Tus Lemas

Capítulo 4

No recuerdo cómo llegué hasta la habitación hasta que abro los ojos con algo de dificultad y siento cómo entra la luz de lleno impactando sobre mi rostro. Eso, y los ruidos de los platos chocando con ruido contra la mesa desde abajo. Trato de estirar la manta hasta que llego a cubrirme completamente los oídos. Pero aún así, el ruido parece intensificarse aún más.

¿Qué le cuesta a la gente guardar silencio para que el resto pudiera dormir en paz?

Estoy a punto de levantarme de la cama y empezar mi día gritando a los cuatro vientos para que bajen el volumen y al escándalo que hacían con ese ruido hasta que escucho unos pasos. Por un momento se detienen, como si estuvieran dudando, porque dejo de oírlos. Mis oídos piden a gritos estallar cuando escucho cómo tocan reiteradas veces la puerta de manera tan bruta y ruidosa. Me tapo ambas orejas como si realmente eso ahuyentara el sonido que retumba en mi cabeza.

 Quizá era realmente tarde, pero en lo único que podía pensar es en seguir durmiendo luego de una larga noche de charlas y caminatas con mis amigos. No quiero ni mirar la hora en el celular porque sé que comprobaría que no eran horas para despertar.

  —¡Dejen que descanse un poco más!

Mi grito, al parecer, no funciona en lo más mínimo. 

Cuando tocan por enésima vez, estoy por gritar que me dejen en paz hasta que lo escucho.

—¿Te levantaste, bella durmiente? —se oye detrás de la puerta.

Su voz ronca y algo graciosa al decirme aquello me hace salir del trance en el que estaba hace un momento. Con certeza puedo confirmar que no es Brad, y aún con más seguridad confirmo que tampoco es la de mi padre. No entiendo cuántas probabilidades hay de que se trate de quien me imagino, pero no resulto estar errada. Cuando no le contesto, abre la puerta como si nada y se queda ahí parado.

Aaron Jones está levantándome a los gritos mientras me mira como si fuera una especie de payaso. ¿Qué se esperaba? ¿Que amanezca de vestido y tacones? Su mirada me irrita y me contengo para no mandarlo a otra parte. Se encuentra apoyado sobre el marco mientras disfruta de lo colérica que me encuentro, con ambos brazos cruzados haciendo que eso le levante algo la remera y se le note un rastro de la V que se le forma sobre sus pantalones. Dejo de observarlo antes de que él note cuánta atención le brindo y le tiro una almohada recordando lo que acaba de decirme.

—Odio que me digan eso. Toda mi familia lo hace —suelto, gruñendo mientras lo veo carcajear.

Porque si bien de princesa no tengo nada, el sueño sí. Soy capaz de dormir hasta tardes horas sin poner siquiera alarma para despertarme. Quienes cumplen la función de ella resultan ser mis padres ya rendidos acerca de mi actitud que tengo desde hace ya años. Sin querer moverme un poco y con las ganas de quedarme recostada en mi cama, me sujeto de las sábanas como si escudaran mi cuerpo casi desnudo sobre la cama, que permanecía inquieto ante su mirada dirigida hacia mi. Apenas se me ven los ojos e incluso quiero taparlos también. No estoy segura de qué miembro de mi familia lo ha dejado hacerlo, pero se me hace una idea. ¿Qué hacía levantándome, al fin y al cabo? Y por todos los cielos, ¿¡qué hacía en mi habitación!? 

Técnicamente es suya. Pero la hizo mía en el momento en el que pisé esta casa junto a mi familia dispuestos a habitarla por unos meses. Los suficientes hasta que el verano acabe.

  —Sal de aquí. Estás invadiendo mi privacidad —gruño otra vez.

Claro que mi hermana no había aclarado que el venir de vacaciones con ellos significaría lidiar con Aaron Jones riéndose de mi humor mañanero y sacar provecho de ello. Persisto en la idea de encontrar al culpable de mi familia que le ha dado el poder de hacerlo. 

Él me hace volver a la realidad contestando a mi enfado.

—¿Tu privacidad? Es una habitación —se ríe.

—¡Vete igual!

Hace ademán de que finalmente me hará caso pero voltea a medias para observarme. Contengo la poca fuerza en mi que amenaza en saltar de la cama para empujarlo y finalmente echarlo para cerrar la puerta con llave. Si es que hay una.

  —¿Y qué si me gusta observarte así?

 —¿Por qué de repente eres un grano en el culo? Vete.

Mi torpe intento de revolear un par de almohadones hacia su dirección termina siendo en vano, al igual que todo lo que tengo a mi alcance. Fallo porque lo ataja con sus manos, mirándome burlón. Le doy más gracia de lo que le he dado a alguien jamás y creo que lo nota, porque sigue persistiendo en su actitud bromista.

—¿Dijiste que odiabas que te llamaran bella durmiente, no?

—Sí —respondo confundida.

—Si no te gusta ese entonces.. —dice antes de finalizar— Vístete entonces, campanita.

¿Me había dicho campanita?

Me levanto rápidamente para cerrar la puerta sin controlar los pasos fuertes que demuestran mi enfado e irritación. El estruendo que produce al hacerlo es suficiente para pensar que lo mantendrá alejado por un rato al menos. ¿Qué clase de pacto había hecho con el diablo que hace que comience el verano de ésta forma? Revuelvo entre las sábanas el celular que había salido disparado de mis manos al sobresaltarme cuando lo había visto entrar a la habitación, encontrándolo casi al borde de la cama. Cuando lo prendo miro la hora y creo entender el por qué de tanto ruido.




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