Tus Lemas

Capítulo 13

El día cambia radicalmente a la mañana siguiente con el cielo despejado y dejando las nubes a un lado. La arena aún está mojada por la tormenta de ayer y es mucho más fácil hundirse en ella, por lo que al llegar a la playa junto a mi hermana y Brad nos quitamos las ojotas enseguida.

En un principio Aaron vendría, pero cuando llegó su hermano a buscarnos comentó que uno de sus amigos había ido a buscarlo y que quizá más tarde se pasara un rato. Y al sentir aquella danza de emociones aterradoras al nombrarlo, supe cuánto quería verlo.

Y el hecho de realmente querer aquello me pone nerviosa.

No soy capaz de pensar en ello en profundidad, porque entender lo que me pasa significa entender con pesadez lo que trato de desviar.

—Estábamos pensando en ya poner una fecha —me mira Erin mientras me saca de mis pensamientos. Dirijo mi atención hacia ella y aplaudo emocionándome al entender de qué me hablaba—. Quizá a mitad de año, puede ser.. Solo hay que averiguar un poco sobre las fechas disponibles de los lugares y salones. No concretamos nada.

  —¿Qué planean para ese día? —pregunto intrigada.

  —No mucho por ahora. Hablamos de algún salón tradicional.. pero a mi me gusta la idea de hacerlo en algún lugar con patio, con más lugar al descubierto.

Comienza a gesticular con las manos y yo suelto una leve carcajada al igual que su novio ante su emoción al contar la idea que tiene pensada.

—Tendrá que ser en una fecha en la que esté lindo entonces, porque si lo haces en invierno harás que nos agarre hipotermia ahí afuera —bromeo mientras ella me hace una mueca como si fuera obvio. Cómo no. ¿Cuándo Erin Bell no tiene todo calculado?

Brad acota un par de cosas pero se concentra en escucharla y eso se nota. Resulta totalmente dulce su actitud de querer brindarle a mi hermana lo que ella quiere, aunque iba a compadecerlo cuando pasaran un par de meses más y comenzaran a averiguar y ultimar detalles.

Mi hermana en éste momento expresa tranquilidad al hablar, pero ésta no tardaría en desaparecer para convertirse en una bola de ansiedad e histeria. No la culpo tampoco porque debía ser una de las fechas más importantes de las que posiblemente tenga después. Tratar de que salga todo a la perfección sería algo tortuoso y le llevaría mucha planificación.

—¿Quieren meterse al océano un rato? Está haciendo un calor infernal —protesta mi hermana mientras ruega con sus palabras.

Yo niego rotundamente, prefiero quedarme aquí tomando sol antes que sumergirme en el agua que para mi es aterradora. Ella lo sabe, así que no vuelve a preguntarme e insistir para que vaya, pero cuando se levanta duda. 

—¿No te molesta?

—Tonterías. Están en el mar, no en Narnia. Me quedo por aquí y cualquier cosa voy a meter los pies luego —le digo para reconfortarla a lo que ella asiente y toma de la mano a su novio para adentrarse en el mar. Los pierdo con la vista enseguida.

El sol me nubla completamente la vista y comienzan a picarme los ojos, así que me pongo los anteojos y me volteo para broncearme parejo. Estoy un buen rato de ésta forma, tanto que incluso me sumo en un próximo sueño que estoy por tener apunto de dormirme allí. Pero me sobresalto apenas escucho una voz próxima a mi y algo histérica. Cuando levanto la vista tengo que refregarme los ojos más de un par de veces para finalmente ver a quién tengo delante.

Aaron se encuentra parado delante de mi, con los brazos inquietos a su costado y devorándome descaradamente con aquellos ojos que me sumen en un mar de sensaciones satisfactorias.

  —Mierda, ¿qué haces ahí tirada de esa forma? ¿Y sola? —él me señala pero yo no me muevo.

—Estoy tomando sol, ¿pretendes que lo tome con ropa?

—Muy graciosa. Pero podrías —suplica y yo lo miro incrédula—. No me malinterpretes, si es por mi desnúdate si quieres, pero no sola. Mientras me acercaba a ti conté con los dedos todos los que pasaron y te miraron ¡incluso uno te sacó una foto!

Su grito irradia aquella frustración que él suele brindarme últimamente y sonrío por lo que me hace acordar. Él me mira como si estuviera loca y esperando a que le responda.

  —La mayoría de los hombres llevan consigo el adjetivo cerdo pegado a su nombre, no te preocupes. Sé lidiar con las miradas de unos cuántos. Aunque fastidie.

  —No te molesta que yo lo haga —replica, y yo me encojo de hombros ante sus palabras.

Puede que haya cierta verdad en ellas.

Ante el silencio que se acaba de formar y mi poca tolerancia por la situación, él nota que yo no pienso acatar lo que acaba de pedirme, con pocas ganas de obedecer ante su absurda petición burlona. Así que hace lo único que está a su alcance, se tira junto a mi y pone sus brazos detrás de si en forma de respaldo. No digo nada hasta que se saca la remera y se queda únicamente con el pantalón puesto.

Su torso desnudo con el color que acentúa el verano desquiciaría a cualquiera que pasara por al lado nuestro, porque yo reacciono de igual forma. Tengo que controlar las hormonas que ahora salen disparadas de mi cuerpo y contener el ansia y deseo que surge de mi al verlo.




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