POV de Arturo.
Hoy ha sido un día de infarto. Todo, hasta el más mínimo detalle, debe ser perfecto. Desde el banquete hasta la decoración floral, todo debe reflejar mi buen gusto y la riqueza que atesoro.
Mi secretaria, que también fue mi amante, me ha acompañado en todo momento. Su rostro es un poema de envidia mal disimulada. Verla esforzarse para que mi día sea impecable y sufrir por dentro es un placer indescriptible.
Camila es la mujer ideal para mí: hermosa, inteligente, una buena amiga y cómplice en este falso matrimonio. Nuestra unión consolidará mi posición en la sociedad y me abrirá puertas que ni siquiera imaginaba.
Mañana todo será perfecto. Camila será mi esposa y yo, Arturo, seré el hombre más afortunado del mundo.
Con una sonrisa socarrona, le dije a mi secretaria desde mi escritorio:
—Helen, siempre tan eficiente. Ya puedes retirarte, has hecho tu trabajo a la perfección.
Ignorando mis palabras, ella se acercó sensualmente, cerró la puerta con llave y me dijo:
—¿De verdad, Arturo? ¿Eso es todo? Te casarás con la gorda y me dejarás por ella. No te importa todo lo que hemos vivido hasta ahora.
—¿Acaso esperabas algo más? —dije fingiendo sorpresa.
De pronto, Helen empezó a desabotonarse la blusa en un gesto desesperado; esbocé una risita picarona.
—No seas ingenuo, Arturo. Sabes muy bien lo que quiero.
—Helen, me halagas, pero mañana es mi boda. No creo que sea apropiado... Es de muy mala suerte hacer el amor un día antes de mi boda —dije en tono burlesco, pero ella simplemente me ignoró e insistió.
—¡Vamos, Arturo! ¿Qué tiene de malo una pequeña despedida de soltero?
Me levanté de mi silla, tomé suavemente su mano y, con voz apenas audible, susurré:
—Helen, eres una mujer irresistible, lo reconozco. Pero debo mantenerme casto para Camila —dije con un tono sardónico.
—¡Casto para esa gorda engreída! —exclamó enfurecida.
—Helen, no te rebajes. Sabes que Camila es la mujer que me conviene —dije con la calma y serenidad que hasta entonces me habían caracterizado.
—¡Eres un imbécil! ¡Un tipejo! Ya sabes que renuncio, voy directo a recursos humanos.
—Como quieras, Helen. Pero no olvides que fuiste tú quien se ofreció a mí.
—¡Te arrepentirás de esto, Arturo!
—No te preocupes, Helen. Siempre te estaré agradecido por los buenos momentos —espeté abriéndole la puerta con gallardía.
Helen salió de la oficina furiosa y humillada, y logré librarme de ella sin querer. Su rostro reflejaba la frustración que tanto me complacía ver. Sonreí para mis adentros, saboreando su derrota.
Otra secretaria menos, pensaba con sorna. Ya era hora de buscar una nueva presa, alguien más joven e ingenuo que cayera en mis redes. La oficina se sentía extrañamente silenciosa ahora que Helen se había ido.
Me levanté de mi asiento, estiré los brazos y me serví una copa de whisky, sabiendo que el placer de la caza estaba a solo un susurro de distancia.
*****
POV de Camila.
Más tarde...
Mientras caminaba por el pasillo hacia la oficina de Arturo, vi a Helen empacando sus cosas. Me miró con mala cara, seguramente porque sabía que iba a ser la esposa de su jefe. No puedo decir que su situación me preocupe, siempre fue un poco mala conmigo y ahora que voy a ser la esposa de Arturo, me odia. Me enteré por Recursos Humanos de que había renunciado y de que Arturo había aceptado su renuncia. Me alegro de que se haya ido, siempre fue un fastidio.
La vi de pie, con esa mirada desafiante que siempre me había intrigado. Me detuvo un momento.
—Hola, Camila —dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Yo respondí con un saludo casual, pero en mi interior bullía una mezcla de curiosidad y cautela.
—Vaya, vaya, Helen. Parece que alguien ha tenido un mal día —le dije a Helen con una sonrisa maliciosa.
Ella me miró fijamente, con la mirada puesta en el suelo, y me respondió:
—No estoy de humor para tus tonterías, Camila.
—Oh, vamos. No te pongas así. Todos sabemos que Arturo es un poco... ¿Cómo decirlo? ¿Voluble? Pero estoy segura de que encontrarás un nuevo trabajo enseguida.
Helen levantó la mirada con rabia y me exclamó:
—¡No necesito tu lástima! Y no te preocupes, me aseguraré de que Arturo se arrepienta de lo que hizo.
Fingí sorpresa y le pregunté:
—¿En serio? ¿Qué vas a hacer? ¿Denunciarlo por acoso o intentar seducirlo para vengarte?
Helen me respondió con una sonrisa enigmática:
—Eso no te incumbe. Pero créeme, Arturo me las pagará.
Me encogí de hombros y respondí:
—Está bien, te deseo buena suerte. Pero no digas que no te lo advertí. Arturo es un hueso duro de roer. Y si te metes con él, prepárate para perder.
#13 en Novela romántica
#4 en Novela contemporánea
mujer con curvas, matrimonio por contrato, herederomillonario
Editado: 14.03.2025