Tu eres mi destino

CAPÍTULO 13

La ciudad de Zarguan de la Porzuela tan magistral y colonial por su arquitectura rica en estilos barrocos, que embellecía sus calles amplias, también se podía percibir que a pesar del extremo frío la calidez de las personas. Arturo, en compañía del teniente Sajón, dejaron las bestias aseguradas a un poste de madera, la casona era lo bastante grande, abarcaba toda la manzana.

—¿Esta casa a quién pertenece? —interpeló Arturo, observando los exteriores.

—Una familia pudiente, digamos política, uno de sus miembros participa de la junta de Sevilla —le toca el hombro y entra.

Lo pensó en breve, tal vez le convenía aquella visita, su desconfianza se basaba en la importancia que tendría estar ahí, Ingresó a la casa, su caminar armonioso y su imponente presencia que aportaba su alta estatura, lograron que los caballeros reunidos se voltearan a verlo.

Un silencio momentáneo reinó en la reunión privada.

—Bienvenidos, qué grato verles en mi humilde morada —dijo sarcástico mientras sonreía.

Este hombre de porte fino y modales encantadores, vestía elegante. Arturo adivinó que se trataba de un aristócrata, como solían llamarlos en la realeza los lamesuelas sedientos de cualquier poder.

—Hemos sido enviados —expreso Sajón, sacó un pedazo de papel del bolsillo izquierdo de su chaqueta larga negra—, esta es la misiva que se me dio.

—¡Oh! Como olvidarlo, os ofrezco mil disculpas —respondió el caballero—. Estáis aquí solo para escuchar nuestro excelso repertorio de ideas.

La apoteosis del mitin se hacía evidente, un par de ejemplares hombres demostraban sus firmes opiniones, muchas de esas mencionadas opiniones no gustaban a Arturo, quien debía mantener un perfil bajo, pero uno de estos cruzó la línea.

—¿Vosotros no estáis cansados de las miles de promesas incumplidas por nuestro amado rey? —profirió exaltado, con los brazos levantados era un partidista—. ¿Dónde está el glorioso ejército de su alteza real?, ¡nos han ganado, señores! Como español me he indignado de que se le dé mérito a la mediocridad de algunos supuestos generales expertos.

El joven miliciano, que sufrió la irreparable pérdida de un gran ser humano y hombre diestro, no podía creer lo que sus oídos escuchaba, Sajón vio su ánimo feroz que reflejaba su semblante terminante, lo detuvo poniéndole su brazo en su pecho.

—¡No podéis decirles nada! San Lorenzo, hacedme caso, calmad esa furia —le recomendó Sajón.

—Esos honorables señores, si así debería yo llamarles, faltos de conocimiento y sumergidos en la más absoluta ignorancia, me tranquilizaré si es como debo proceder. —refirió colérico—, parecía un lobo muy difícil de domar.

—Esos señores no tienen idea de que somos militares y tampoco que usted es un veterano de la última batalla contra el ejército del tirano Bonaparte.

Sajón bajó la guardia, apartándose de su lado, en ese preciso instante, se aproximó a los asistentes que estaban sentados, atentos a lo que su dirigente les decía. Esos que ahora los considero enemigos de su majestad.

—El ejército español aún no ha sido derrotado, y vuestro rey que tanto criticas regresara a su trono, ¡os lo juro! —expuso respetuosamente, poseía habilidades diplomáticas para hacerse entender sin generar altercados.

—Su lealtad es sorprendente, para su edad, siendo usted tan joven —declaro el tipo que manifestó dicha polémica.

—Lo sé, señor me es imposible quedarme callado, cuando dentro de mí vive esa convicción de no desfallecer por la suerte de España, les ofrezco disculpas de antemano y agradezco su amabilidad —sorbió una última copa de vino frente a los presentes que lo detallaban maravillados de su valentía para mostrarse sin temor alguno.

El palacio perteneciente al ducado Ballester, que ostentaba el título como propiedad de la realeza, tomaba aire fresco en el jardín rodeado de hermosas rosas rojas, la menor de los herederos de los duques; Amadia. Recibió la inesperada visita de un mensajero enviado por el usurpador de la corona, José Bonaparte, donde le comunicaba la asistencia obligatoria a la corte real, esto la puso afligida. darle pleitesía a un infame era absurdo y también en contra de sus principios por tener lazo de sangre inquebrantable con la dinastía Bourbon.

En el gabinete del gobernador don excelentísimo Clementino de oruz y Villanueva, persona de destacable honestidad y transparencia en su proceder, se hallaba ocupado en sus múltiples funciones, enseguida autorizó a San Lorenzo a tomar asiento entablando una conversación amena casi de inmediato.

Desde el primer segundo que charlaron, no tuvo ninguna objeción en la elección del nuevo general que prestaría sus servicios a su excelencia, le concedió amistosamente una caminata por el recinto, el lugar iluminaba por el maravilloso decorado moderno. La servidumbre a lo lejos se divisaba, las domésticas cambiaban el enorme mantel del comedor del primer piso, los mayordomos atentos a los designios del gobernador, mientras recorrían cada parte del inmueble prestaba Arturo especial atención en el notable interés de este por las obras de arte, ya que abarcaban grandes metros de en sus paredes blancas e impecables.

La risa tierna de una niña de cabellos ondulados castaños que corría a pasos agigantados hacia ellos, Detrás de ella venía una dama de piel blanquecina, ojos llamativos grandes que acapararon su interés en el recién nombrado General San Lorenzo.




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