Parte 2

Pasaron los días, las semanas y él no se daba por vencido. La atosigaba con llamados, mensajes y emails. Le envía flores, chocolates, pero ella seguía negándose a escucharlo. Morena se sentía perdida, ni ella misma se reconocía. Le había pedido al equipo de seguridad de su trabajo y de su edificio que no lo dejaran pasar. No quería verlo temía volver a caer rendida frente a él. Por eso se repetía diariamente, hasta el cansancio, que no era plato de segunda que se merecía ser el todo de la persona que estuviera a su lado.

Una tarde, aprovechando que no hacia tanto calor, salió a caminar para despejarse, el encierro la estaba volviendo loca. Deambuló por el Jardín Japonés sin prestar atención a lo que la rodeaba por eso no vio venir ese par de manos que la tomaron con avidez. No hizo falta girarse para reconocer su tacto; sus sentidos guardaban todos y cada uno de los recuerdos compartidos. Quiso desprenderse de su agarre pero Ulises no se lo permitió y ella ya no tenía fuerzas para seguir luchando. Sin demorarse, apoyó su mentón en el hombro de la mujer y de forma deliberada, sensual, le habló al oído confesándole que la amaba. Le dijo que ese fatídico día estaba discutiendo a causa de los papeles de divorcio. Le explicó que ella se había vuelto su todo pero que antes de seguir con la relación él debía comportarse como un hombre y estar libre para venerarla, hacerla feliz. Morena lloró liberando la angustia, desprendiéndose de la derrota que la embargaba, permitiéndole a ese hombre que recuperara su corazón, aquel que le había robado con tan solo una mirada.

Morena y Ulises al fin obtuvieron su final feliz. Quizás no todo fue color de rosas pero ellos con su paciencia lograron sortear los baches que el destino arrojaba en su camino. Compartieron una vida plena, rodeados de momentos que atesoraron por el resto de sus días.

Fin.