Tus Lemas

Capítulo 23

Le miento a mi familia diciendo que iré a cenar con mis amigos porque no quiero más comentarios acusadores como los que he recibido ayer luego de que Aaron se fuera de casa. Pareciera como si exigieran más respuestas de las posibles y me negaba a decirles lo que estaba comenzando a suceder entre nosotros. Erin estallaría, posiblemente para bien porque es lo que lleva esperando un buen rato y mis padres se han quedado encantados con él. Por lo que mi hermana no sería la única que saltaría con los dos pies. 

Pero aún no estoy lista del todo para gritarlo a los cuatro vientos.

Una vez que me escabullo de ellos me dirijo hacia la esquina de la casa y no hace falta siquiera llamar por él porque Aaron ya se encuentra allí, sobre su moto y siendo jodidamente más lindo de lo que ya era. Tiene el cabello algo mojado por la ducha que al parecer se ha dado antes de salir, una remera blanca que combina con el jean oscuro y mantiene sus brazos cruzados resaltando aún más los músculos que niegan a desaparecer y aumentan ante aquella pose. Él levanta la vista cuando observa que me acerco y no lo dejo reaccionar cuando las hormonas se apoderan de mi cuerpo y mi cuerpo se avalanza sobre el suyo para encontrar sus labios.

Estaba tan desesperada por tenerlo que apenas me inmuto por mi reacción inmediata, satisfaciendo las ganas que traía conmigo desde el inicio del día por hacer ésto.

  —Mierda, nena —susurra sobre mi boca.

Sujeta de mi espalda para que mi acto desesperado de encontrarme con él y demandar por sus labios no me haga balancear. Mis manos se colocan sobre su cabello húmedo y se enriedan en éste mientras que él gruñe por debajo de mi. Me separo una vez que mi cuerpo se encuentra complacido ante ello y una vez que estoy lejos me relamo los labios satisfecha mientras él ríe.

 —Estás muy lindo. Lo siento —me encojo de hombros sin arrepentirme siquiera.

Me observa como si estuviera bromeando al lamentarme por ello.

 —No me pidas nunca perdón por besarme —ruega y él me mira de pies a cabeza echándome aquella mirada que le había cortado cuando lo sorprendí estampando mi boca con la suya. Tenía una musculosa que apenas tapaba mi estómago y un short de jean que tenía un corte ajustado, resaltando mis piernas. Él me dedica un silbido—. Vaya que estás estupenda, si me hubieras dejado mirarte un poco hubiera sido yo el primero en besarte.

Suelto una carcajada y él me besa una última vez antes de señalarme la moto.

 —No pienso subirme.

 —Vamos. Lograste meterte al mar conmigo, ¿cómo no voy a intentar hacer que te subas a la moto también? El camino es de arena, no es la ciudad. Tú puedes.

Él me empuja con los brazos pero clavo mis piernas en el suelo y agradezco tener zapatillas porque si no ya hubiera caído de lleno. No se rinde y sigue, hasta que se cansa y me toma entre sus brazos levantándome por completo con ambos brazos. No me da tiempo a gritar porque una de sus manos tapa mi boca y me suelta una vez arriba del asiento.

 —No, Aaron. No quiero —gruño enojada.

 —Pues qué lástima. No iré caminando.

Unos minutos luego él seguía mis pasos mientras se quejaba por haber dejado la moto detrás nuestro. No había sido díficil con él porque era mucho más flexible que yo. 

  —No puedo creer que esté siguiéndote.

Soy yo quien le guiña un ojo más que satisfecha y éste me mira rendido.

 —Prometo subirme otro día —le digo mientras él acepta y sigue caminando a la par mía. Aún así con ambas manos en sus bolsillos y algo reacio a la idea que había tenido se veía radiante.

 Me preguntaba si había alguna ocasión en que no lo hiciera.

Había tardado en persuadirlo un poco, pero luego de decirle que en otra ocasión lo haría lo había convencido del todo. No pareció molestarle demasiado cuando fui yo la que nombró eso, e incluso en el camino se tomó unos minutos para recordármelo.

  —Qué sexy suenas hablando de otros días juntos —dice luego de unos segundos y él hace que me acerque aún más a su lado. Sus brazos se enriedan en la parte baja de mi cintura mientras seguimos caminando y me siento encantada.

  —No sabía que decir eso sea algo sexy.

 —¿Qué no es sexy en ti, Audrey? Incluso si hablaras de perros defecando en medio del océano lo sería también —un segundo después, agrega—. Bueno, tal vez no.

  —Por favor —me río mientras siento los hoyuelos constantes formándose en mi rostro sin poder frenar las carcajadas.

Una vez que llegamos al centro recorremos gran parte de los pocos restaurantes elegantes que se encontraban pero ninguno se acerca al puesto de comida rápida que habíamos pasado en la entrada. Incluso la mayoría estaba cerrado y no había tantas opciones como las que creía. Lo miro esperando a que él piense lo mismo y cuando se encuentra conmigo observándolo me incita a decirle lo que estoy pensando.

  —¿Es muy molesto si digo que prefiero comer una hamburguesa en el puesto que vimos al principio? —digo mientras trato de descifrar su expresión.




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