Tú eres el hombre que amo

Epílogo

Celeste 

Meses después 

 

Sonrío emocionada cuando Aida ingresa con risas, escucho la risa de su padre también, pero me quedo en mi lugar esperando por la pequeña que momentos después aparece por la puerta vestida con su traje de clases de ballet. Por lo general es su abuela quien viene por ella para llevarla y traerla de sus clases, pero Owen quiso acompañarla el día de hoy, veo que eso la tiene más parlanchina que de costumbre. 

—Mami, mami, mira mira—ella corre a su padre quitándole el bulto con sus pertenencias, saca sus zapatillas de ballet y se sienta en el piso a ponérselas. Owen niega con una sonrisa acercándose a mí, disfruto del beso que deja en mis labios para luego su beso ir dirigido al vientre enorme que tengo, razón por la cual estoy acostada, porque luego de mucho lugar encontré una manera en donde la espalda no me esté matando. Este bebé contrario a Aida, no me dio mucho los síntomas, pero piensa que juega fútbol en mi vientre. 

—¿Cómo se ha portado?—cuestiona Owen y suspiro cuando las patadas comienzan. Owen sonríe y coloca una mano en mi vientre, desde el primer golpe que dio el bebé, él siempre tiene esa expresión de estar maravillado y asombrado. 

—Revoltoso como todos los días—me quejo y él sonríe. 

—Casi, casi—es todo lo que menciona. Se sienta a los pies de la cama cuando mi princesa aparece con sus zapatillas. 

Owen me toma un pie y comienza a masajearlo, suelto un suspiro de puro placer porque si, los pies están hinchados y cada que camino no los aguanto. Parezco una pelota, pero puedo decir que mi esposo es un hombre que verdaderamente está amando verme embarazada, siempre trata de que esté cómoda y su ayuda con Aida es enorme. 

Aida inicia su rutina de baile y sonrío por lo feliz que ella parece, hace sus pasos y me explica lo que supongo su maestra le explicó a ella. Cuando finaliza estoy aplaudiendo con fuerza haciéndola sonreír. Ella se acerca y toca mi vientre con asombro. 

—¿Ya saldrá mami?—cuestiona ladeando la cabeza con intriga. 

—Eso esperamos princesa—Owen se ríe y sigue en su trabajo. 

—Ya quiero ver a mi hermanito, le enseñaré muchas cosas—se traba con algunas palabras, pero entiendo lo que dice. Sonrio y me inclino dejando un beso en su frente—la abue dijo que me traerá nuevas zapatillas—habla con diversión, sonrío y asiento con la felicidad de mi pequeña. 

—Eso está bien, pero debes tomar un baño, estás sudada—le comento y ella hace un puchero. 

—Papi Owe, ayúdame—Owen suspira y asiente. Los veo alejarse y trato de sentarme. Estoy esperando que Linda venga a traerme unos papeles porque desde que tomé licencia Owen me tiene controlada para que no trabaje, pero solo trato de que no se me junte todo. 

Amo trabajar, pero es hombre cuando se lo propone no hay quien lo aguante con su sobreprotección. Así que bajo de la cama cuando el timbre suena. Camino y hago una mueca, de verdad me duele toda la espalda. Cuando abro Linda me regala la sonrisa más falsa que me han dado en mucho tiempo, me le quedo mirando porque lleva muchísimo maquillaje, más del que le he visto usar, su sonrisa es temblorosa y aun con maquillaje, las enormes bolsas bajo sus ojos no se pueden ocultar. 

—Aquí está lo que me pediste—me lo entrega y le sonrío. 

—¿Quieres pasar?—ella niega. 

—No tengo que volver, hay mucho trabajo por hacer—suspiro y asiento. 

—Entiendo, pero, ¿estás bien?—mi pregunta la paraliza por un instante, luego se recompone y muerde su labio cuando este tiembla. 

—Si, estoy bien, no te preocupes—asiento y aun cuando ella se gira y se marcha, me quedo mirándola, la carga pesada que parece llevar en sus hombros. Linda nunca habla de su pasado, de eso de lo que está siempre corriendo y huyendo, espero que un día tenga la confianza de decírmelo. 

Cierro la puerta y leo los documentos escuchando la tonta discusión de mi hija y su padre, todo está tranquilo, hasta que me levanto y jadeo con el dolor que me atraviesa y luego bajo la mirada al suelo. 

—¡Owen!—grito y respiro hondo, la puerta es tocada—¡Owen!—grito y él aparece deprisa. Señalo la humedad en mi ropa y él se pone pálido. 

—¿Ya?—asiento y lo veo quedarse en el mismo sitio totalmente fuera de lugar. 

—¡Owen, muévete!—le grito y eso lo saca del trance, lo veo tomar los bultos que preparamos con antelación. Camino junto a él y él va por Aida, cuando abrimos la puerta Clara parece confusa. 

—Ya viene nuestro jugador de fútbol, ¿puedes quedarte con Aida?—cuestiono y hago una mueca. Ella asiente y Owen le entrega nuestra hija. Él se mueve con rapidez y yo jadeo cuando otra contracción llega. 

Sinceramente no sé en qué momento llegamos al hospital porque las contracciones son cada vez más dolorosas, este niño de verdad está enojado y quiere salir al mundo. Me colocan la ropa y luego a la camilla. Cuando me dicen que no estoy suficientemente dilatada aun casi quiero llorar, porque significa esperar muchísimo. 

Owen entra con la ropa azul y toma mi mano. 

—¿Estás bien?—asiento, él seca el sudor de mi frente y durante las proximas horas me quejo del dolor aun con la anestesia. Veo la gloria cuando me dicen que estoy lista, porque el dolor no lo aguanto. 

—A la cuenta de tres—asiento y cuando me gritan, comienzo a pujar.  

Joder, joder, luego de esto cierro la fábrica de bebés, esto me destroza. No hay dolor que se compare a este. A veces siento que ya no puedo más y es Owen quien limpia el sudor de mi frente, aprieta mi mano y me susurra palabas hermosas que me hacen llorar, porque con Aida no lo tuve conmigo, fue Helena quien sostuvo mi mano, pero ahora es él. Sonrío un poco en medio de mi dolor, hasta que horas después, el grito enfurecido de mi hijo se escucha por todo el lugar. 

Comienzo a llorar cuando me traen una bola rojiza y rabiosa que pegan a mi pecho, jadeo mirando a mi bebé y Owen está llorando viendo al nuevo miembro de la familia. 




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