—¿Dónde estabas? —pregunta mi hermana cuando entro nuevamente a la casa.
—Quería tomar aire fresco, ¿qué tiene?
Ella se queda muda y en su lugar, mientras aprovecho para tratar de ignorar la conversación, y así finalmente perderme en la cocina escapando de mi hermana que insiste en investigar lo que ocurre, sin querer dejar pasar nada por alto. Pero sé cuán poco creíble será lograr huír de sus preguntas en paz, porque no olvido que se trata de Erin Bell.Y si desea ser intensa, lo sería hasta cansarse.
Y eso era difícil en ella.
—¿No fue bien la conversación con Aaron? —hace presencia, insistiendo. No capta mis pocas ganas de hablar sobre ello, y tampoco se hace una idea cuando aún me mantengo de espaldas a ella.
—¿Lo ves por aquí acaso? —digo molesta.
—Ya, Audrey.
—Lo siento, pero no quiero hablar..
—Aud, espera —me toma de la punta de la remera y me freno. Dejo en peso muerto a mi cuerpo, y no intento irme de aquí otra vez hasta darle a Erin lo que necesita para no seguir—. Mira, sé que soy pesada. Pero me has contado lo de Aaron, y si lo has decidido así, sé que querrás hablar de esto también. Al menos déjame serte útil, y si no lo logro, mándame al diablo.
—Me has convencido —digo riendo, pero enseguida mi sonrisa se borra—. Ni siquiera pude decirle, Erin. Se fue, quizá otro día. O hasta más tarde. Eso dijo él.
—¿Cómo que se fue? —pregunta ella una vez que nos alejamos del lugar, para estar en un lugar mucho más calmo del que estabamos.
—Dijo que tenía que irse. Oh, y también me devolvió la que le hice. Me dijo que tuvo varios días para mi, pero yo no lo tuve en cuenta ni en uno. Supongo que me lo merecía.
—Está dolido, Aud. Como diría la abuela, toma con pinzas lo que te diga.
—Lo sé —confieso, dándole la razón—. Esperaré para hablar con él. Pero mierda, Erin, estuve a punto de decirle y me puse tan nerviosa.. Es incluso más difícil de lo que imagino.
Ella me mira concordando conmigo, quizá hasta entendiendo en cierto punto lo que trato de explicarle. No es difícil de entender, mucho menos conmigo, pero aseguraba que sí hacerlo. Había juntado el valor necesario para hablarle acerca de mis sentimientos y me ha dejado sola, mirando mientras tanto cómo se iba. Quizá el rechazo es lo que me hace reaccionar, porque probar de tu propia medicina, como dicen, te hará dar cuenta con mucha más claridad las cosas. Me encerré en mis pensamientos, mientras lo alejaba a él. Ahora sé cuán equivocada estuve en hacer eso.
Pero a veces uno se da cuenta de las cosas de esa forma. Una vez que actúas de tal manera, notas la reacción de aquella acción. Una vez que experimentas, hasta tener el resultado por ello. Y aquel resultado no ha sido tal como esperaba.
Solo espero no haber ahuyentado lo que sea que sintiera por mi.
—Solo voy a decirte que no te dejes desanimar, ¿sí? —habla Erin, sacándome de mis pensamientos—. Tienes mucho para decir y él mucho para escuchar de tu parte. Quizá hasta al revés también.
—Quizá. Esperaré un poco, parecía apurado en irse. Así que, mientras tanto.. ¿vamos a ver si hay comida? —Erin se ríe ante mi pregunta.
—No mates la angustia con eso, porque ni siquiera deberías tenerla.
—Hasta que no hablemos, estaré así. Empieza a comprarme helado —digo divertida.
—¿Segura? No creo que se aguante mucho tiempo más sin verte.
—Estás muy bromista últimamente.
—¿Quién dijo que bromeaba?
Alzo las manos en respuesta mientras salgo del living a su lado para buscar al resto de la familia. Casi todos se encuentran en el patio, menos Brad, que está en la cocina cargadocon unos cuántos vasos entre sus manos. Ambas nos acercamos para ayudarlo y Erin se ríe, burlándose un poco.
—Vas a llegar al patio con la mitad de los vasos si agarras todos juntos —dice calmándose. Aún lo dice con un deje de burla, pero habla sincera. Casi preocupándose. Él, en respuesta, no tarda en defender su postura mientras hace maniobras para tenerlos todos.
—¿Quién dijo que no pueda? —termina, y uno se le resbala de los dedos. Mis reflejos son rápidos y mis manos ágiles, así que lo agarro con rapidez—. Mierda.
—No lo intentes, vas a tirarlos en serio —hablo entre risas mientras él nos da algunos finalmente para ayudarlo. Observo la cantidad y miro extrañada—. ¿Por qué hay tantos?
—Somos siete, no diez —concuerda mi hermana contando los vasos.
—Por ahora —contesta Brad a medida que avanza fuera de la cocina. Nosotras lo seguimos mientras nos miramos sin entender a que se refería, porque no aclara mientras sigue caminando y nos deja estáticas.
—¿Viene alguien más? —pregunto extrañada. Nadie ha dicho nada en la cena, y mis padres habían dicho que seríamos nosotros los que cenaríamos con ellos.