Tu verdadero nombre

CAPÍTULO 6

«Sí quiero ir al parque» fue la respuesta de ambas, como si estuvieran en el mismo espacio físico y lo dijeran al unísono, casi como mellizas. Era muy curioso que dijeran cosas iguales o muy similares en un rango de tiempo reducido y sin estar juntas, pero quién soy yo para entender al universo.

«¿Te veo en media hora?» le contesté a las dos. Ana lanzó un «¡Sí!» seguido de un corazón, cosa que no me esperaba de alguien tan reservada como ella, pero la respuesta de Ada me sorprendió todavía más: «Que sea ahora, te veo en cinco minutos frente a tu casa».

Me tomó por tanta sorpresa que casi suelto el celular de mis manos; ¡Ada es una chica demasiado activa y compulsiva! Mi móvil todavía necesitaba varios minutos para rellenar completamente su batería, pero lo que había acumulado en los últimos minutos era suficiente para sobrevivir un buen rato alejado de una corriente eléctrica. Lo desconecté, me acomodé mis zapatos de la suerte, los cuales me había regalado mi hermano hace tiempo, y salí de mi habitación para dirigirme a la puerta principal de mi hogar.

El sol estaba muy fuerte, pero de una manera agradable; no lastimaba, no quemaba, sólo existía y calentaba lo necesario. Como una linda coincidencia, Ada estaba saliendo de su casa al mismo tiempo. No puedo creer que vivíamos en frente del otro y apenas tuvimos la oportunidad de conocernos, y es que podría jurar que ahí vivía otra familia. Bueno… Ni siquiera sé si esa familia es la de Ada. Posiblemente sí. ¡Qué despistado fui tanto tiempo! La chica de mis sueños estaba tan cerca y tan lejos sin que yo lo supiera, y se veía espectacular.

Debido al clima, llevaba puesto un hermoso vestido morado, o al menos eso parecía, ya que era una pieza de tela que la cubría desde su cuello hasta casi las rodillas. Lo que más me llamó la atención de su atuendo fue un moño que presumía con gran porte justo en su pecho como si fuera la corbata de algún empresario de la ciudad. Tenía una cinta del mismo color amarrada a la cintura, y eso le permitía lucir un cuerpo todavía más espectacular, además de que el brillo de sus aretes no podía quedar atrás después de que un rayo de sol los hizo iluminar por unos cuantos segundos. A pesar de todo, lo que más iluminaba en ella, más allá de su persona, era su radiante sonrisa; siempre me ponía nervioso esa sonrisa tan hermosa y sincera como la que me regaló por primera vez aquel día cuando nos conocimos.

  • ¿Dormiste bien, Davu? -empezó al acercarse a mi persona.

  • Bastante, caí dormido justo cuando lleg… -cuando estaba a una distancia corta, no dudó en abalanzarse hacia mí con un fuerte abrazo. Su aroma floral me dejó petrificado. Literalmente, no me podía mover.

  • Yo tuve dificultades porque estuve esperando tu mensaje -escuché su voz desde la parte lateral de mi oído. Era una voz suave, casi como si estuviera haciendo un reproche, pero muy tierna al mismo tiempo.

  • Eh… -no me salían las palabras, sentía todo su cuerpo pegado contra el mío en un abrazo lleno de cariño que, aparentemente, vino de la nada.

  • Bueno, no te puedo culpar -expresó al separarse de mí y alejar un poco su dulce aroma-, tal vez tu día fue más pesado que el mío. ¡No importa! Ahora que estamos aquí, ¿caminamos al parque juntos?

  • S… Sí… Me encantaría, Ada -contesté recobrando un poco el valor que su prueba de afecto me había quitado.

  • ¡Genial! -expresó al apretar uno de mis brazos como si estuviera abrazando a un osito de peluche. El valor se volvió a ir.

A pesar de que no podía hablar demasiado porque me estaba concentrando en no desmayarme de los nervios, Ada lo tomó como un momento más para platicarme un poquito sobre su vida, lo que hizo el día de ayer a detalle y lo que le gustaría hacer en un futuro cercano. Mi corazón iba a mil revoluciones por segundo, pero al mismo tiempo sabía que estaba en un lugar seguro con su presencia. Ada era la paz más caótica que jamás pude haber tenido.

Era época de florecimiento en la zona, por lo que las calles que guiaban nuestro camino hacia el parque Toboni relucían con pasteles en las hojas de cada árbol. El sol que había aparecido desde la mañana era un factor adicional para que las hojas más débiles, pero más bonitas, cayeran de sus raíces con el vaivén tan pacífico del viento matutino. Al tomar un gran respiro para que mi corazón dejara de estar tan ansioso, pude aspirar una cantidad considerable de clorofila, o al menos esa era la sensación que me daba al sentir tanta naturaleza entrando a mi ser por mis fosas nasales mientras la chica de mis sueños apretaba mi brazo y caminaba a mi lado, sonriente, hermosa, siempre tan radiante.




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