El resto del día en la playa se pasa rápido teniendo a Aaron tan cerca y pudiendo escabullirme del resto con él. En un momento decidimos alejarnos un poco y comenzamos a caminar sobre la orilla del mar hasta perder de vista el lugar en donde nos encontrabamos. Aprovecha en aquel momento para atraerme más hacia sí y sujetarme de la cintura con delicadeza, lo que hace que todo en mi reciba aquel gesto encantada. Podría no cansarme y exigir ésto por mucho tiempo más. No solo me alcanza pensarlo, me siento en la necesidad de también decirlo.
—Podría acostumbrarme a ésto —suelto una vez que su agarre está firme.
Él asiente, hundiendo su rostro en mi cabello para besarme rápidamente cerca del cuello y haciendo que hasta me de cosquillas.
—¿Eres cosquilluda? —dice divertido.
—No lo soy —miento pero él está a punto de repetir lo de hace segundos y lo freno—. Ya, puede ser que lo sea un poco.
—Eso puede ser muy favorable para mí.
—¿Piensas que con hacerme cosquillas me rendiría ante cualquier cosa?
Me burlo, pero sé que puede llegar a ser en parte cierto. Mi familia tenía aquella pésima costumbre de hacerme reír hasta estallar, sin casi respirar para aceptar algo. La mayoría de las cosas eran relacionadas a limpiar o cocinar parte de la casa.
—No lo sé, podría. No tenía idea de tu punto débil —responde sonriendo.
—Mmm. Supongo que hay más de un par de cosas que no sabes.
Eso lo hace frenar en seco para atraerme más y mirarme con codicia.
—Cuéntame entonces, nena. Mis oídos son todos tuyos.
Su última frase me llena y me incentiva a contarle todo aquello que quizá nunca saldría a la luz si no lo decía. El tono que emplea es tan satisfactorio como el hecho de que quiera realmente saber más de mi. Me estaba pidiendo que le dijera más e informe sobre mucho de lo que él no tenía idea, por lo que debía seleccionar la información que más me caracterizaba y eso no era tan fácil sintiendo cómo aprovechaba para atraerme y estar más en contacto con su cuerpo.
Trato de pensar por dónde empezar, y lo hago una vez que lo sé.
—Bueno. Desde chica me apasiona la lectura, me encuentro a mi misma leyendo, podría decir hasta que me distrae de todo —empiezo—. Tuve un grupo grande de amigos en el colegio pero terminé con Chad y Stace que son mis mejores amigos desde allí, Chad desde antes.
—¿Desde infantes?
—Sí. Stace llegó unos años después, pero terminamos el colegio los tres juntos. Ahora estoy estudiando en Webster y fue un año realmente loco con tantos exámenes. De hecho no iba a venir al principio a pasar éstos meses fuera. Pero quería distraerme, a mi hermana la alegraría que lo haga y mis amigos pasarían unas semanas también. Así que aquí estoy.
—Qué suerte que lo estés —completa y me guiña un ojo.
Atrapo sus labios y él deja que haga lo que quiera con él por la forma en la que se entrega a mi. Se rinde ante mi boca y doy paso a mi lengua juguetona que quiere saborearlo aún más. Unos segundos después de sentir aquel placer y disfrutarlo me separo.
Siento intriga de saber más de su vida así como yo me he explayado hace minutos, por lo que aprovecho la oportunidad del momento y me atrevo a indagar.
—Cuéntame de ti ahora. Quiero escucharte —propongo.
—¿Algo así como el resumen que me has dado? —cuando yo asiento, él prosigue—. De acuerdo. Antes vivíamos en California, pero nos mudamos a Orlando por el trabajo de mi padre. Brad es quien más sufrió el cambio porque estaba mucho más avanzado en la escuela que yo. Me encanta el fútbol, suelo juntarme con mis amigos muchas veces para verlo y solemos hacer apuestas para hacerlo más entretenido. Jacob, Gabe y Dan son los tres amigos con los que terminé hablando luego de la escuela, solo que éste último se fue a la universidad de Londres y apenas lo veo. Pero hablamos un montón.
—Eso sí es lejos.
—Sí, lo es. Pero aún estamos en contacto y el vínculo no lo hemos perdido. No es tan malo pero se vuelve algo pesado estar tan lejos. Mm.. ¿qué mas? Ah, estoy por empezar el tercer año en la universidad. ¿Tú estás en el segundo, cierto? —pregunta.
—Éste año lo empiezo.
—Yo voy a UFC, no está tan lejos de la que vas. Debe ser una hora o menos —mis sentidos se alertan ante eso, suponiendo que lo ha dicho por alguna razón en específico. No era estúpida, y sabía cuán significantes eran sus palabras, sobre todo cuando podía soltarlas con tanta libertad. ¿Él me hablaba de un futuro nuestro en lo que queda del año luego de terminar el verano?
Siento cómo se me pone la piel de gallina al pensarlo.
No quiero preguntarle por lo que ha dicho, por más ganas que tenga de seguir con esa parte de la conversación. Trato de seguirle el tema encontrando el qué decir.