Tus Lemas

Capítulo 26

Al día siguiente me levanto mucho más tarde de lo que solía hacerlo y me alegro de que mis padres no hubieran interrumpido mi sueño. Al parecer, volver a la fiesta de madrugada es excusa suficiente para dejarme dormir un rato más. Ya dando por sentado que el hecho de estar de vacaciones es el principal.

La noche había pasado volando. Había estado junto a Aaron la mayoría del tiempo dando casi hasta el final. Nos habíamos unido a la ronda con nuestros amigos y habíamos tenido conversaciones divertidas y oportunidades para reír en más de una ocasión. Nunca fui de ser de aquellas que se quedan hasta que todos desaparezcan y se vayan, y lo único que queda por hacer es irse. Solía irme una hora antes. Pero ayer estabamos todos tan entusiastas y metidos en las charlas que a nadie le importó levantarse e irse. Así que, cuando las luces comenzaron a apagarse y la música había finalizado no había más remedio que marchar.

Cuando me levanto de la cama noto todas las sábanas desplegadas en las esquinas y casi tiradas en el piso. Acomodo rápidamente y me meto en el baño enseguida para ducharme y quitarme el olor impregnado en mi pelo de la arena que había quedado pegada todavía. Lo malo de las fiestas en la playa solía ser aquello.

Una vez que termino me envuelvo en la toalla y voy directo hacia el placard para buscar algo que ponerme, con el cuerpo extasiado por el frescor del agua. Pero cuando abro la puerta suelto un grito mientras tapo instantáneamente mi boca asustada al ver a Aaron sentado en la cama.

Él se ríe de sobra ante mi reacción.

—¡Aaron! ¿Qué haces aquí? ¡Casi me matas del susto!

Parece que he captado su atención con mi pequeño grito dirigido hacia él pero cuando su vista se desvía hacia mi cuerpo sé que no ha sido por eso. Me encuentro todavía con el toallón blanco envuelto y en un nudo firme que con sus ojos parece quitarme. Sus ojos se vuelven casi transparentes, llenos de brillo y amargor. Se embelesa al verme así.

—Mierda, Audrey. Ponte algo.

Lo miro incrédula.

—¡Pero si tú has sido el que se apareció sin tocar la puerta! Agradece que no salí desnuda.

Sus ojos se le abren de par en par, tan grandes que soy yo la que me río de él ahora. Si antes se ha visto complacido por verme así, imaginarse aquello lo hace serlo más.

—Estoy deseando hacerlo, solo que sin tu hermana abajo. Mierda, voy con ella antes de que me agarre un infarto si sigo viéndote con eso puesto. O mejor dicho, con lo que no tienes puesto.

No puedo refutar aquello porque sale casi corriendo de la habitación, dejándome parada sobre la puerta del baño y con el secador a un costado de mi mano. Su reacción ha sido inesperada y con mucha más gracia de la que a él le hacía. No pierdo tiempo en secarme el cabello así que me dirijo hacia el placard y me pongo ropa, dejando el toallón tirado a un costado.

Me miro en el espejo y me asombra la necesidad que impera en mi de verme bien, sabiendo que cuento con la presencia masculina que más hace a mis nervios flotar. Siento ansiedad en cada parte de mi, imperante de él. Dejo mi cabello suelto para así secarse al natural y bajo las escaleras de un brinco.

—Audrey, madre mía. Deja de bajar las escaleras de esa forma, ¿todo tienes que hacerlo apurada? —me reta Erin y yo le saco la lengua.

—Pareces mamá.

—Oh, porque esa lengua que me sacaste fue de toda una mujer adulta.

Estallo en risas mientras ella se une por unos segundos. Aaron aparece detrás de mi hermana con un vaso en la mano y mirándonos a las dos, que recién ahora hacemos que nuestras bocas callen de a poco.

—¿De qué lengua hablan? —pregunta divertido.

—De la que le vas a meter a mi hermana en algún momento.

Él escupe el jugo y yo me quedo estupefacta en mi lugar.

—¡Erin, por dios!

Al parecer mi hermana resulta ser mucho más detallada de lo que espera, porque hasta ella se tapa las manos con la boca casi sin esperar aquel comentario comprometedor de su parte. Estoy algo conmocionada por lo directa que ha sido así que no puedo reírme a su lado hasta un momento después. Aaron sigue desconcertado por lo poco habitual que ha sido el comentario de mi hermana y de forma tan directa y precisa. No reacciona hasta unos segundos después.

Yo lo observo maravillada notando el asombro que negaba en irse de su rostro.

Lo más gracioso de aquel comentario es que eso ya está pasando en la actualidad. Solo que no pienso contárselo a Erin ahora.

—¿Y papá? ¿O mamá? —pregunto para cambiar de tema porque son casi las siete de la tarde y no los había visto desde que me había despertado.

El rostro de mi hermana se contrae. Incluso Aaron, quien ahora está totalmente recuperado de su desconcierto, me mira algo preocupado.

—Mmm, no me gustan sus caras. ¿Qué está pasando?

Erin se adelanta.

—Antes de que te preocupes, espera a que termine, ¿sí?

Ella sabe lo cuidadosa que debe ser con las palabras por lo sensible y delicada que soy. Por lo que aterra su advertencia, pero no me queda más remedio que asentir.




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