Tu felicidad es mi regalo de navidad

Capítulo 4 Alzó vuelo

Ana salió de la biblioteca llena de ilusión y olvidó la promesa que le hizo a su hermana. Ahora, solo  tenía algo muy importante para hacer. Iba a forjase una nueva vida. Estudiaría diseño y seria la asistente de la mujer que más admiraba en la vida. Le demostraría a Walther lo valiosa que era ella  y con esta alegría llego a su casa.

Ella no cabía de la felicidad cuando llegó a su casa y se guardó la grata noticia hasta  la hora de la cena. Edith la miraba con una seriedad porque pensó que ella llegaría a pelear por la promesa que la obligo hacerle.  La engañó al hacerle prometer que hiciera las cartas de amor para Walter.  Esa  misma semana Edith y su madre habían estado en la clínica y se enteraron a través de unos resultados dolorosos para la familia de algo muy triste, y ambas decidieron guardar silencio por el bien de Ana y de su felicidad.

—¿Qué te pasa justiciera?—  dijo el papá al ver a su hija que no cabía en la silla. Era como si estuviera sentada en la boca de un hormiguero  y se movía de un lado a otro.

—Papá, mamá tengo mi  primer  trabajo —  dijo emocionada.

—¡Ah sí! — dijo la mamá distraída —¿Qué vas a hacer? ¿Lavar los platos otra vez? ¿En dónde?

La joven recordó sus numerosos fracasos de  intentos de trabajos.

—No mamá.  Ese  tipo de trabajo no, yo  voy a ser la asistente de Edna Guerrero. La mejor diseñadora de moda.

Tres pares de ojo la miraron fijamente como si a la joven  le hubiesen salido cuernos de colores en la cabeza.

—¿Qué dijiste?—  preguntó Edith a su hermana.

—Que voy a trabajar con la señora Edna Guerrero como su asistente y de paso voy a estudiar diseño de moda.  No les parece  increíble esta nueva oportunidad —  la joven gritaba y bailabas en toda  las sillas.

Los padres de la joven se quedaron mudos al escuchar aquella confesión.

—¡Me parece maravilloso!—  dijo Edith mirando a la madre y esta apretó los labios dejando escapar un largo suspiro —  así estará cerca de Walter y podrán verse de vez en cuando y yo podré visitarte para ir a verlo.

Esta propuesta a la joven no le gustó, sin embargo, se guardó para sí su disgusto.

—Si, pero primero tienes que esperar que yo me acomode —  dijo la joven con una sonrisa— al comienzo va a difícil porque tengo que acomodarme con lo poco que tengo. Se que voy a aprender mucho sobre  diseño de moda al lado de la señora Edna Guerrero.

El padre con desconfianza le preguntó.

—¿Quién te está ayudando? — le preguntó.

Anita los miró muy seria, había llegado lo más difícil, el permiso de su padres. Quería irse con su bendición de ellos.

—¿Se acuerdan de Leonel? El joven al que ayude  a estudiar con los exámenes de la universidad— dijo nerviosa.

Los tres se miraron entre sí, pero la qué se molestó fue Edith.

—¿Tienes amores con ese jovencito?— preguntó sin tapujo Edith.

—¡No!— casi chillo Ana —  Claro que no tengo amores con él. Yo no me puedo  enamorar de ningún otro hombre – dijo sin controlar su lengua.

—¿Otro hombre?—  preguntó la madre de la chica ¿Y de quién estás enamorada?

Las mejillas de Ana  se pusieron colorada.

—Mamá, lo que quiero decir es que yo no me voy a enamorar de ningún hombre porque tengo que pensar solo en  mi carrera – le contestó de manera sincera. Esa era la mejor manera de mantenerse sin pensar el Walther. Centrase en sus estudios y futura carrera  — Leonel  es hijo de la señora Guerrero  y por eso la mamá me va a dar la oportunidad y no la pienso desaprovechar.

Edith guardó silencio por un momento y luego levantó la mirada y la fijó en el rostro de su hermana sonriendo.

—¡Entonces aprovecha al máximo esa nueva oportunidad!— le tomó la mano— nosotros estaremos aquí para cuando tu vengas con Walther.

Ana frunció el ceño al oírla, pero su felicidad  no la dejaba pensar en nada que no fuera su próximo viaje a la capital.

 

Ahora más tarde Edith hablaba con su novio por teléfono.

—¿Qué pasa?— preguntó el chico — Te he sentido muy extraña todos estos días. Casi  no quieres hablar conmigo.  Si  no te niegas, no hablas. Dime la verdad ¿qué está pasando?

Ella suspiró de manera profunda y cansada.

—Walter  ya te dije que quiero que nuestra relación comience a crecer a través de las letras.  A  través de las cartas no diremos todo lo que sentimos, lo que nos gusta.  Cada  detalle, pero es que ahora estoy muy preocupada por mi hermana Ana.

El hombre al escuchar el nombre de Ana río alegre.

—Y ¿Ahora  qué hizo esa loquilla?— le preguntó de manera jocosa.

Ella sonrió al oírlo.

—Es  que ella la otra semana se va para la capital — hubo un silencio corto e incómodo.

— Y  ¿ella qué viene a hacer acá en la capital? ¿A  dónde se va a quedar?— preguntó con cierta brusquedad en su voz.

Edith  se mojó los labios nerviosa por lo que pensaba decir.

—La verdad es que no tengo la seguridad de lo que está haciendo Ana, al parecer se va a ir a vivir con un joven que se llama Leonel—  hubo otro silencio aún más largo e incómodo entre la pareja -Ella va a estudiar y al mismo a trabajar, me parece magnífico.

—¿Me estás  diciendo que Ana  se va a venir a vivir con un desconocido a la capital? pero ¿qué les pasa a ustedes?— dijo enfadado el joven – ella es aún una niña.

Edith sonrió al oírlo.

—Ella no es una niña. Ana ya  es una mujer que está luchando por sus sueños— contestó defendiendo a su hermana.

—Pues la verdad yo no estoy de acuerdo con esa decisión, pero es su vida— dijo cortante y de malhumor.

Edith quedó pensativa por la reacción de su novio.

—Me llamaste para  decirme algo importante — dijo en un tono bastante brusco. El humor del hombre había cambiado totalmente después que era cariñoso se había vuelto huraño.

—Eso era lo que te quería decir – suspiró melancólica — que mi hermanita alzó vuelo.




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