Timur
Bueno, mamá, si otra vez hiciste un duplicado de las llaves de mi piso, ¡prepárate! No sé cómo lo logras, de dónde las sacas; seguramente se las sonsacas a Motya, no veo otra opción. Si fue ella quien echó a Asya, no le irá nada bien. ¡Le cortaré de inmediato la financiación de sus estúpidos proyectos de ballet!
Y si fue Motya quien echó a Asya, le escribiré una recomendación tan “brillante” y le haré tal publicidad que ni para limpiar baños públicos en el mercado la contratarán.
Abro la puerta del piso y entro primero.
Oigo que alguien anda trajinando en la cocina. Voy directo hacia allí.
Y cuál no es mi sorpresa al encontrarme nada menos que a Albina, la madre de Taia. ¿Empezar a soltar insultos de inmediato o preguntarle primero de dónde sacó las llaves de mi piso? Esto no es propiedad privada, ¡es un maldito pasillo público!
—¿Cómo entraste aquí? —gruño desde la puerta.
—Ay, Timurchik, yo… simplemente… pasé… estaba buscando el chal de Taia… ¿Te imaginas lo que hizo Motya? ¡Trajo a alguna chica! Menos mal que yo… —se detiene en seco y desvía la mirada detrás de mí—. ¡Tú otra vez! —me giro y veo a Asya, pálida, encogida de miedo, sin saber dónde meterse.
—Asya, ve al dormitorio y cúbrete los oídos, la conversación ahora será dura. Yo mismo te llamaré después, ¿de acuerdo? —ella gira sobre los talones y se apresura a desaparecer lo más rápido posible.
—Repito la pregunta: ¿cómo llegó usted aquí?
—Ya te digo, buscaba el chal de Taia, en aquel piso no estaba, pensé que quizá aquí…
—Primero: usted sabe perfectamente que este piso es solo mío, y que Taia nunca estuvo aquí, ni sus cosas tampoco. Y segundo: ¿de dónde sacó la llave? —me controlo, intentando no gritar, para que Asya escuche lo menos posible estas disputas inútiles.
—Ya ni me acuerdo —me despacha con un gesto, como si hiciera una pregunta tonta y vacía.
—Lo repito —empiezo a perder la paciencia de verdad, cansado de que siempre me tomen por tonto, por un simplón que aguanta cualquier bofetada—: ¡¿qué demonios hace usted aquí?!
—¿Y qué se suponía que debía hacer? ¿Cuándo fue la última vez que estuviste con Taia? ¡Y claro que hice bien en venir! ¿De dónde salió esa chica embarazada? ¡Olvidaste que estás casado!
—Si vuelvo a oír de tu sucia boca una sola palabra mala sobre esta chica, te haré una vida tan “celestial” que encontrarás rápido el camino al infierno. Te has acomodado demasiado en mi cuello, pero créeme que sabré arrancarte de ahí. ¿Abrigo nuevo? —Albina desvía la mirada hacia su abrigo de piel, dejado descuidadamente sobre una silla.
—¿Acaso debería andar desnuda en invierno? —responde sorprendida, como si yo hubiera preguntado una tontería.
—¿Y no probaste con un plumífero? Es mucho más barato. A ti, que estás desempleada, te vendría mejor ese tipo de ropa. ¿Quieres que revise a dónde se van los fondos de tu cuenta? ¿O crees que no tengo cabeza? ¿Necesito repetir la pregunta sobre la llave?
—¡Pues la dupliqué de la de Motya! ¿Contento? ¡Qué vergüenza, tienes esposa y tú…! —agita la mano en el aire, buscando la palabra.
—Sí, esposa… y está en el pasaporte. Solo que… ni en la casilla de “Estado civil” ni en la de “Hijos” aparece tu nombre ni tu apellido… Y soy yo quien te mantiene. ¿Y vienes aquí, sabiendo toda la verdad, a exigirme derechos? ¿No se te ha ido la mano?
—¡Qué vergüenza! ¡Taia gastó en ti los mejores años de su vida! —grita por todo el piso.
No, así no puedo… Esto es un manicomio ambulante. ¿Cómo se puede tergiversar todo de esta manera? Una risa nerviosa se me escapa…
—Mamá, ¿de qué habla? ¡Diga también que, después de dos matrimonios antes de mí y una multitud de admiradores —hago comillas con los dedos—, me llegó como una niña pura!
—¡Nunca me gustaste! ¡Eres mezquino, avaro, deberías agradecerle solo por haberte prestado atención! Yo se lo decía… —agita el dedo en el aire. ¡Bruja!—. ¡Lleno de tatuajes, como un preso! ¿Crees que no sé que tuviste problemas con la ley? ¡Se lo contaré a todos! —tiembla de rabia, como si fuera a lanzar rayos por los ojos—. ¡Eres un ladrón! ¡Un matón de barrio! ¡Te metiste en nuestra familia y ahora encima nos echas en cara el dinero! ¡Desagradecido!
—Le informo que pido el divorcio. Y rece para que le deje aunque sea algo de lo robado, porque recibirán lo que merecen, se lo prometo.
—¡Ya veremos cómo lo logras! ¿Crees que eres más listo que todos? ¡He obtenido la tutela de Taia, y seré yo quien represente sus intereses en el tribunal! Contrataré a los mejores abogados y te dejaré en los huesos.
—¿Con mi propio dinero los contratarás? ¿O lo ganarás tú? —de ella emana odio a kilómetros, lo rezuma.
—La llave sobre la mesa y lárgate —le digo con total calma.
Albina agarra con furia su abrigo de piel, saca la llave del bolsillo y me la lanza a los pies, y se dirige a la salida.
—Te vas a arrepentir de esto. ¿Crees que serás feliz con tu putita? —se detiene a pocos centímetros de mí y escupe palabras venenosas, intentando herirme lo más posible.
Me entran ganas de agarrarla del cuello y estrellarla contra la pared. Aprieto los dientes hasta crujir. ¿Cree que puede soltarme frases así y que no le pasará nada? Ni lo sueñe.
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diferencia de edad, protagonista dominante, protagonista inocente
Editado: 15.12.2025