el primer embarazo de Celeste, de este no quiero perderme nada. 

Quiero saber hasta la más mínima cosa porque es nuevo para mí, la emoción de descubrir su embarazo. Saber que una parte de mí crece dentro de ella, es una jodida felicidad que no me cabe en el pecho. 

Ella se acerca a mí y no pierdo el tiempo, porque envuelvo mis manos en su cintura y le como la boca a besos, nunca me cansaré de besarla porque cada que lo hago siento más y más ganas de besarla, besarla hasta que nuestros labios se adormezcan. 

—Mi esposo es un hombre apuesto—susurra ella cuando se separa con las mejillas sonrojadas y una sonrisa en esos labios rojizos. 

—Mi esposa es la mujer más hermosa de este mundo—respondo en su lugar y ella sonríe. 

—Vamos, quiero ir a esa fiesta que darán—es todo lo que responde, antes pasamos a revisar una vez más de Aida y luego nos marchamos.  

La risa de Celeste más su agitada respiración en lo que más escucho porque la beso en cada oportunidad y ella parece complacida con eso. Hay mucha gente en la fiesta, pero mi esposa me dice que no tiene problemas con que tome alcohol ya que ella no puede hacerlo por su condición. 

Eso no impide que me lleve a la pista a bailar, disfruto pegándola a mi cuerpo y recorriendo con mis manos su silueta, disfruto el alcohol que llena mi sistema y luego los besos que le doy sin importarme nada más, sin preocupaciones o problemas, solo disfrutando de mi luna de miel como lo merecemos, mucha mierda ya hemos pasados, es justo para nosotros que estemos tranquilos y felices sin que nadie nos moleste. 

Celeste me sonríe y hablamos un montón de tonterías, siento que el alcohol comienza hacer efecto unas horas después cuando sonrío al ver que hacen una especie de concurso subiendo a las mujeres a las mesas para bailar. Nosotros dos vemos como se mueven y Celeste me roba un beso, dos, tres, hasta que mi atención solo se dedica a comerle la boca. 

—Ahora aprende que solo debes verme a mí—me guiña un ojo y camina con sensualidad, la ayudan a subir a la mesa y la música movida y en español suena. Mis ojos se la comen con hambre cuando ella comienza a moverse como una diosa sobre esa tarima improvisada. La sonrisa traviesa en su rostro me hace saber que lo está haciendo a propósito y yo no puedo despegar mi mirada de la manera tan natural y sensual en que se mueve. 




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