Uno de los chicos agarra las cartas para jugar, y otro la caja en donde se encontraban los retos ya armados. Era una pila que contenía alrededor de cincuenta y las voltearon en el centro de la ronda para que el que perdiera, tomara una y cumpliera con lo que decía. Me intrigaba saber lo que podía llegar a decir cada una de ellas porque eran varias y las opciones variarían.
—Algunas cartas te dan opciones y otras no. Por ejemplo, una puede darte a elegir hacer o responder algo, o tomar un vaso de algunas de las bebidas que hay aquí de alcohol. En cambio otras simplemente te ordenan algo y debes cumplirlo porque se te sumará otra prenda. Hay de todo estilo, algunas pueden ser tranquilas y otras picantes —explica uno de los primos, a lo que todos le decimos que sí—. Genial, ahora que está todo entendido, haz los honores Jacob.
Él no tarda en tomar el mazo de cartas y las mezcla, tomándose su tiempo para hacerlo. Una vez que termina reparte cinco para Chad, quien se encuentra expectante e impaciente, y cinco más para él mismo. La partida comienza al segundo siguiente.
—Vaya.. —dice mi amigo casi relamiéndose los labios apenas ve las cinco.
Alguien tenía buenas cartas.
—Voy —responde Jacob.
La partida no se hace pesada para nada, todos estamos esperando que tiren las cartas y nos quedamos observando cada movimiento. Unos minutos después terminan y mi amigo, con su sonrisa reluciente y dientes blanqueados, grita victorioso.
—Y yo que te invito a mi casa, ¿así me pagas? —se burla Jacob a lo que todos reímos. Se gira para seleccionar una de las cartas que dirán su sentencia y se tapa el rostro con la mano para luego leerla en voz alta:— Cuenta con quién has estado por última vez en la cama o toma un shot.
—Oh, esa ya la sé —rezonga Gabe.
—Un caballero se guarda esos detalles —dice para luego tomar un trago puro directo de la botella de vodka que se encontraba apoyada. Estoy segura que esa frase le ha sacado una sonrisa de lleno a mi amiga, pero no me volteo a mirarla porque quedará demasiado obvio y no es momento para revelar detalles con tanta gente desconocida en el lugar.
—Esa carta ha sido lo más fácil que pudo haberte tocado, es solo una confesión. Me gustan las que son más picantes —protesta uno de sus primos y él se encoge de hombros mientras con la cabeza señala a mi amiga para que siga.
—Además ni siquiera lo has dicho —se ríe otro.
—Y no tengo pensado hacerlo. Así que adelante, denme otra si quieren —dice Jacob dándole igual. Le alcanzan una carta de los retos y la lee detenidamente—. Elige a alguien para que haga de caño y bailale por un minuto entero. En serio, ¿qué son éstas cartas? Ni siquiera sé bailar.
Todos se ríen mientras él la revolea al suelo.
—Yo avisé que algunas eran mucho más picantes que otras —protesta su prima.
—Ya, ya. No pienso elegir a alguien. El primero que se pare, le bailaré. ¿Contentos?
Todos aplauden efusivamente pero ninguno se para. Estoy a punto de ver a Stace hacerlo, la veo de reojo y asiento con la cabeza alentándola. Pero se muerde el labio respondiendo ante mi gesto y niega levemente con la cabeza.
—Vamos, demuéstrame a mi esas pocas habilidades de bailarín —acepta Aaron mientras se para y me tapo la boca para callar la carcajada fuerte que insiste en salir.
Jacob lo intenta pero entra en risas junto a su amigo, quienes se contagian y no pueden parar por un rato. Todos los seguimos hasta que se cumplan los sesenta segundos, una vez que pasan éste cae rendido al piso mientras sus piernas se cruzan enseguida.
—Debe ser lo más avergonzante que hice en mi vida. Traten de olvidarlo. Stace, ¿sigues tú?—él la observa mientras capta su presencia deleitándola.
Ella se corre para adelante y muestra el papel, le había tocado con un tal Ed. Éste se acerca y reparten las cartas entre sí, quedándose cinco y cinco cada uno. Desde que tenía memoria, ella siempre jugó espectacular. Tanto ella, Chad y yo solíamos jugar de vez en cuando, pero al ser impares, nos turnábamos. Pero si sumabamos las partidas estaba segura que Stace se llevaría el premio. De hecho, muchas veces apostabamos lo que teníamos en nuestras billeteras y pocas veces terminaba quedándome con lo mío.
Por lo que no me sorprendí cuando ella tiró sus últimas cartas y se le dio como declarada ganada la partida. Ella aplaudió felizmente y le sonreí cuando miró hacia mi.
El guiño que le dio Jacob no pasó desapercibido ante mis ojos tampoco.
—Mmm.. éstas cartas me dan miedo —dice Ed mientras agarra una de ellas—. Me tocó una de las que no tengo opción, mierda.
—¿Qué dice?
—Agarra un vaso, sírvete y tomálo mientras das vueltas y giras en el lugar.
No podemos evitar reír a carcajadas cuando lo termina de leer, incluso él que hace señales de querer morir antes de hacerlo. Uno de sus amigos le extiende el vaso, que no se molesta en dejarle algo vacío ya que lo llena hasta arriba, y el tal Ed lo agarra. Cuando nos damos cuenta se encuentra girando y tomando lo más rápido que puede, aunque en el intento se salpica con lo que rebosa del vaso y las risas aumentan. Cuando se cumple alrededor de un minuto y termina todo lo que le faltaba, trata de sentarse pero aún mareado se tambalea y termina en el piso, haciendo que no cesen para nada las risas.