Tus Lemas

Capítulo 39

Me encuentro caminando nerviosa alrededor de la habitación esperando a que Aaron llegue. Mientras, pienso con exactitud lo que debería decirle sin posiblemente hacer que salga corriendo.

Trato de formular en mi cabeza las palabras adecuadas y justas, aunque sé en donde terminará probablemente ese pensamiento. Podría pensar qué decir, por dónde empezar y terminar, pero nada me aseguraría que lo diga con tanta tranquilidad, sobre todo siendo palabras con tanta carga.

Con tanto afecto.

Haría mi mejor esfuerzo en mantenerme a raya y en decir lo que había pensado. Pero, a veces, aunque lo intentara, no era tan fácil lograrlo. Y siendo Aaron, mucho menos. Él tiene aquella capacidad de doblegarme en cada palabra que pensara y dijera. Admiro su honestidad y la exactitud con la que plantea cada conversación. La precisión de cada frase suya.

Ahora, ruego para tener un poco de aquel don suyo.

Estoy en silencio y atenta esperando arriba, así que cuando la puerta suena la escucho enseguida mientras una ola de emociones se esparce en el ambiente. Me atrapa. Tomando aire para hablar, le hago saber que he escuchado a medida que bajo las escaleras a paso apresurado.

—¡Ahí voy!

Mi grito, al parecer, le causa gracia porque escucho una leve carcajada del otro lado.

Acomodo mi cabello que se ha disparado al bajar con tanta velocidad, y trato de mantener la calma. Pienso en cuán tranquila debo estar, con cuánta debería enfrentar esto. Así que, suelto un suspiro pesado antes de agarrar las llaves y abrir la puerta, tomando firme la manija de ésta.

Ahí se encuentra, frente a mi nariz. No hace falta que tenga nada extravagante, porque todo en él lo es. Vestido tal cual lo he visto antes, haciendome saber que no ha pasado siquiera por su casa. Ha venido directo hacia aquí.

Aaron es capaz de deslumbrarme en cada oportunidad que lo viera.

Me observa mientras me observa, concentrándose en solo ello, y eso hace que me sacuda por completo. Antes de dejarme hipnotizarme aún más por verlo, me corro a un lado y lo dejo pasar. Éste lo hace enseguida sin dudar siquiera, dejándome en mi lugar atontada.

Como casi siempre, en realidad.

—Me habías dicho que estabas despierta —escucho luego de cerrar con llave.

—Sí, lo estaba —afirmo confundida—. ¿Por qué?

Su respuesta no llega en forma de palabra, ni en dicho. Si no, con su simple mirar.

Noto cómo baja su vista por debajo de mi cuello, y recuerdo que traigo el pijama viejo puesto. Me había concentrado tanto en esperar a su llamado, en aguantar un tiempo más en la cama sin dejarme ganar por el sueño, que apenas pensé en cambiarme. Al parecer, me he olvidado por completo pero sé cuán poco relevante es en realidad. Al menos no es uno vergonzoso, es un pantalón gastado, dentro de todo nuevo, que me han regalado para un cumpleaños con una musculosa vieja que dejé de usar para vestir.

Claro que a su lado, luzco horrendamente mal.

—Mierda, me he olvidado —digo apenada y él me sonríe de lado—. ¿Qué?

—Es injusto.

Como no continúa, me atrevo a indagar.

—¿Qué es injusto?

—Que te veas bien hasta con eso puesto.

Una vez más, me dejo nublar por su habla.

Mis mejillas no contienen su color normal porque el rojizo me gana a medida que me ruborizo al escuchar sus palabras. Si sigue siendo tan directo y honesto conmigo, no podría lograr resistirme mucho más antes de tirarme a sus brazos. No es una opción, teniendo lo que tengo para soltarle. Pero lo estaba considerando.

En ese momento es lo único que quiero.

Lo único que necesito.

—Tu hermano me contó que Jacob se fracturó, por eso te fuiste —decido empezar, antes de seguir pensando las cosas en vez de actuar. Él asiente, a punto de explicar.

—Sí, el idiota pisó mal en uno de los caminos que tienen más rocas que arena —suspira como si estuviera cansado, y eso da a sospechar que no ha sido tan malo después de todo—. Pero no fue tan grave, solo fui a darle una mano para no molestar a nadie más.

—¿Está mejor?

—Sí. Pero no se llegó a fracturar, aunque sí se esguinzó. La recuperación no es la misma, es mucho mejor que haya terminado siendo eso. Así que tendrá que estar días en vez de semanas con la bota —cuenta y asiento, entendiendo que ha sido mucho más leve de lo que se esperaba. De cierto modo, me alivia un poco.

—Mmm, me alegro entonces —mierda, ¿por qué he acotado eso? Si hay algo más estúpido que decirlo, no quiero saberlo.

Aaron mira a los costados mientras mueve la cabeza para inclinarse a las entradas que logran verse de las habitaciones de la cabaña. Se voltea a mirarme extrañado, porque al parecer algo le ha llamado la atención en su rápida recorrida con sus ojos. Arquea una de sus cejas en mi dirección.

—¿No hay nadie de tu familia contigo? —termina diciendo, altruista.

—No, están todos en tu cabaña. Ellos se han quedado un rato más, pero estaba aburriéndome y luego vinieron unos amigos de tus padres —explico mientras veo cómo me escucha atento. Me parece verlo fruncir el ceño, pero no se atreve a preguntar por más—. Así que me fui antes.




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