Tus Lemas

Capítulo 27

Él entra sin esperar a que aceptara porque sabe que no es necesario. Me intriga cómo se las ingenia para siempre encontrar una excusa para pasar el rato conmigo, y sobre todo la originalidad con la que lo hacía. Sus ideas alocadas junto a su honestidad palpable, logran sacarme una sonrisa de forma constante. Incluso ahora, observando cómo entra con paso decidido y despreocupado sonrío inaudita.

Cierro la puerta una vez que ambos pasamos y me dirijo hacia él, quien ya está en la cocina apoyando la caja de pizza esparciendo el rico olor que termina haciendo crujir a mi estómago.

—Que yo sepa, el delivery no entra hasta mi cocina —advierto humorística.

—Nena, el delivery puede hacer lo que quiera porque ésta es su casa —me guiña el ojo burlón y yo me cruzo de brazos—. ¿Qué, vas a hacerte la difícil? ¿Vas a decirme que me vaya? ¿Que quieres estar sola y que vaya con mi hermano y la tuya? Ahórrate la saliva, nena, o tendrás que patear mi culo muchas veces. 

—¿Pero lo lograría?

Él me mira desafiante.

—Inténtalo.

—Se me acaba de ocurrir otra idea en vez de esa. Por más tentadora que sea —agrego.

Me acerco y él sabe bien lo que sigue de parte mía, así que se deja haciendo que cuando llegue hacia su dirección ya esté preparado para mi. Mis labios buscan los suyos y los atrapan en menos de dos segundos, sin querer perder un momento a solas con él. No hace falta intentar echarlo cuando todo en mi sigue asombrado y con el contento de su presencia.

—Si esa es tu forma de hacer que el delivery se vaya, entonces tendré que estar atento al próximo que venga —murmura contra mi haciéndome reír.

—¿Qué tal si comemos? Estoy muriendo de hambre desde que vi la caja de la pizza.

—Y no te imaginas yo que la tengo desde hace cinco minutos en las manos. ¿Notas ese aroma? Siento que se me impregnó en la ropa, debo tener olor a tomates picantes y queso en toda la ropa.

—No quería decirlo, pero..

—¡Oye! Solo bromeaba.

Le guiño el ojo descaradamente mientras no desaprovecha la oportunidad para atraerme hacia sí, enredándome con facilidad entre sus brazos y sonriéndome con osadía. Termino separándome para preparar las cosas y llevarlas a la mesa, así que voy hacia la cocina y busco un par de platos y vasos para terminar apoyando éstos sobre la misma. Aaron agarra la comida, aquella caja marrón manchada y caliente, la cual contiene la pizza que probablemente me hará babear. Nos sentamos, y agarro una porción. Lo hago sin cubiertos, saboréandola porque mi estómago aún cruje y la como con ambas manos, rogando a que no se deslizara por lo grande que resulta ser. Él me mira entretenido.

—¿Qué? ¿Nunca viste a nadie comer pizza? —pregunto una vez que termino de masticar.

—Nunca vi a nadie comerla de forma tan sexy —responde sin rodeos.

Niego con la cabeza y termino la porción en tiempo récord. Él me ofrece otra y le doy el plato encantada, no sabía cuánto hambre tenía hasta ese momento. Dejo de lado mi estómago feliz para concentrarme en el gesto que Aaron tiene conmigo. Hace minutos lo había echado de casa, diciéndole que quería estar sola y que me conformaba estándolo. Le dije que saliera junto a mi hermana y Brad, pero aquí está. Devorándose una pizza aún más hambriento de lo que estaba yo.

—Gracias —digo entre risas.

Él me guiña el ojo juguetón.

—Cuando quieras, nena.

Aaron prende la televisión para dejar algo de fondo y aprovecho su distracción para observarlo de reojo. Trajo comida, y acompañando la caja en la que ésta se encontraba viene él, con su remera sobresaliéndole la magnitud de sus brazos y sus ojos esotéricos.

Me siento tan a gusto, que hasta me cuesta creérmelo.

Sus ojos se encuentran con los míos apenas apoya el control remoto en la mesa y me brinda una sonrisa tan cálida que me hace querer abrazarla y congelar el momento aunque sea un rato. Había regresado para estar junto a mi y hacerme sentir mejor. Noto su constancia, su esfuerzo imposible de pasar desapercibido junto a sus ganas de estar conmigo. Me replanteo no hacer lo mismo con él, porque a ésta altura logra demostrarme mucho de lo que todavía yo no.

Quizá abrirme con él y contarle lo que me pasa sea un buen comienzo. Quizá mis emociones estén revueltas y mis palabras no salgan con tanto esmero, pero lo intento. Aclaro mi garganta y éste me mira.

—Estaba hablando con mi madre en el teléfono antes de que llegaras —comienzo, y él me presta atención enseguida—. Me dijo que le iban a dar el alta a mi abuela ésta noche, que tenían que quedarse unos días para controlarla y que cumpla con los medicamentos que le dieron. Así que.. por ahora marcha bien.

—Y lo seguirá haciendo, Audrey. No te preocupes. 

—Lo sé.. pero al ser una persona tan cercana y a la que estoy tan apegada, me entristece. Y me enfurece a la vez que me hayan mantenido al margen. Pero la llamada de mi madre me calmó un poco al menos, ahora sabiendo eso.. es alentador. ¿Te conté que la cocina es en gran parte por todo lo que me enseñó mi abuela?




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