Tus Lemas

Capítulo 10

Bajo aún con el pelo mojado por la ducha rápida que me había dado ante la pronta llegada de la familia Jones. Mis pasos se detienen en el momento en el que los veo entrando al living, esparciendo un aura vivaz y entrañable.

Me quedo parada en el lugar y me adelanto al darme cuenta de aquello, pero debía ser la primera vez que los veía a todos juntos y entrando como la familia que son. La vez que nos habíamos sentado en la mesa todos juntos, apenas podía observar mi plato ante la incomodidad que sentía al descubrir que Aaron estaba frente a mí. Ahora, con todos presentes y casi en fila es hasta algo divertido de apreciar. Noto la mirada obstinada y tenaz que irradia él que me hace flaquear.

Me acerco a saludarlos y cada uno de ellos me responde de igual forma, cálidos y sonrientes. Claro que él no tiene que ser menos y me observa tan alarde como siempre.

—¿Cómo estás, querida? —escucho cómo la única mujer de la familia Jones saluda a Erin, quien le corresponde enseguida—. Qué rico olor.. ¿quién cocina hoy?

Ella se pierde junto a su marido por la puerta de la cocina y me quedo sin saber a dónde dirigirme. Brad se acerca y se posiciona al lado de mi hermana, quien lo espera entre sus  brazos sonriéndole con alegría. Me mira tajante cuando me burlo de ellos.

Me escapo para terminar de poner los platos en la mesa y segundos después todos estamos sentados. Al contrario de lo que había sido la primera cena cuando habíamos llegado, ésta es mucho más tranquila y para nada tensa. Aunque noto a Brad algo impaciente e inquieto. Ya eran tres las veces que se había levantado. Su personalidad tan relajada lo delata, y hasta noto de reojo cómo mi hermana lo toma de la mano y le susurra algo.

Quienes hablan durante todo el transcurso de la cena son nuestros padres, porque la situación extraña de mi hermana y su novio hizo que apenas participaran de algún tema de conversación. Aaron está callado, y apenas había mirado hacia mi dirección. Parece ser que soy la única que no se comporta de forma extraña hasta el momento. No me quejo de lo relajada que resulta ser la velada, pero tanto silencio entre la pareja ejemplar me aturde y hace que ésto se vuelva extraño. O al menos para mí, que los conozco y su estado emocional suele ser mucho más expresivo que el que están teniendo ahora. Una situación llevadera y tranquila ahora resulta ponerme nerviosa. Aaron quizá siente lo mismo, porque se levanta de la mesa apenas terminamos nuestros platos y se dirige al living. No lo pienso más de dos segundos porque hago exactamente lo mismo que él, siguiéndolo.

No espera a llegar para voltearse.

  —¿No puedes estar más de cinco minutos sin mi, eh? —habla mientras se tira en el sillón de cual me he quejado hace un día. 

—Te gustaría, ¿cierto? —respondo alarde y él me observa detenidamente.

Una vez que me acomodo en el sillón y noto que él también, me animo a preguntarle aquello que me carcomía la cabeza durante la cena. Podía llegar a tener una respuesta como no, pero no pierdo nada intentándolo. Al menos averiguar el por qué de la tensión del ambiente entre Brad y mi hermana, quien parecía ajena también a saberlo.

—¿Qué le pasa a tu hermano? —empiezo—. Pone nerviosa a la mía y hasta yo me siento algo intimidada con la situación.

Él no tarda en responderme.

—Pensé que yo era quien te intimidaba.

—Quizá.

Ambos nos quedamos en silencio hasta que él decide responderme.

—Es cosa de ellos, sobre todo de Brad. Descuida, pronto lo sabrás —y eso es lo único que me dice. Ni siquiera me atrevo a preguntarle o indagar en el tema, porque él no se molesta en explicarme ni detallarme mucho más. Si es algo que le había contado su hermano, no tenía por qué meterme. Aunque me intriga saber qué y entender lo que está pasando—. Te ves graciosa cuando te quedas pensando mucho las cosas.

—Sí, debo poner una cara salvaje que enloquece. Debe ser muy divertida —incluso yo me sorprendo ante la ironía que sale de mi boca cuando lo digo, pero disfruto del rostro que pone cuando me escucha.

—No hace falta poner cara salvaje, ya te recuerdo a ti entera de esa forma.

¿Por qué siempre tenía una respuesta a todo?

Y lo peor, ¿por qué yo no? Sus contestaciones me frustran a un nivel en el que quería gritarle en la cara que me deje a mi ganar alguna conversación. Podía lograr que se quede callado por unos segundos, pero esa era todo, porque esos eran suficientes para pensar en otro comentario mucho más poderoso y hacer del mío uno insignificante. Y no era para nada satisfactorio en éste momento verle el rostro con su mirada tan auto suficiente y bromista.

—Estos comentarios están comenzando a agotarme —termino diciendo. 

Sin mencionar la actitud que respaldaba aquellos.

—Pero si esa es la gracia entre nosotros.

Lo dice como si fuera tan obvio que me dan ganas de golpear la pared que tenía a un par de metros. Otra vez, las emociones me invaden y llevan el control manejándose entre ellas. Puedo llegar a desviarlas, pero no frenarlas. Lo que produce en mí es más fuerte y difícil de expresar, pero sus palabras hacen que me sienta frustrada.




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