Tus Lemas

Capítulo 9

Abro los ojos despertándome algo sobresaltada cuando siento que alguien me sacude. Me encuentro a mi madre a menos de un metro de distancia y la miro soñolienta. Abro mis ojos con confusión para darme cuenta que estoy acostada en el sillón y con una sábana sobre las rodillas. Trato de inclinarme pero mi espalda tan dura se contractura y gruño para mis adentros. Maldigo a Aaron por haberme hecho quedar dormida una noche entera allí. Lo recuerdo y lo busco con la mirada, pero la única en mi rango de vista termina siendo con quien me encontré al principio. A mi madre, sonriendo divertida a un lado.

—¿Trasnochaste? —se burla ella mientras me paro.

—No siento la espalda —me quejo, a lo que ésta niega con la cabeza y me señala el desayuno que me ha dejado en la mesa en frente de la televisión. Ella está con un bolso y aparece mi padre detrás con dos sillas para la arena—. ¿Van a la playa?

—Sí, nosotros dos. Al parecer los Jones no son muy madrugadores, siempre vienen un rato luego. Es temprano para ellos todavía —se ríen, asintiendo al unísono.

Alzo una ceja ante aquel dato que no paso desapercibido.

—¿Qué hora es? —cuando se dan cuenta del tono de mi voz, desaparecen de mi vista y salen por la puerta antes de escuchar o siquiera ver mi reacción.

Agarro el celular para ver que dan casi las diez de la mañana y entiendo por qué mis padres han salido casi corriendo del lugar. No llego a desbloquearlo cuando se apaga, mérito de no haberlo dejado con el cargador por la noche. Me levanto ya sin opción a hacer otra cosa, porque el sueño se me ha ido y todavía no tengo hambre como para desayunar. Mientras más camino más siento a mi espalda rechinar, lo que me hace jurar nunca más quedarme durmiendo en ese sillón.

Me iba a ser imposible moverme por un buen rato.

Acerco la bandeja para servirme un poco del jugo al que veo tentada en tomar, pero al levantarlo una hoja en forma de cuadrado se resbala y cae al suelo. Me estiro para alcanzarlo y cuando lo hago vuelvo a dejarlo en la mesa. Pero no es un simple papel, hay algo escrito en él.

O mejor dicho, hay algo dibujado.

Al ver lo que es caigo de culo contra el sillón. No es más que un simple y poco elaborado dibujo, que deja a la imaginación mucho más de lo que abunda en la hoja. Sin embargo, me es inconfundible el intento de campanita que ha dejado Aaron. Ahora sé que el desayuno es de él, y no proviene de mi madre como había supuesto.

—Cambia esa cara, Sis —aparece mi hermana por detrás, mientras aprovecho para arrugar disimuladamente el pequeño papel que sostengo aún entre mis manos.

—Buen día a ti también —le respondo, observando cómo ella me devuelve el saludo y acto seguido revuelve el living entero. Hasta me hace parar alejándome del sillón mientras lo corre y se agacha, como si debajo de éste se encontrara lo que sea que estaba buscando con tanto empeño. Estoy a punto de advertirle que tenga cuidado con la mesa detrás suyo pero es tarde porque la rodilla de ella se choca de antemano y pega un grito.

La ayudo a acomodar el desastre que hizo con el sillón que había dejado desarmado y ella me agradece algo mal humorada todavía. O peor, frustrada.

—Al parecer no soy la única con mala cara a la mañana, ¿se puede saber qué estas buscando tan desesperada?—inquiero y ella bufa frustrada.

—Brad me regaló una pulsera y creo que quedó enganchada en un suéter que usé uno de éstos días.. ¡pero no encuentro el puto suéter! —se toma la cabeza y casi siento que se arranca los pelos en frente de mí, haciendo que suelte una carcajada—. No te rías, ¡ayúdame! Hoy nos invitaron a comer y no quiero que se decepcione si ya ando perdiendo todo lo que me regala. Soy la peo..

—Espera. Estás diciendo que nos invitaron a la noche, ¿y te despiertas a las 10 de la mañana para buscar la pulsera que perdiste? —ella me fulmina con la mirada y no insisto más en el tema, aunque suelto una última risita por su nivel de obsesividad mientras la ayudo—. Erin, eres la persona mas maniática que conozco.

  —Genial. Ahora, ¿me ayudas o no?

Nos lleva no más de quince minutos revolver todo el resto del living hasta encontrar el saco entre dos sillas, algo arrugado pero que efectivamente tiene puesta la pulsera que ya había dada por perdida y casi la llora en el camino. La expresión que formula Erin al ponérsela es una que de seguro recordaría por el resto de mi vida. Maldigo al no tener el celular cerca para sacarle al menos una foto y así poder molestarla un tiempo después.

Ambas nos sentamos en la mesa dispuestas a desayunar, pero recuerdo que en la mesada del living había dejado lo que Aaron dejó ridículamente para mi. El dibujo sigue doblado en uno de los bolsillos traseros del pantalón y dejo que esté ahí hasta tener un momento para guardarlo o hacer que se pierda sin que nadie lo viera. Llevo la bandeja hasta donde está Erin y al sentarme a su lado, levanta una ceja curiosa e intrigada.

  —¿Te lo ha dejado Aaron?

  —¿Qué? —enmudezco.

  —Audrey, por favor. No creas que no lo escuché. En realidad no sabía si estaba imaginándolo, pero estás algo nerviosa todavía. Así que lo asocié. ¿Qué hacía a esa hora? Dime al menos que..




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