Tus Lemas

Capítulo 43

Pese a decirle e insistir para que me diga a dónde iríamos, Aaron se negó rotundamente a hacerlo. Era lo suficientemente ansiosa e impaciente para intentar más que un par de veces y no conformarme con un simple no, pero terminé rindiéndome cuando noté su negación ante el tema. Al parecer quería mantenerlo en secreto, y no existía nada que pudiera hacer para hacerle cambiar de opinión. Así que ahí estaba, dejando a mi imaginación volar sin querer pensar hacia dónde nos dirigiríamos mientras esperaba a que pase a buscarme.

El timbre suena un rato después y me despego de la cama de un brinco, con los pies inquietos y el cuerpo impaciente.

Mi intensa excitación y mi extrema ansiedad seguirían intactas cuando sabía que se trataba de Aaron. Y resulta serlo aún más aún con la duda de hacia dónde nos dirigiríamos.

—Adiós, Aud —saluda mi madre cuando me ve bajando las escaleras—. ¡Pásala bien!

Le guiño un ojo en respuesta acercándome a la puerta con rapidez mientras al mismo tiempo le devuelvo el saludo. Cuando abro, me encuentro con Aaron apoyado en el marco y con su vista directa hacia mi, compenetrado. Se acerca acortando la poca distancia que había entre ambos y me besa rápido, saludándome de la forma que más esperaba.

—Hola, nena —murmura complacido. En un susurro igual de poco audible le devuelvo el saludo, envolviéndome de la mágica aura con la que me rodea—. ¿Lista entonces?

—¿Me dirás adónde iremos ahora? —él se ríe ante mi ansiedad y aprovecho la distancia para voltearme y cerrar la puerta con llave, insistiendo una vez más en el tema antes de finalmente marchar—. ¿Quieres que te ruegue acaso?

Se encoge de hombros divertido ante mi pregunta.

—No, solo que te pongas más ansiosa.

—Ya lo estaba con la idea de salir los dos juntos.

En un giro inesperado me atrapa con sus brazos y me besa sin intención de querer separarse por unos cuántos segundos más. Me acostumbro a la forma en la que lo hace, a veces tan inesperada que con suerte podía reaccionar al principio. Era fascinante que me tomara por sorpresa, aún cuando ya me gustaba hacerlo de por sí. Su cabeza se mueve un poco hacia atrás hasta finalmente dejar un espacio entre mis labios y los suyos, lo que hace que deba controlarme para no atraerlo con clemencia otra vez hacia mi.

—¿Vamos? —pregunta mirando hacia la moto y lo sigo.

—Si me dices a dónde.. —inquiero mientras fijo mis pies en el lugar, haciendo ademán de no subirme a menos de que me cuente hacia donde iríamos—. Seguiré molestándote el resto del camino, ¡al menos dame una pista, por más pobre que sea!

—No es como si hubiera muchos lugares por aquí —termina diciendo, y está en lo cierto. El centro es pequeño, y los negocios no abundan. No a comparación de todo lo que hay en la ciudad—. Así que, hasta que no volvamos a casa, debemos conformarnos con lo que hay por aquí.. Y hay algo que no hemos echo todavía. Los juegos detrás del centro.

¡Cómo no había pensado en ellos! Siento ganas de saltar por la felicidad que me produce oírlo decir. Aquella vez que habíamos ido juntos al centro, con la compañía de mi hermana y el suyo, estuvimos apunto de ir. Solo que estaban por cerrar, debido a Erin, ocupando parte del tiempo en sus compras compulsivas. No habíamos llegado a entrar, pero recuerdo nombrarlo como una próxima visita. Y lo ha nombrado recién, haciendo que sonría entusiasta.

—Tampoco hay muchas cosas —acota para que no me ilusione, pero lo que no entiende es que no hace falta que lo haya, porque yo ya lo pasaría bien si iba acompañada consigo—. Una mesa de billar, creo que un bowling.. no mucho más. Pero algo es algo.

—¿Acaso debo quejarme? —me acomodo el pelo mientras me subo detrás de él a la moto—, porque eso es más que suficiente para mi.

—Lo sé, eres poco exigente —lo escucho burlarse una vez que termino de acomodarme en el asiento, buscando la posición adecuada para rodear mis piernas con las suyas juntas—. Cuando volvamos a casa, podremos ir a los que están en la ciudad y será mucho más divertido. Te lo aseguro.

Aún de espaldas, me quedo muda al escuchar lo que ha dicho. Mis oídos no se mantienen sordos ante ello. Nota mi repentino silencio y se voltea a medias para mirarme casi inmóvil. Con esfuerzo, hablo.

—¿Dijiste en la ciudad?

Frunce el ceño ante mi pregunta.

—¿Acaso no vives en la ciudad?

—Sí..

—Entonces te pasaré a buscar para ir a un lugar mucho más decente que al que iremos ahora —contesta mientras asiento y él se posiciona mejor para arrancar e irnos—. Mientras, disfrutemos de los que están por aquí.

En el camino pienso en lo significante que han sido sus palabras.

Que yo pudiera imaginarme y permitirme idear pensamientos futuros y próximos en los que nos encontremos juntos es casi tan satisfactorio como la posibilidad de él hablando acerca de exactamente lo mismo. Haber mantenido lo mío por tantos días en silencio parecía una locura cuando él se encuentra sintiendo de igual forma, y hasta pensando en una lejanía cercana a mi lado. La intensidad de mis emociones al escucharlo no se acabarían por lo pronto.




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