El viento comienza a soplar con más intensidad y siento mis manos temblar a medida que éste aumenta. No quería subir hacia la habitación porque sabía lo que significaría y la larga noche que me esperaría si lo hiciera, por lo que no dudo cuando me levanto del escalón en el cual estaba sentada y comienzo a caminar hacia la playa que tenía a tan solo metros.
A medida que avanzo las sandalias comienzan a molestarme y la arena se introduce de a poco en ellas. Me estiro y termino sacándomelas, dejándolas a un costado y sintiendo así los pies hundirse levemente en ésta.
Logro encontrar un espacio en donde la brisa apenas se sentía y me acomodo en el suelo, dejándome volar con aquella sensación enriquecedora que me brindaba estar al aire libre y que hacía sentirme viva.
Incluso cierro los ojos como si eso intensificara sentir aún más aquella sensación.
Estoy así unos segundos y permito que mi mente se disperse al mismo tiempo en el que lucha para no hacerlo. Las sensaciones vuelven a mi y aquel dolor no se esfuma tan rápido como creía, pero permito disolverlo por algunos minutos. No era fácil controlarse y mucho menos resistir ante el constante efecto que aún me sacudía por completo.
—¿Qué haces, Audrey?
Alguien habla detrás de mi y brinco tan alto que hace que despegue el culo de la arena. Mi corazón se acelera tan rápido que el susto tarda en irse, y éste no se desaparece con tanta facilidad al ver a quién tenía frente a mis ojos. Aaron se encuentra con ambas manos a sus costados, pegadas en los bolsillos del pantalón. Apenas podía observarlo ya que la arena me pegaba de lleno en el rostro al volar con fuerza en el aire.
Aunque me bastaba sentir su presencia para descontrolarme un poco y lograr que los nervios se apoderen de mi y lleven el control.
No me esfuerzo en decirle algo porque aunque quisiera, no sabría qué de tantas cosas responder. La pregunta era sencilla y lo sabía, pero no tanto cuando un remolino de emociones había pasado encima de mi y apenas sentía con claridad las cosas.
Él suelta un suspiro pesado sobre mi espalda y se acerca un poco, sintiendo cómo deja sobre mis piernas el saco que traía puesto.
—Gracias —susurro mientras me lo cuelgo en los hombros y él no contesta.
Nos mantenemos así unos minutos que se hacen eternos y dejando que la naturaleza nos calme o por lo menos lo intente. Escuchar el ruido del mar de fondo junto a aquella brisa que se formaba a la par era relajante, y mantener aquel silencio también. Ninguno de los dos se esfuerza por hablar ni por intentar entablar un tema de conversación. Lo veo mover sus manos haciendo círculos entre ellas, sin poder mantenerlas quietas.
¿Estaba nervioso?
Su actitud relajada a veces podía llegar a ocultar su emoción verdadera. Solo que él nunca me la demostraba, su capa egocéntrica y engreída era su escudo constante contra mi. Como si aquello pudiera cubrirlo y atraerme, como si realmente se respaldara en ello.
—Audrey.. —su voz apenas es audible con el ruido del viento entre nosotros, pero lo tengo cerca y eso hace que tenga que esforzarme menos. Lo dejo continuar y él sigue moviendo sus manos constantemente—. ¿Qué haces sola en la playa a ésta hora?
—No hay tiburones cerca que quieran devorarme, me he fijado hace un rato —le digo, a lo que él sonríe de costado. Me tomo un momento para pensar qué decir a continuación porque no quiero pasar por alto lo que ha pasado hace un rato pero tampoco quiero ser yo la que le pida explicaciones.
Si él no me las daba, no pensaba rogárselas.
Por más que quisiera.
—Vine para tener un tiempo para mi, últimamente estoy demasiado abrumada. No importa qué hora sea, es la que encontré para hacerlo y ya. Me gusta estar sola de vez en cuando.
—¿Estás diciendo de forma indirecta que me vaya? —me pregunta incrédulo. No me da tiempo a responderle porque él me mira y se ríe sarcástico—. ¿Le dijiste lo mismo recién a Jack antes de irse, o es que se fue solo?
Abro la boca sorprendida.
—¿Disculpa?
—Sí, lo que has escuchado. Oh, ¿qué tal ha ido el viaje con él? ¿Se divirtieron?
Su tono tan escéptico me sorprende y tengo que mirarlo fijo para comprender qué estaba pasando. Él sigue moviendo las manos, y su rostro está tan duro como la mirada que me echa a continuación. ¿Intentaba hacerme quedar como la mala en ésto? Me enfurezco tan rápido al pensarlo que apreto los labios y me contengo hasta poder soltar algo coherente.
No obstante, cuando se trataba de él, todo se iba al diablo y no existía palabra exacta para definir lo que ocurría.
—¿Acaso me estabas espiando?
—Claro que no. Estaba despierto y escuché cuando llegaste.
—Oh, y eso te enojó, ¿eh? Pues dime entonces por qué te fuiste, cuando la furiosa tendría que ser yo. ¿Que si estuvo divertido el viaje con Jack? Sí, lo estuvo. No tengo por qué explicarte nada, no tengo siquiera que detallarte o contártelo porque no somos nada. ¿Entonces por qué actúas como un estúpido novio celoso si piensas lo mismo que estoy pensando yo? ¿Por qué insistes en algo que sabes que no quieres continuar? Dímelo, Aaron, porque estoy enloqueciendo con tus señales que terminan desapareciendo y que terminan sin significar nada.