Tú madre, Yo hijo

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Estaba tan decepcionado de mi madre y Alberto que deseaba irme de casa. Más de Alberto a quien ya francamente no tolero. Sin embargo, solo sé que tengo un abuelo en Rondonia, pero es muy pobre, y no creo pueda mantenerme. 

He permanecido callado por dos semanas. No me muestro triste sino solo en silencio. El periodista ha llamado por teléfono incontables veces y nunca nadie le contesta apenas advierten su número en el identificador. Ya pasaron varias semanas de haber perdido mi gran oportunidad, pero mi enojo no se va. Como mamá sabe que estoy disgutado no se atreve a hablarme, aunque no se le nota compungida, pues a ella siempre le aterra cuando me pongo triste no furioso. Sin embargo, hoy al regresar del colegio quiere conversar conmigo.

—Cariño, sé que estas molesto y lo entiendo. El sueño de cualquier niño en este país es ser un gran futbolista y nosotros te cortamos esa ilusión, pero debes comprender que una vida como profesional te puede llevar más lejos. Pero no es por esto que deseaba que conversasemos sino por que tengo que darte una noticia, te la diríamos hasta la cena Alberto y yo, pero ya no puedo esperar. Tendrás un hermanito, estoy embarazada desde hace un mes exacto. Apenas lo confirmé por análsis.

La noticia me impactó. Un hermanito, tendría un hermanito, hijo de alguien quien me desagrada. No pude mostrar emoción aunque sí volví a dirigirle la palabra a mamá. También de nuevo hablé con Alberto pues en la noche insistentemente quiso conversar sobre la buena nueva. Me preguntó qué me parecía, le dije que me gustaba. 

Mamá se veía tan ilusionada. El embarazo le sentaba bien. Yo en el fondo estaba feliz, porque no puedo evitar sonreír cuando la miro alegre. Todos los días canta por las mañanas y me prepara el desayuno mejor que nunca. Igual Alberto es muy amable con todos. En el colegio he pensado que tal vez esto ha sido lo mejor que nos ha pasado, si me hubiese ido a vivir a Barcelona, no hubiese compartido esta dicha con mi madre. Como para mi futuro no hay otra cosa sino ser profesional comienzo de nuevo a ser aplicado en los estudios.

Pareciera como si la vida no quisiese que fuese feliz. Cuando comenzaba a aceptar mi nueva existencia y sus circunstancias ocurrió una verdadera tragedia. Alberto fue quien me recogió del cole, se le veía consternado, casi lívido. No hablo todo el camino, solo dijo que en casa había ocurrido algo grave. No pregunté más porque mencionó que al menos mamá estaba bien. Al llegar mamá lloraba en la sala, dos de las domésticas le llevaban té y la acompañaban sujetando su mano. Corrí a sus brazos, Alberto sobó mi cabeza.

—Me temo Joao que no tendrás más un hermanito —dijo Alberto con la voz entrecortada.

Me explicaron lo que era un aborto espontáneo, una tragedia que les ocurre a las mamás a veces, a la mía le pasó en la ducha. Ella decía que tal vez porque ha tomado mucho café, pero Alberto intentaba exculparla arguyendo que las razones de este fenómeno aún son desconocidas. Me sentí tan desolado ese día, más que cuando no me permitieron ir a Barcelona, o cuando me separaron de mi Videl.

La trsiteza en casa duró varios meses. Era como un luto permanente por alguien a quien amabamos sin siquiera conocer o ver su rostro. Mamá ya no era tan joven, tenía treinta y un años, sus esperanzas de volver a ser madre se le esfubaman con los días, igual que a Alberto pues ya casi frisa la cuarentena, sin embargo, él se mantiene optimista, y dice que ocurrirá todo cuando deba pasar. Finalmente viendo su entereza no creo que Alberto sea tan mal hombre.

 

 

 

 




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