Tú madre, Yo hijo

4

A veces desearía tanto que mamá nunca se hubiese vuelto a casar. Mi vida ha cambiado mucho, hemos dejado las favelas y nos hemos mudado a una casa con buena ducha y grandes ventanas. A veces hasta pienso que somos ricos, pero mamá me aclara que solo vivimos como la gente decente. Afortunadamente no nos deshicimos de mi perrito, mamá sabe lo importante que es para mí, así que en la mudanza se vino con nosotros. Aún recuerdo lo bella que lucía mi mami en su boda; ataviada en el más hermoso de los vestidos, con mangas amplias y vuelos de encanjes. Portaba además una tiara de pedrería que apretaba su cabello ondulado, enmarcando su rostro, el más perfecto, con su nariz delicada y delgada y arriba sus ojos almendrados. Pero en ese día no todo fue felicidad, oh no. La madre del novio hizo aspavientos, y hasta el padre, maldijeron y pronunciaron palabras altisonantes, unas que ni siquiera había escuchado, y eso que vestían elegantes. Se marcharon antes de lo que pensábamos, ni siquiera se quedaron a la lectura de votos, menos el banquete; sin embargo, antes de irse el padre del novio me miró de forma fulminante, a mí que solo soy niño y no le hecho nada malo. 

Hoy mamá está algo nerviosa, los padres de su esposo vienen a casa, por increíble que parezca esto, él los ha logrado convencer. Mamá se afana por parecer sofisticada, y particularmente que yo también, lo que solo me abruma. Me ha puesto un trajecito o suit como dice en la etiqueta, porque es importado ¡Un gran lujo en el país!, me peina una y otra vez, nada le parece perfecto. Tanta presión me ha hecho llorar, lo que pone más de nervios a mamá pero no me regaña, solo me limpia las lágrimas con un paño. Pronto llegan los suegros de mi madre, personas en extremo suspicaces. El señor hasta el nombre tiene de altivo, Stefano, y la señora no menos, Renata. Han advertido mi cara toda enrojecida, una vergüenza más. La cena ha transcurrido sin sobresaltos. Yo como con el máximo cuidado, como si me moviese dentro de una cristalería, casi ni disfruto de los alimentos, dejo que los adultos hablen y hablen de sus cosas, de la economía del país, de política particularmente, no intervengo groseramente lo que más adelante me felicitará mamá. Todo parece que salió en paz, pero entonces, casi al despedirse Stefano y Renata ocurrió un terrible accidente que marcará mi vida. Videl emerge corriendo y embiste a Renata, la golpea con tal fuerza que cae al piso y ella grita. Le duele su cadera. Todo mundo presto la ayuda, pero debe ir al hospital para cerciorarse que no se ha fracturado nada. Al irse yo me encierro con Videl en mi habitación. Lo siguiente fue una vorágine, mi madre me reprende por no poner seguro a la puerta de mi habitación, igualmente lo hace su esposo pero en un tono más fuerte, no lloro, solo abrazo a mi perro. El resultado, es que Renata se ha fracturado, pero sin consecuencias tan graves, aunque jura que jamás volverá. El esposo de mi mamá toma una drástica decisión, determina que Videl no viva más con nosotros y lo regala con una familia cuyo apellido jamás me reveló. Para ellos fue un trámite sencillo, para mí uno traumático.

Corrieron los años, cinco para ser precisos. Al esposo de mamá nunca lo llamé padre, más por haberme alejado de algo tan preciado como Videl. Tengo diez años ya y soy un niño bastante retraído. Me cuesta mucho conversar con las gentes y siempre ando solo. Tampoco en la escuela me va bien, mis calificaciones dejan mucho que desear y los docentes continuamente dicen que es por mi apatía. Mamá no sabe qué hacer conmigo, me ha mandado a clases de regularización y hasta tengo un maestro de apoyo que viene a casa, pero nada mejora. Hasta que ocurre un evento que me transformará. Afuera de la escuela se encuentra un señor ofreciendo distintos cursos para niños en bolantes, los talleres son diversos, pero hay un área deportiva única en la que se encuentra la opción de fútbol, en el colegio privado al que asisto no se imparte nada con respecto a este deporte que se considera llanamente vulgar; sin embargo, mamá ha notado mi emoción por ello, de tal forma que viéndome por primera vez alegre no le importa ya cuál sea su orígen. Decide inscribirme en el curso deportivo que durará mes y medio, es decir, prácticamente todas las vacaciones de verano, las que están próximas a acontecer pues mi año escolar concluye. Alberto, el esposo de mamá no está muy de acuerdo, arguye que esto no es provechoso para la alta educación que desea para mí, sin embargo intuyo que no es por ello que se muestra reticente a aceptar sino porque se arruinará su viaje de verano que pensaba pasar en alguna parte de Europa. Pero mamá no cederá ante esto, a mi mamá la nutre verme sonreír, y al no hacerlo sentía que la vida se le consumía a tal grado que pensaba ya dejarlo todo por mí, incluyendo al marido. 

Entré bastante nervioso a la cancha. Desde hace un par de años siento que no puedo hacer nada bien, mi torpeza adquirida me anquilosa con frecuencia. Nuestro entrenador es una persona muy alegre y con constancia grita mi nombre para que me mueva. Ver su entusiamo hace que yo me motive y comienzo a correr por la cancha, no mucho, sin atacar pero de menos ya he dejado mi lugar en la esquina que voluntariamente había adoptado. Mamá se ve emocionada en las gradas pese a mi mediocre desempeño. Este es nuestro primer partido de práctica, el entrenador antes nos ha hecho calentar por diez minutos y nos ha dado un sin fin de indicaciones. Alberto no ha venido a verme, no porque le disguste a su decir, sino porque tiene mucho trabajo. Me he cansado de tanto ir y venir por lo que me vuelvo a retraer y me coloco de nueva cuenta en una esquina, esta ves la del equipo contrario. Es entonces que ocurre el milagro. Recibo de golpe un pase ágil que me hace instintivamente regresar el balón pero la dirección es contraria a la del envío, es decir, con rumbo a la portería del enemigo, meto un gol, un gol rápido, directo, con algo de ángulo y en una esquina. Mi equipo celebra como loco y hasta el entrenador, mamá agita las manos. Cuando concluyo el partido hemos empatado, no importando esto el entrenador felicita a todos. Sin embargo, antes de irnos el entrenador no obvia hablar con mi mamá y nos sigue hasta el estacionamiento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.