Abro los ojos despertándome por el sol que entra chocando de lleno contra mi vista. Las sábanas se encuentran arrugadas sobre mis rodillas y siento los brazos de Aaron rodearme de costado. Cuando me volteo a verlo trato de hacerlo lo más lento y silenciosamente que puedo para no despertarlo. Su boca está entre abierta y hundida en la almohada mientras aún me agarra de la cintura con uno de sus brazos.
Sin poder evitar observarlo entero, me encuentro con su parte masculina tan íntima que resulta estar mucho más despierta que él. La sábana apenas lo cubre y noto que a mi también. Estoy desnuda, sujeta entre sus brazos y con la cama de por medio. Y se siente asombrosamente bien.
Aaron abre los ojos pestañeando con dificultad y encontrándose conmigo observándolo.
—Qué linda, acosándome desde temprano.
Lo empujo un poco y él se ríe.
—No hagas eso, eh.
—¿Empujarte? —digo burlona.
—Sí, estás haciendo que me aleje de ti.
Él atrapa mi cuerpo una vez más atrayéndolo hacia sí y me acerca a su lado. Atrapa mis labios de forma juguetona haciendo que me una ante su movimiento insistente sobre mi boca que niega a frenarse, intensificándose a medida que pasan los segundos. Con sofoco, sigo su juego que me hace explotar. Él, entusiasta, recibe de mi parte la pasión que él logra darme de igual manera.
Me muevo en el lugar y choco contra la parte baja de su estómago, escuchando cómo suelta un gruñido sobre mi boca en donde aprovecha a morder mi labio inferior y estirarlo. Mis manos no se quieren perder la diversión y atrapa su parte masculina, en donde subo y bajo con energía. Lo escucho gemir con más intensidad y suspiro extasiada.
—Mierda, Audrey. Ven aquí —habla entre jadeos.
Sus ojos se agrandan y se relame los labios con la lengua. Si creía que había algo más sexy que Aaron recién despierto, exitado y risueño, estaba errada.
Apoya sus brazos alrededor de mi estómago para luego jugar con mis pechos. Apenas siento el roze de sus dedos siento el placer tan grande y abrazador que deseo sentirlo muchas veces más. Implorándome, me besa y mi cuerpo arde. Suspiro con fuerza ante la delicia que me provocan sus caricias, y aún más cuando besa mi cuello lentamente, dejando pequeños besos en él hasta llegar a la parte baja de mi oreja, en donde se dirige hacia mi boca y me besa placenteramente. Me percato de que, a partir de ahora, suplicaría por unas mañanas en las que despertar con él se convierta en lo habitual.
—Sigue.. —suplico.
—¿Qué quieres que haga, nena?
Todo, quiero decirle. Y más.
Pero las palabras no salen, y se transforman en jodeos constante de mi parte. Suspiro sobre su boca mientras sus dedos juegan con mis pezones y asiento, encantada.
—¿Ésto..
Sigo asintiendo a la vez que sigue dejando leves caricias que se vuelven cautivantes y me siento en la posición de pedirle más. Nota cómo me encuentro y disfruta tanto como yo mientras me dedica una sonrisa cómplice y sigue tocándome. Me encuentro eufórica pidiendo todo de él, de las sensaciones positivas y gustosas que es capaz de provocarme.
Sin poder resistir más, me corro y dejo que entre en mi de una vez. Enriedo mis manos sobre su cuello mientras él me observa tan fijo que hace que me muerda el labio, ansiosa. Nadie me había dedicado aquella atención y mucho menos me habían hecho sentir de esa forma. Se mueve festivo, susurrando mi nombre de por medio. Suelto un grito ahogado en respuesta y mis brazos abandonan su cuello para perderse en su espalda y sostenerme de ella.
Cae a mi lado, sudando y respirando con sofoco.
—Audrey Bell, serás la razón por la que me vuelva loco.
Me río, de acuerdo y pensándolo con su nombre. Recupera su aliento y deja de estar tan agitado como hace minutos, e imito su gesto. Me recupero, y hasta siento ganas de más cuando lo hago.
—Qué buena forma de despertar —digo despacio, a lo que el afirma concordando conmigo. Su mano busca la mía y enrieda nuestros dedos, haciendo que me pierda en esa sensación y gesto encantador. Quería perderme en el mundo de sensaciones que es capaz de crear conmigo.
Hunde su nariz en mi hombro y lo miro fascinada. Escucho cómo su estómago cruje mientras él se hace el desentendido y lo beso en la mejilla. Él me mira casi sin expresión, como si no pudiera descifrar la sensación que he causado sobre él con un gesto tan simple.
—¿Preparo el desayuno? No soporto tu estómago tan ruidoso.
Él sonríe y mira hacia mi cuerpo apenas cubierto por las sábanas.
—No suelo empezar por el postre en la mañana, por eso debo tener hambre.
—¡Aaron! —chillo.
Escuchando sus risas me levanto y él me alcanza la remera que está cerca suyo. No dudo mientras la agarro, colocándola sobre mi y dejando que mi cuerpo ahora esté cubierto por su prenda, la cual mi nariz no pasa por alto el perfume maravilloso que aún trae puesto. Su aroma es abrumador, y lo siento con goce sabiendo que, probablemente, piense en él cada vez que lo huela.
—Te queda mejor que la de Hannah Montana —dice mientras doy una vuelta.