Tus Lemas

Capítulo 50

—¡Audrey! —grita mi padre desde la cocina.

—¡Estoy en el baño! —respondo apunto de seguir secando mi cabello.

—¡Tu celular no para de sonar!

—¡Atiende entonces!

Dejo el aparato apoyado en la mesada y antes de salir a las apuradas lo desconecto. Al parecer no podía terminar de bañarme en paz. Cuando llego hacia donde está mi padre lo escucho reírse mientras sostiene mi celular de espaldas a mi. Lo llamo, y éste se voltea a verme. Me lo extiende y veo el número de mi mejor amiga en la pantalla.

—Ey, ¿cómo estás? —contesto alejándome hacia el living.

—Considerando que le he dicho a tu padre hola bomboncito, pues no excelente. ¡Pensé que ibas a atenderme tú, puesto que es tu celular! —grita indignada.

Casi me atraganto con la carcajada involuntaria que sale con fuerza y esmero de mi parte, mientras la escucho quejarse del otro lado de la línea.

—Lo siento, estaba en el baño. Le dije que atienda.

—Dejaré de hacerme la coqueta a partir de ahora —bufa—. En fin, llamaba para saber cómo iba todo por allá. Estoy en la ciudad, no sabes cuánto estoy extrañando la playa. Ni siquiera tengo ganas de mover el culo a la universidad.. pero tengo que entregar el papel de inscripción para las correlativas. ¡No quiero ni pensarlo!

—En unos días volveremos todos para allá y te acompañaremos en el sentimiento —digo riendo, siendo consciente de que lo que ha mencionado es lo principal lo cual debo ocuparme—. ¿Estás en tu casa?

—Llegué hace un rato. Fui a pasear al perro, que me ha extrañado casi como yo —dice despreocupada, y conozco su humor. Nunca le fascinaron los animales, por más extraño que resultara—. ¿Tú? ¿Aaron merondeando cerca?

—Estaba esperándolo, en realidad. Su familia nos invitó a cenar para despedir una de las últimas noches aquí en la costa —comento.

—¿Es que cenan todas las noches juntos?

—Casi —me río, porque a decir verdad, las familias se han llevado de maravilla y hasta a mi me parece ilógico que se juntaran con tanta frecuencia. Pensando en voz alta, comento:—. Después de todo, todo ésto comenzó siendo de esa forma.. unas vacaciones familiares.

—¡Y mira qué bien la has sacado!

—Ah, por favor —suelto carcajeando.

—Bueno, si quieres te dejo. Luego me cuentas —se despide.

—De acuerdo, saludos a tu familia. Nos vemos —finalizo mientras corto y guardo el celular.

Sin más que decir subo hasta mi habitación para encontrar algo qué ponerme en el placard. No había sido algo muy formal cuando él me había preguntado, pero lo parecía por cómo se estaba arreglando mi hermana en la búsqueda de un vestido que le gustara para la ocasión. Iríamos en un rato, pero los hermanos Jones acordaron en pasarnos a buscar. Era algo divertido que lo hagan, pero con Erin no podíamos rehusarnos ante la posibilidad de que lo cumplan. Ni siquiera había comenzado a buscar qué ponerme pero ver la preocupación y la ansiedad de ella, hacía que me contagiara un poco. Ni siquiera habían dicho a qué hora pasarían.

Sigo revolviendo el placard, y encuentro la remera de Aaron doblada que le había pedido prestada hace un par de días cuando me quedé en la noche. Sonrío sin pensar ante el aroma que se desprende de ella y la guardo otra vez, tratando de encontrar algo más adecuado que una remera cómoda pero dos talles más grandes. Agarro una blusa blanca con un pantalón achupinado y opto por una de las opciones más sencillas posibles. Solo que cuando me miro al espejo, deja de convencerme.

Genial.

Por segunda vez sigo escarbando en mi perchero, rogando encontrar otra cosa. Pero cuesta más que la anterior. Erin iría vestida de una forma tan diferente a la mía que me ponía los pelos de punta. Después de todo, la cena sería con los padres de Aaron. Y mis suegros.

Sin ánimo de seguir poniéndome histérica, marco el celular de él.

A la mierda ésto de cambiarme.

—Hola —saludo cuando atiende al segundo pitido.

—Hola, nena —escucho un ruido de fondo y un grito de su madre que hace que me sobresalte en mi lugar—. Oh, mier.. Espera un segundo.

Me quedo en mi lugar esperando a oír su pronta respuesta algo extrañada de lo que había escuchado. Aguardo en línea por un par de minutos más cuando vuelve a hablarme, mientras imagino unas cuántas excusas graciosas debido a aquel grito.

—Disculpa, mi madre no podía matar una araña y se le ocurrió agarrar una caja y tirársela.¿Puedes creer que sobrevivió hasta que volvió a revoléarsela? —dice sin más, sin ponerse frenético. De solo imaginar la situación, sonrío involuntariamente.

—¿Qué? —pregunto entre risas.

—Sí, se pone histérica ante los insectos. Pero a las arañas le tiene fobia.

—Hablando de histeria, tengo problemas de vestuario. ¿Podrías demorarte un rato en pasar? —suplico esperando a obtener una respuesta afirmativa de su parte.




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